Por sus acciones de mitigación y adaptación ante el cambio climático en la CDMX, la ciudad ganó el título de Capital Global en el Desafío de Ciudades del Fondo Mundial por la Naturaleza 2019-2020.

Superó a otras 255 urbes de 53 países gracias al esfuerzo que ha realizado, por ejemplo, en los corredores de Metrobús, los sistemas para cosechar agua de lluvia y la captura de carbono forestal.

Sin embargo, para lograr que la temperatura promedio del planeta no aumente más de 1.5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, hay muchas más acciones que el Gobierno, la iniciativa privada y la sociedad debemos realizar. Y tenemos el tiempo encima.

Hacia un nuevo modelo de desarrollo

Hoy existe un consenso casi unánime: los gases de efecto invernadero (GEI) derivados de la actividad humana son los mayores causantes de un grave cambio en el clima y la elevación de la temperatura terrestre no debería alcanzar los 1.5 grados centígrados por arriba de los niveles preindustriales.

Las muchas respuestas al cambio climático están relacionadas con diversas líneas de acción: las más importantes son la mitigación y la adaptación.

Para mitigar es necesario reducir las emisiones de los GEI con un manejo eficiente de la energía, utilización de energías renovables bajas en carbono y la reforestación; mientras que para adaptar, hay que crear infraestructura que permita disminuir el daño por calentamiento global en los sistemas biológicos y sus hábitats.

Hay mucho por hacer frente al cambio climático en la CDMX

José Carlos Fernández Ugalde, maestro en Economía ambiental y de recursos por la Universidad de Cambridge, también es un reputado ambientalista que ha trabajado en el Centro Mario Molina en Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente y como asesor para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés). De acuerdo con el experto, los efectos del cambio climático están empezando a sentirse en diversas partes del mundo con temperaturas máximas récord.

“Hasta antes del COVID-19, el mundo trataba de encontrar alguna fórmula para movilizar la acción global. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático fue un éxito diplomático pero no logró una mitigación suficiente; luego los límites del protocolo de Kioto forzaron a un pacto que incluyera a todos los países, lo que culminó en el acuerdo de París”, señala.

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Mediante dicho acuerdo, dice, los países debían hacer compromisos o “contribuciones previstas determinadas a nivel nacional” para contener el aumento de la temperatura promedio global a 2 grados e incluso trabajar para que no exceda de 1.5 grados.

“Sin embargo, las contribuciones a la fecha son insuficientes. Actualmente se está trabajando para que los países mejoren su ambición. Sobra decir que el anuncio de la salida de Estados Unidos del acuerdo, pone al mundo en una situación muy complicada para lograrlo.

“En el mundo post covid-19, estos esfuerzos se han visto afectados. Si bien la desaceleración económica ha conseguido bajar las emisiones, se teme que esta reducción sea temporal y que, de no tomarse medidas de reactivación económica que a la vez reduzcan las emisiones de GEI, podamos estar en una situación peor”.

Cambio climático en la CDMX
Ilustración: Eduardo Ramón Trejo

Reducir las emisiones no es tan sencillo: signfica mover dinero para transformar la manera en que se genera y utiliza la energía; cambiar todo el sistema, desde la industria hasta los circuitos alimentarios, pasando por la protección a la naturaleza.

“El tema clave es quién paga por ello, quién debe reducir más. Es un balance delicado entre criterios de responsabilidad (los que más han emitido), capacidad (los más ricos) y oportunidad (los que tienen más potencial de mitigar a precios razonables).

“El acuerdo de París logró una meta global, pero dejó a la voluntad de los países determinar con cuánto contribuían. Uno quisiera ver compromisos de participación amplia, creíbles y verificables; la idea es ir incrementándolos, al tiempo que se establecen reglas más estrictas de cumplimiento.

“Ahí es donde los mecanismos financieros, como el Fondo Verde del Clima, se proponen como herramientas indispensables para ayudar a los países en esa transición, pero siguen siendo demasiado pequeños para el reto. El tema es tan sistémico que estamos hablando de cambiar los modelos de desarrollo, no de nuevas reglas aquí y allá. Alcanzar la meta de 1.5 grados significa, básicamente, cero emisiones netas para 2050, y cada año que no actuamos se elevan los costos”.

Ese es el panorama en el que se sitúa el cambio climático en la CDMX

Nuestro gobierno, como los de todas las ciudades y países, debe gestionar un nuevo tipo de desarrollo para que todos los actores se unan y cambie el modelo de emisiones.

Se dice fácil, pero una de las dificultades es que cada parte involucrada ve el desempeño de las autoridades y los principales obstáculos de la urbe de forma muy distinta.

