“Tienes mucho vello”. “¿En serio, cinco embarazos?”. “Necesitas bajar de peso”. “No hagas ningún ruido”. Así se escucha y se vive la violencia ginecológica, situación que han enfrentado la mayoría de las mujeres, pero que aún se normaliza.

Cuando tenía 22 años, Martha acudió a su primera revisión ginecológica para realizarse un papanicolau y una colposcopia.

Lo que debía ser un estudio rutinario, se convirtió en una pesadilla. Toda su vida había escuchado historias de mujeres cercanas en las que el dolor y el miedo eran recurrentes durante este tipo de estudios.

Mientras esperaba su turno, las manos le sudaban, sentía miedo y esto no mejoró cuando ingresó al consultorio.

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El médico simplemente comenzó a hacerle preguntas y posteriormente le ordenó que se retirara la ropa interior y se colocara una bata.

“Abre más las piernas”, le dijo el ginecólogo. Sin dar una explicación, le introdujo el espéculo en la vaguina. Martha sintió mucho dolor, pero pensó que era lo normal, no dijo nada y se aguantó las ganas de llorar.

Durante la exploración, el médico nunca le habló, únicamente hacía muecas y caras, lo que la joven interpretó como malas noticias.

Al salir del consultorio no pudo evitar sentirse mal, sin embargo no comentó la situación con nadie, se sentía avergonzada. Fue años después que Martha supo que había sido víctima de violencia ginecológica.

Hay diferentes formas de ser agredida durante una revisión ginecológica, explica la doctora Mariana Robles, y éstas pueden repercutir no solo en la salud de las pacientes, también en lo emocional, social y físico.

“Por ejemplo, el hecho de que sea subestimado un signo o un síntoma, eso está bien descrito en estudios, que a las mujeres se les cree menos la intensidad del dolor, se le recomiendan menos analgésicos que a los hombres.

“Hay mujeres que evitan un chequeo ginecológico porque saben que serán atacadas por la apariencia de su cuerpo, por la talla que utilizan o por el tipo de procedimientos que se han realizado sobre su cuerpo sin autorización”, explica la especialista en obstetricia.

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Dichas situaciones repercuten en la prevención de enfermedades y en el tratamiento de estas.

Son pocos los datos que existen sobre este tipo de violencia hacia la mujer y los que hay se centran en el que ocurre hacia embarazadas y durante el parto.

De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, realizado por el Inegii en 2016, el 33% de las mujeres en México han sufrido violencia obstétrica.

En la mayoría de los casos, la violencia ginecológica no se denuncia. La doctora Robles señala que esto ocurre debido a que hay un sistema que no apoya a la víctima, hay una revictimización en la que la misma paciente termina siendo afectada o cuestionada con el típico: ‘lo mal interpretó, ‘ella favoreció la situación’, ‘mira cómo iba vestida’.

“Las mismas razones por las que una mujer no denuncia violencia en el resto de la sociedad o una violanción, por ejemplo, son las mismas razones por las que no están reportando este tipo de situaciones médicas.

Algo que lo agrava es que los médicos, culturalmente tenemos una jerarquía, se nos pone un lugar diferente por saber más, esa es una medicina vertical, jerárquica y patriarcal, en la que entonces es fácil que el doctor o la doctora haga lo que necesite hacer con mi cuerpo y a veces las mujeres ni siquiera alcanzan a detectar la violencia porque es la forma con la que las han tratado siempre”, indica la ginecóloga.

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Violencia ginecológica: Red flags en una consulta

  • Expresa su juicio con miradas o comentarios de desaprobación cuando te pregunta por el número de parejas sexuales que has tenido.

  • Condiciona tu diagnóstico y tratamiento haciendo referencia a tu talla o peso.

  • Sugiere embarazarte como solución a quistes, dolor menstrual, desequilibrio hormonal, etc

  • No te da explicaciones sobre lo que hace o hará durante la exploración u otro procedimiento.

  • Utiliza frases como “ya estás grande” para hacer referencia a que tienes que buscar un embarazo, aún cuando no está en tus planes.

  • Le pide autorización a tu pareja para indicar procedimientos anticonceptivos.

  • Te niega métodos anticonceptivos definitivos, basándose en tu edad, cuántos hijos tienes o en los deseos de tu futuro marido.

  • Te hace sentir incómoda con miradas, comentarios o tocamientos inapropiados.

  • No permite que estés acompañada durante la revisión y exploración.

  • Expresa enojo por las decisiones que tomaste sobre tu tratamiento.