Nuestros propósitos para este año son trascendentales: conectar con dios o con las diosas o el gran espíritu; con los ancestros, la madre tierra y el universo. Cultivar la introspección. Admirar la perfección de la naturaleza. Dialogar con el misterio y las fuerzas invisibles. Sabernos mortales y agradecer por el milagro de la vida. Si resuenas con algunos de esos propósitos, esta guía es para ti.

Por Eugenia Coppel

Ilustraciones: Ana Chavana

Vivimos tiempos de nuevas y muy diversas espiritualidades, más ligadas con una salud integral que con la religión. Lo vemos con la popularización del yoga o la meditación, disciplinas en las que se busca el bienestar a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Las filosofías orientales, como el hinduismo, el budismo o el taoísmo tienen ya muchísimos adeptos en occidente. Pero también han ganado popularidad otros saberes ancestrales y terapéuticas alternativas, como la astrología, el tarot, la numerología, la psicología junguiana, el biomagnetismo, el neochamanismo, las plantas-medicina, los temazcales, y muchos otros.

Desde un punto de vista astrológico, la humanidad está atravesando un cambio de era: de la era de Piscis a la era de Acuario, lo cual es bastante excepcional si se considera que cada era tiene una duración de poco más de 2,100 años. Aunque no existe un consenso acerca de las fechas de inicio y fin de cada etapa, lxs astrólogxs coinciden en que llevamos algún tiempo en transición.

La era de Piscis está estrechamente ligada con el cristianismo. Jesús camina sobre las aguas e incluso el pez es su símbolo (¿coincidencia?). Con el nacimiento de Cristo inicia el conteo del tiempo para la civilización occidental. Y los 20 siglos posteriores están marcados, en buena parte del mundo, por la dominación de la Iglesia católica. El español José Millán, famoso por sus análisis astrológicos de la política internacional, sugiere que el actual conflicto entre Israel y Palestina es uno entre muchos signos de un progresivo final de era, que ocurre simbólicamente en la cuna de la cultura judeocristiana.

La expansión de la conciencia colectiva asociada a la era de Acuario ya fue pregonada por el movimiento de los hippies en el siglo pasado. El arquetipo acuariano rompe con las estructuras rígidas: está asociado al aire, a la comunicación, la globalización, la innovación, la exploración del espacio, las redes, la visión de futuro. Según Millán, la humanidad comienza a dejar atrás los dogmas religiosos de la era pisciana para abrazar la amplitud de la conciencia. En lugar de mesías o figuras redentoras, los individuos se inclinarán cada vez más a reconocer su propia naturaleza divina y su interconexión con la totalidad sagrada.

Para lxs lectorxs más escépticxs, podemos dejar de lado las explicaciones esotéricas y considerar algunos datos. Si comparamos el censo mexicano de 2010 con el de 2020, se observa que disminuyó el porcentaje de las personas que se identifican como católicas (de 85.4% a 78.6%) y aumentó casi cuatro veces el número de quienes respondieron “sin adscripción religiosa” o “sin religión” (del 3.2% a 12.7%). Si antes se acudía a la iglesia para intentar comprender el significado de la vida y procurar vivirla en equilibrio, ahora es cada vez más común buscar ese tipo de respuestas en los libros de autoayuda y de superación personal (o en cuentas de Instagram y TikTok).

Esa categoría literaria representa el 27.5% de los libros que se leen en México, según el Módulo Lector 2023 del INEGI. Para la antropóloga Mónica Cornejo, que estudia el cruce entre salud y religiosidad en la Universidad Complutense de Madrid, es la literatura de autoayuda la que en buena medida ha extendido y consolidado las prácticas de una espiritualidad terapéutica.

En Chilango queremos que arranques este 2024 lleno de sabiduría y de luz, así que nos dimos a la tarea de analizar algunas de las tendencias más populares para conectar con une misme y con el todo.

Meditación  

Empecemos con lo menos polémico: la meditación. Si bien es cierto que esta práctica milenaria está asociada a algunas religiones, como el budismo, también es verdad que no es necesario un marco religioso para meditar. Acá las creencias son irrelevantes. Lo único que se requiere es la disciplina para sentarse con la espalda recta –en un cojín a ras del piso o en una silla con los pies en tierra– y disponerse a observar lo que sucede en el espacio interior.

