Cuando una persona tiene el encuentro con la muerte, Betty se encarga de dar la manita de gato para que le den el último adiós. Te contamos qué hace una embalsamadora.

Beatriz Franco Ávalos vive en Nezahualcóyotl y tiene uno de los trabajos que pocas personas se atreverían a realizar.

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La práctica de conservación de cadáveres tiene un origen muy antiguo.

De hecho, las primeras referencias remontan al antiguo Egipto; se creía en la inmortalidad del espíritu humano.

Por esta razón, hacían el embalsamamiento o momificaciones con el objetivo de preservar la identidad de la persona en el más allá.

“Pues a nosotros nos empezó a jalar mi papá para ayudarle a trabajar y pues ya nos seguimos. Ahorita ya somos los hijos, los nietos y hasta los bisnietos empiezan a embalsamar. O sea, somos toda una familia de embalsamadores”, dijo Betty a Chilango.

De acuerdo con Betty, lo más difícil de empezar a trabajar en este negocio fue dormir.

Debido a que cada vez que intentaba conciliar el sueño, los cadáveres aparecían en su mente.

Sin embargo, ahora después de tantos años de estar tan cerca de la muerte, se ha acostumbrado y lo toma con mucho respeto.

“Nosotros tratamos con mucho respeto a los muertos. Con mucho, mucho respeto porque pues ellos nos dan de comer. Entonces debería haber un respeto, ¿no?. Cuando yo pues llegó a oír, que si hay gente que es groserita con ellos, sí me molesta, sí me molesta”, señaló.

Para preparar un cuerpo, tiene que hacer todo un ritual.

Tiene lista la sala con el instrumental, detergente antiséptico, algodón, guantes, maquillajes, cloro, pero otro detalle clave es el certificado de defunción de la persona para comenzar el proceso.

“Para ver que corresponda todo con la persona: la edad, sexo, enfermedades, porque también ya te das una idea de más o menos de qué murió y qué composición de químicos necesita.

Ya ellos te dicen si lo quieren para dos o tres días o si lo van trasladar a Estados Unidos o África. Hay gente que viene de fuera y ya de ahí, pues ya lo pasamos a la sala, ya los pasamos a la plancha”, contó.

Una vez que el cuerpo está en la plancha, lo bañan y le aplican una inyección conservadora.

En el que se realiza un intercambio de sangre por la solución química a base de formaldehído.

Luego comienza el proceso de extracción de líquidos y heces fecales.

“Extraes eso nada más, eso en un caso normal. Ya en los legales, pues es más difícil porque hay que inyectar parte por parte, son 6 puntos que hay que inyectar.

En un íntegro, pues un solo punto y ya, como está todo conectado, no hay problema. Después de eso, ya lo volvemos a bañar, se rasuran, se visten, se maquillan y se peinan para que queden bonitos”, explicó Franco.

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El tiempo del proceso dependerá de la complexión, tipo de enfermedad o causa de muerte de la persona.

Pero en promedio se puede tardar de una hora hasta cinco horas.

Si es una persona delgada, pues te tardas aproximadamente una hora, delgado o regular, pero ya si es una persona que está obesa, igual te puedes tratar hasta cinco horas.

“Uno lo tiene que entregar limpio y tener la certeza de que el cuerpo ya no va a tener ningún problema porque se supone que somos un paliativo para el familiar y aparte de que para traslado, pues salubridad lo exige embalsamado, Pero aparte el familiar debe de verlo bonito, tranquilo, más que nada tranquilo”.

Dentro de lo qué hace una embalsamadora, es enfrentarse a todo tipo de casos, desde una muerte natural hasta los casos legales.

Estos últimos son los más complejos por el nivel de crueldad con el que llegan, el dolor inmenso de las familias y que el proceso de conservación también cambia, como en el caso del maquillaje.

“Hay veces que la gente muere y queda con la boca abierta o con cara de dolor. Entonces, se le da masajito para que se le vaya acomodando su cara para que parezca dormido”, señala.

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Dentro de los trabajos qué hace una embalsamadora, destaca la reconstrucción facial.

Utiliza cera y pegamento para realizar la escultura. Sin embargo, eso requiere de entre una hora o tres horas dependiendo la situación.

Aunque Beatriz cuenta que ahora no le tiene miedo a su trabajo y es feliz haciéndolo.

Sí le han tocado situaciones complejas, como embalsamar el cuerpo de su propia madre y ahora está a cargo de arreglar a toda su familia cuando llegue el momento de despedirlos.

“Cuando no lo puedo vestir le digo ‘Permítame, ayúdeme’. Y ya que acabo y lo veo bonito le digo ‘Te portas bien, ¿eh? Ahí me apartas un lugar pero dentro de muchos años…ahorita no quiero’”, dice la embalsamadora de Neza.

De no dedicarse a preservar cuerpos, le hubiera gustado ser licenciada en Derecho “Para defender a las mujeres”, concluye.