Para Fernández Ugalde, la agenda de mitigación de ciudades como la nuestra implica, principalmente, reducir las emisiones del transporte, usar energías renovables y gestionar los residuos de manera integral.

Como proceso de adaptación incluye hacer uso más eficiente del agua, limitando el consumo a niveles “seguros”; impulsar fuentes de alimentación sostenibles y criterios de construcción eficientes, mejor adaptados a un mundo con cambio climático.

“La Ciudad de México manda señales encontradas en estos frentes. Si bien tenemos avances en transporte como el Metrobús e inversiones en otros, como el impulso a la bicicleta, su importancia palidece cuando lo comparas con lo invertido en mantener y ampliar la red vial para el transporte privado. Asimismo, los llamados a un consumo racional del agua distan de ser suficientes para evitar trasvasarla de cuencas vecinas, afectando a otras poblaciones.

“Hasta antes del COVID-19 parecía imposible provocar cambios profundos en la demanda de transporte o era un sueño tener una ciclovía en Insurgentes ¡y mira! La tarea que ahora tenemos por delante es lograr que ese tipo y ritmo de transformación se mantenga. Hay programas de eficiencia energética, de apoyo al transporte eléctrico, de captación de agua de lluvia, de reforestación urbana…, pero el problema básico es ¿cómo hacerlos a una escala suficiente y cómo pagar por ellos?”.

De acuerdo con el experto, se ha hecho poco contra el cambio climático en la CDMX desde el gobierno local, tanto por falta de recursos, como de una mejor mentalidad sobre lo que implica el desarrollo, opina Fernández Ugalde, para quien la capital debería tener mayor autonomía financiera, lo que implicaría más impuestos, así como dejar de invertir en soluciones convencionales al transporte.

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“Un problema básico es determinar dónde están las palancas que pueden mover la ciudad y donde se requeriría poner orden es con los microbuseros: modernizar las unidades y facilitar que la gente viva más cerca de sus trabajos y escuelas. Pero eso cuesta, política y financieramente”, dijo.

Descentralizar la ciudad

Eugenio Fernández Vázquez, consultor ambiental y periodista, maestro en Medio Ambiente y Desarrollo por la London School of Economics and Political Sciences, se muestra más entusiasta con respecto a las acciones contra el cambio climático en la CDMX.

“A contrapelo del Gobierno de la Ciudad de México, que busca descarbonizar la energía de la que dependen sus edificios, generar alternativas y mejorar la relación con el medio ambiente, las autoridades federales apuestan por el petróleo. Eso complica la tarea de reducir la huella ambiental de la ciudad —asegura—, aunque haya esfuerzos activos en la capital.

“Se está invirtiendo para tratar el agua de lluvia y el suelo de conservación y, aunque son programas centrados en subsidios y no en instituciones y capacidades, se trata de un enorme avance. La ciudad voltea a ver a la mitad rural y forestal de su territorio que había ignorado y esto mejora la adaptación al conservar los acuíferos, los principales pulmones y la relación con el agua, provocando una mayor resiliencia ante posibles desastres naturales”, dice.

Este ambientalista explica que otra medida que parece venir con fuerza es el programa Ciudad Solar, que tiene por objetivo ayudar a que ciudadanos, empresarios y administración pública se beneficien de la energía solar para generar electricidad y calentar agua, lo cual consiste en instalar cuatro millones y medio de metros cuadrados de techos fotovoltaicos en edificios públicos, lo cual permitirá cambiar la matriz energética de la que depende el Gobierno de la CDMX, que emplea a un cuarto de millón de personas.

Es obvio que no todo tiene que venir de los Gobiernos. Sí la regulación, la guía y ciertas financiaciones, pero lo ideal sería encontrar el modo de coordinar los esfuerzos entre empresas, ciudadanía y Gobierno.

“Hay una parte de los compromisos que son públicos y deben cumplirse. En vista de la mezquindad de gran parte del empresariado mexicano, el incentivo tiene que ser bastante forzoso y venir de lo público —agrega Fernández Ugalde—. El cambio climático no es de ahora, pero ¿dónde están los techos solares de los grandes corporativos de la ciudad? Es un compromiso aún pendiente, y todo indica que se tendrá que hacer con restricciones o impuestos”.

Cambio climático en la CDMX
Ilustración: Eduardo Ramón Trejo

Uno de los mayores problemas con el cambio climático en la CDMX es el de los vehículos privados. Los programas gubernamentales anticontaminación, como el Hoy No Circula, han demostrado no ser la solución.