Al principio no resulta sencillo. En la era de las pantallas, nos encanta recibir estímulos todo el tiempo, así que la mente puede sentirse agobiada con la tarea de observarse a sí misma. Pero el proceso de adaptación es similar a un entrenamiento físico: los primeros días pueden ser un tormento pero a medida que nos fortalecemos y ganamos condición, se convierte en un hábito disfrutable.

 Es importante tener claro que la meditación no consiste en poner la mente en blanco. En palabras de Antonio Karam, maestro budista y fundador de Casa Tibet México (@casatibetmexico), meditamos para familiarizarnos con estados mentales positivos. En el budismo se identifican dos tipos de meditación: una para lograr la estabilidad de la atención, o shamatha; y otra de análisis o investigación: vipassana, que significa “ver las cosas como realmente son”. 

La primera busca elevar el nivel de concentración, y una de sus técnicas más comunes consiste en notar las sensaciones del respirar, esa función involuntaria del cuerpo que nos conecta con el presente. Cuando surge un pensamiento, se observa sin juicio y se deja pasar, para volver la atención a la respiración. La acción se repite una y otra vez, todas las veces que sean necesarias. Con el tiempo y la práctica, se va ampliando el espacio entre un pensamiento y el siguiente. Y mientras más tiempo logramos morar en ese estado mental, más nos conectamos con la paz que nos habita.

Karam explica: “La habilidad de cultivar la atención –sostenida, prolongada y voluntaria– es indispensable para recuperar el aquí y el ahora: el entorno en donde las cosas son; porque el pasado ya no existe y el futuro todavía no es”. Además, para hacer el segundo tipo de meditación se requiere haber cultivado cierto grado de atención. En la meditación analítica o vipassana, “se emplea esta mente que no divaga y no se hunde en el sopor para investigar temas transformadores de la vida”. Existen muchas técnicas de vipassana pero uno de sus objetivos centrales es familiarizar a la mente con estados mentales positivos como la compasión y el amor bondadoso.

Instituciones tan reconocidas como Harvard o la Asociación Americana del Corazón, respaldan investigaciones científicas que han demostrado los beneficios de una práctica de meditación sostenida: mejora la calidad del sueño y del estado anímico, disminuye el estrés y la reactividad y aumenta la regulación emocional. Un estudio de 2023 del British Medical Journal reveló que la meditación mejora la calidad del microbioma intestinal, y por lo tanto, refuerza el sistema inmune. Todo esto se traduce a la larga en una vida más sana, pacífica y feliz.

Además no hace falta retirarse a una cueva o meditar ocho horas al día para experimentar los resultados. Nazareth Castellanos, una neurocientífica española experta en el tema, asegura que una práctica de media hora diaria es suficiente para empezar a observar cambios en la estructura del cerebro, y que estos comienzan a producirse tras meditar solo cinco días.

Psicodélicos o enteógenos

Hongos, peyote, ayahuasca, sapo. En micros o en macrodosis. En ceremonias de tradiciones indígenas o en sesiones individuales con terapeutas. Cada vez es más común escuchar que las personas recurren a estas sustancias psicoactivas, ya sea para explorar su conciencia y sentir la unidad con el todo o para sanar algún trastorno mental o un trauma del pasado.

Aunque no se puede negar que el mundo occidental está inmerso en un Renacimiento Psicodélico –como se le llama al movimiento en Estados Unidos–, hay que tener muy claro que estas sustancias todavía están prohibidas en la mayoría de los países. Es el caso de México, donde solo se permite el uso a los pueblos originarios que lo han tenido como parte de su tradición desde tiempos ancestrales.

Pero también sabemos que todas las drogas circulan a pesar de la prohibición. De modo que si estás considerando probar los psicodélicos –o enteógenos– como una alternativa para tu vida, lo más importante es que te informes lo mejor posible. La página de la fundación ICEERS (www.iceers.org) es una excelente opción para conocer a detalle las propiedades de distintas plantas, animales y hongos con efectos psicoactivos. 

Al modificar el estado de conciencia, los psicodélicos nos permiten vernos a nosotrxs mismxs desde nuevas perspectivas, así como procesar emociones reprimidas y entender su origen para resignificarlas. Desde un punto de vista psicológico, la experiencia se puede describir como un viaje al inconsciente. Desde las neurociencias, es una pausa en el funcionamiento habitual del cerebro que permite un reinicio más ligero respecto a los viejos patrones.

La etimología ya nos habla de la profundidad de la experiencia. Las palabras psicodélico y enteógeno tienen raíces griegas: psicodelia significa “manifestación del alma o de la mente”, y enteógeno, “con dios dentro”. Las narraciones subjetivas suelen incluir conceptos como “disolución del ego” o “trascendencia del yo”, y esas experiencias místicas o de integración con lo divino pueden tener en sí mismas cualidades terapéuticas.

Sin embargo, como explica Jorge Elizondo (@jorgeelizonndo), “una experiencia mística puede funcionar como un reinicio pero no cambia la programación fundamental”. En opinión de este psicoterapeuta mexicano con residencia en Denver, Colorado (donde ya están legalizados los hongos y su sustancia activa, la psilocibina), la clave para una transformación real y duradera está en la integración de los aprendizajes de esa experiencia a la vida cotidiana. Por eso él y otros expertos recomiendan buscar acompañamiento terapéutico para el antes, el durante y el después de una macrodosis con sustancias psicodélicas. 

La doctora Anja Loizaga-Velder, quien ha investigado por más de 20 años las terapias con enteógenos, advierte que esta alternativa no es para todas las personas. En particular deben abstenerse quienes tengan antecedentes familiares de brotes psicóticos o trastorno bipolar. Estas sustancias, explica la terapeuta, inducen estados no ordinarios de conciencia que son impredecibles: “Para algunos es muy placentero y para otros puede ser el reto más grande de experiencia interior, porque puede que resurja un trauma que ha experimentado a lo largo de la vida”.

Respecto a las microdosis –o dosis imperceptibles de una sustancia –, aún no existe demasiada evidencia científica que respalde su efectividad. Su consumo está de moda en Silicon Valley y se ha extendido a otros sitios, aunque se cree que en realidad funcionan como placebo. Sin embargo, señala Elizondo, algunos estudios han demostrado que tienen resultados similares a los antidepresivos, pero sin los efectos secundarios.

Tarot

En apariencia, el tarot es un antiguo juego de naipes; se calcula que el primer mazo surgió alrededor del siglo XV, en Italia. Pero si se profundiza en la sabiduría que guardan sus 78 cartas, el tarot puede ser una potente herramienta de introspección y autoconocimiento. “Se trata de establecer una colaboración, un diálogo intuitivo con las cartas en el que se involucra el cuerpo, la mente y el espíritu”, me dice Clara Rizzo, quien estudia y hace lecturas de tarot desde hace 15 años.

Para entender de qué va esa conversación, es necesario hablar de arquetipos, definidos por Carl Jung como las fuerzas instintivas que operan de forma autónoma en la profundidad de la psique humana. Son imágenes universales, aunque su forma específica puede variar entre culturas y personas: El Padre, La Madre, El Héroe, El Loco, El Sabio, La Muerte.

Los arcanos del tarot representan esas y otras imágenes arquetípicas que habitan en el inconsciente colectivo, y que se manifiestan de forma habitual a través de los sueños. Si en astrología la relación de cada individuo con los arquetipos está dada por su fecha de nacimiento, en el tarot, esa relación se establece de acuerdo con las cartas que se eligen en un momento determinado. “Una lectura de tarot aparece en un momento presente, exacto, y por el principio de la sincronicidad nos toca lo que nos tiene que tocar, lo que tiene que salir para hablar con nuestro inconsciente”, dice Clara. 

La sincronicidad, otro concepto junguiano, es la coincidencia de dos sucesos a la que le otorgamos un significado. Como cuando piensas o sueñas con una persona y ese día te envía un mensaje. Pues algo similar sucede cuando se escoge un grupo de cartas y no otro, y a partir del mismo se empiezan a crear puentes de sentido. Para quienes establecen conexiones profundas con los lenguajes simbólicos, como el tarot, no es poco habitual que las sincronicidades comiencen a multiplicarse.

Desde este enfoque, el tarot no es predictivo. Más que adivinar el futuro, “la riqueza de la herramienta es conectar con el momento presente y ver lo que está pasando ahí”, opina Clara. También me cuenta que en sus primeros acercamientos con las cartas, solía tirarlas con sus amigas y esto las llevaba a tener conversaciones profundas. Algo similar sucede en sus lecturas con personas que no conoce. “Son momentos de introspección, en los que algo se afloja o se desbloquea. Muchas veces la gente llora. Hay un cambio energético importante con solo abrirse, es súper sanador”.