Ante esto, Eugenio es categórico: “El mejor coche es el que no está en la calle. Eso es lo que nos ha enseñado la experiencia en el mundo. La solución es invertir en transporte público, no hay de otra. Siempre que haya espacio para autos, ese espacio se va a llenar.

No hay que mejorar los semáforos: hay que sacar a los autos de la calle. Por supuesto que la gente se tiene que mover, pero eso tiene que hacerse de varias maneras. Descentralizar la ciudad, que está concentrada en (las alcaldías) Cuauhtémoc y Benito Juárez, reduciría el tiempo necesario para ir de un lugar a otro.

Hay que redoblar las inversiones para mejorar el transporte público. Hay que quitarle carga a la Ciudad de México: no puede seguir llevando a cuestas al 20 por ciento de la población del país”.

Para revertir el cambio climático en la CDMX, “el futuro no es fósil”

Adrián Fernández fue presidente del Instituto Nacional de Ecología y es doctor en Ciencias ambientales por el Imperial College de Londres, además de director de la Iniciativa Climática de México.

Su institución, sin fines de lucro, recauda recursos y dona a terceros para crear proyectos climáticos. Trabaja con diversos actores, privados y públicos. Actualmente colabora con el Gobierno de la Ciudad de México en un proyecto que no puede revelar pero que, según nos dice, promete ser un estándar mundial.

En su opinión, México estaba a la vanguardia en cambio climático, pero se han reducido sus presupuestos y su capacidad de acción. Hay mucho por hacer. Para él sería prioritario reducir emisiones en Tula, que también afectan a la capital; utilizar energía limpia en autos y resolver el tema del diésel de ultra bajo azufre (DUBA).

Nos recuerda que Pemex se había comprometido a producir este diésel menos contaminante, pero primero quiere terminarse las existencias del diésel anterior, mucho más contaminante, para lo cual solicitó una prórroga de cinco años (que se le concedió).

Sin embargo, la Norma Mexicana 044 exige que se utilice este diésel en el transporte de carga y que para eso se manufacturen transportes de carga con catalizadores especiales, pero nada de eso se puede cumplir si no hay suministro suficiente de DUBA.

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Adrián Fernández insiste en que esto es un ejemplo de lo absurdo de seguir apostando por el combustible fósil en el plano federal: “El futuro no es fósil: ya se están firmando acuerdos alrededor del mundo para que se reduzca el uso de esos combustibles y se ha puesto un límite para autos de combustión interna en la Unión Europea. Incluso, las petroleras están entrando en programas de energía limpia”.

El World Resources Institute (WRI) fue fundado en 1982 para contrarrestar los problemas del cambio climático no desde el activismo sino desde una perspectiva basada en la ciencia y las pruebas. El éxito que ha tenido para efectuar estos análisis y conjuntar actores clave, lo ha llevado a tener capítulos en otras partes del mundo, entre ellas México.

Avelina Ruiz Vilar, gerente de cambio climático en WRI México, es maestra en Economía política internacional por la Universidad de Warwick y ha trabajado en la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo. Y aporta una visión más equilibrada que la tensión reinante entre las visiones de los gobiernos federal y local.

“La política federal es regresiva porque no busca emitir menos, con lo que renuncia a un mayor beneficio a largo plazo. En general, el crecimiento sostenible del país está vinculado con un crecimiento verde y eso significa un buen componente de renovables en la matriz energética.

“Las inversiones federales no están yendo hacia ese lado; tampoco los últimos acuerdos de la Secretaría de Energía y se le suma la controversia con los grandes proyectos en el sureste. Sin embargo, hay actores que están a favor de una agenda más verde, como la Cancillería, que lleva los programas de Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Cambio climático en la CDMX
Ilustración: Eduardo Ramón Trejo

Con respecto al cambio climático en la CDMX, Ruiz Vilar considera que los programas de recuperación económica posT COVID-19 no están “enverdecidos”, pues se nota mucha inversión en infraestructura “gris”.

“Deberían tener mucha más fuerza los programas que lleva la Secretaría de Desarrollo Económico, como la “Ciudad Solar”, empleos que sean verdes o recuperación de espacio público, esta es una oportunidad histórica para canalizar financiamiento hacia esos temas”.

Combatir el cambio climático en la CDMX parece pasar primero por la tarea de cambiar el modelo de desarrollo, lo cual significa establecer otras formas de comunicación y cooperación entre el gobiernos. En pocas palabras, transformar por completo las relaciones de poder entre los ciudadanos, así como las rutinas laborales, industriales y comerciales. Para estos cambios profundos será necesario repensar la sociedad tal como la conocemos.