Para quienes busquen profundizar en el lenguaje del tarot, Clara recomienda dejar que la intuición sea la guía. Primero, elegir un mazo, que puede ser desde el más clásico –el tarot de Marsella–, hasta otros más modernos. Ella prefiere el Rider-Waite-Smith, creado a principios del siglo XX. Pero esa es una decisión muy personal, y una vez más, intuitiva.

Un ejercicio que propone en sus talleres de tarot es meditar unos minutos antes de observar cada carta, sentir qué se mueve al interior y escribir. “El tarot sirve como espejo, así que esa primera impresión es súper válida”. Después, hay un montón de libros para profundizar en los significados de cada arcano. Su recomendación: “Jung y el tarot. Un viaje arquetípico”, de Sallie Nichols.

Temazcal o Inipi

El temazcal, ese baño de vapor ritual prehispánico, es una práctica integral con múltiples beneficios. Primero por el contacto con la naturaleza –pues por lo general se realizan en entornos extraurbanos–, y en particular con los cuatro elementos: la tierra que lo sostiene, el fuego que calienta las piedras, el agua que produce el vapor y el aire, fresco en el exterior y muy caliente dentro, para limpiar y purificar el cuerpo. Además un temazcal es un acontecimiento colectivo, con círculo de cantos, rezos y los aromas y bondades de las plantas medicinales.

La palabra temazcal viene de dos palabras en náhuatl: temaz, que es vapor, conocimiento y baño, y calli que significa casa. La antropóloga Renée de la Torre explica que ha sido una práctica terapéutica de la medicina popular para varios pueblos de lo que fue Mesoamérica: desde los lakotas, en el norte (ellos le llaman inipi), hasta los otomíes, mayas y mixtecos. Sin embargo, también señala que se trata de una actividad que está cada vez menos presente entre las comunidades de pueblos originarios y es cada vez más valorada por una comunidad creciente de mestizos que la practican en ceremonias de espiritualidad alternativa.

A este último grupo pertenece Levi Monte, un arquitecto y activista de la agricultura urbana que corre un temazcal en las afueras de Guadalajara. Ahí, rodeado del bosque de La Primavera, se encuentra la comunidad en la que creció y donde aún vive, llamada Teopantli Kalpulli. Varias familias que habitan en ese lugar, fundado a principios de la década de 1980, tienen su propio temazcal, a los que también asisten personas de la ciudad.

Levi me cuenta que su comunidad ha sido una plataforma y un espacio de encuentros culturales con distintos pueblos originarios de México y de América, y que eso le ha permitido aprender diferentes formas de encaminar el temazcal. Él tenía nueve años cuando por primera vez estuvo en uno de estos baños rituales, con su papá.

Más tarde, a sus 22, comenzó también a guiarlos, bajo la encomienda y con el respaldo de una abuela y mujer-medicina de su comunidad. “Fue entonces que establecí una comunicación con el mundo espiritual, y como familia hemos mantenido ese rezo”, dice.

También señala que hay tantos temazcales como comunidades que lo practican y lo dirigen de formas diversas. Para él es importante, en primer lugar, consagrar un lugar adecuado para la reunión de las personas. Luego se va a la montaña: “A hacer rezo y agradecimiento a los diferentes elementos que se van a recolectar para la fabricación del espacio semipermeable donde se realiza: la madera y las piedras volcánicas”. De vuelta en el sitio del temazcal, prende el fuego unas horas antes del inicio donde se calientan las piedras.

Utiliza, además, varias plantas medicinales de su huerto para enriquecer la experiencia: salvia, ramas de copal, hierba santa (“que ayuda a mejorar el sistema respiratorio y a relajar el sistema nervioso”) y orégano fresco (“como tonificante y antiséptico”).

Levi reconoce los esfuerzos que han hecho varios líderes comunitarios en México para contribuir al resurgimiento de prácticas ancestrales como el temazcal. Desde su óptica, este tipo de celebraciones son muy importantes para hacer un contrapeso ante las crisis ambientales, políticas y espirituales que se viven en el presente.