Es hora de hablar de la (evidentísima) homosexualidad reprimida en la Época de Oro del cine mexicano. En los últimos años, el cine mexicano ha destacado por dar cabida a representaciones dignas de miembros de la comunidad LGBTQ+. Los filmes del director Julián Hernández y otras películas como Te prometo anarquía (Julio Hernández Cordón, 2015), Camino a Marte (Humberto Hinojosa Ozcariz, 2017), Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017) y El baile de los 41 (David Pablos, 2020) han abierto camino a aquellas voces no heterosexuales que tanto tiempo se encontraron silenciadas u oprimidas en la filmografía nacional.

Se reconoce a las décadas de 1960 y 1970 como los momentos clave en donde los miembros de la comunidad LGBTQ+ comenzaron a adquirir relevancia en la gran pantalla mexicana. Mauricio Garcés encarnó a un personaje abiertamente homosexual en Modisto de señoras (René Cardona Jr., 1969); la Manuela (Roberto Cobo) se abrió paso en El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1977). Mientras que Jaime Humberto Hermosillo fue el cineasta responsable de la inserción de múltiples personajes apartados de la heterosexualidad en su cine.

Homosexualidad mal representada en la Época de Oro del cine mexicano

No obstante, en estas dos décadas no todas las representaciones del colectivo fueron dignas. En el denominado cine de ficheras era frecuente la presencia de personajes homosexuales —generalmente varones—, quienes eran ridiculizados y caricaturizados por la expresión de su sexualidad y por su misma orientación. Esto se aprecia con lujo de detalle en la cinta más distintiva de estas producciones: Bellas de noche (Miguel M. Delgado, 1975).

A pesar de que los miembros de la comunidad LGBTQ+ comenzaron a salir del clóset cinematográfico mexicano a partir de 1960, es posible identificar a varios personajes del colectivo en diversas producciones de la Época de Oro del cine nacional.

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El primer homosexual en pantalla

La casa del ogro (Fernando de Fuentes, 1938)

Varios investigadores y especialistas en el cine mexicano de la Época de Oro coinciden en que este largometraje de Fernando de Fuentes presenta al primer personaje homosexual de la historia fílmica nacional: Don Pedrito (Manuel Tamez).

En una sociedad conservadora como la mexicana, de Fuentes se atrevió a incluir un personaje homosexual en su película. Para ello, recurrió a los estereotipos que predominaban en la época y presentó a un hombre gay de tipo afeminado, con vestimenta elegante, con ademanes y voz delicados, quien disfruta de enterarse de todos los chismes.

Don Pedrito, pese a interactuar con todos los demás miembros de la vecindad en la cual se desarrolla la historia, se muestra más cómodo rodeado por mujeres. Asimismo, se convierte en el blanco de varias burlas por parte de los demás, quienes lo llaman, a sus espaldas, “marica” o “Doña Petrita”.

Si bien en La casa del ogro se muestra la estereotipación del personaje homosexual y se le presenta como un individuo ajeno o extraño ante la heterosexualidad predominante, se trata del primer paso firme en la representación de miembros del colectivo LGBTQ+ en el cine nacional.

El travestismo filmográfico

La monja alférez (Emilio Gómez Muriel, 1944)

El travestismo fue una temática recurrente en el cine mexicano de la Época de Oro. Casi siempre se mostró una aproximación cómica al tema desarrollando la trama en el hecho de que, por motivos románticos, un personaje debía disfrazarse o vestirse como alguien del sexo opuesto, lo que terminaba construyendo ingeniosas comedias de enredos donde la comicidad radicaba en las mismas convenciones de la heterosexualidad.

En las décadas de 1940 y 1950 se estrenaron varias cintas donde se exponía este travestismo cómico, siendo éste el caso de Me ha besado un hombre (1944), Vuelven los García (1947), Yo soy muy macho (1953) y Pablo y Carolina (1957). En este rubro se sitúa La monja alférez, protagonizada por María Félix.

La cinta de Gómez Muriel recupera libremente la historia de Catalina de Erauso, una monja que en 1624 escapa del convento vestida de hombre, lo que da pie al surgimiento de múltiples enredos y conflictos. En la vida real, la monja alférez llegó a ser enjuiciada por la misma Inquisición por el hecho de travestirse.

En la película, la Doña representa a una mujer obligada a comportarse “como varón” dadas las circunstancias que enfrenta, se inserta en las prácticas masculinas de la época en que se ambienta la cinta, como lo podrían ser las visitas a las tabernas, así como la demostración de un carácter duro y severo frente a los demás.

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Lesbianismo de oro

Muchachas de uniforme (Alfredo B. Crevenna, 1951)

Al momento de hablar del lesbianismo en el cine, es posible encontrar que existe una gran diferencia numérica en cuanto a producciones protagonizadas por mujeres no heterosexuales con respecto a lo que ocurre con los homosexuales varones, algo evidente en la misma Época de Oro del cine mexicano.

Un caso atípico se desarrolla en la cinta Muchachas de uniforme, donde —a manera de un drama— se cuenta la historia de Manuela Medina (Irasema Dilián), una huérfana estudiante que se enamora profundamente de su profesora Lucila (Marga López). El filme cuenta con un final trágico para ambas mujeres, recalcando la imposibilidad en esta época de una relación de este tipo.

La cinta de Crevenna se considera, en la actualidad, una pieza de culto que se atrevió a proponer una temática completamente apartada de las convenciones de género que imperaban al momento de su estreno.

Al igual que la homosexualidad, el lesbianismo en el cine de oro mexicano no fue explorado de manera constante hasta la década de 1970, donde varios filmes protagonizados por Isela Vega dieron pie a la representación de varias mujeres no heterosexuales.

¿Amigos o, más bien, novios?

A toda máquina (Ismael Rodríguez, 1951)

En la Época de Oro del cine mexicano fueron pocos los filmes que se atrevieron a mostrar personajes abiertamente homosexuales. Sin embargo, un número considerable de producciones presentaron situaciones o temáticas homoeróticas en el subtexto de los filmes; es decir, a manera de meras insinuaciones.

Esto se desarrolló en las “buddy movies”, cintas en las que la amistad y el compañerismo entre dos personajes masculinos tiende a ser más importante que cualquier posible relación afectiva con alguna mujer. Estos filmes se centran en mostrar la cercanía entre los varones que se ve, abruptamente, interrumpida por la aparición de una mujer que comienza a separarlos.

A toda máquina explora esta situación en una historia protagonizada por Pedro Infante y Luis Aguilar, dos oficiales que sostienen una profunda —y sugerente— amistad hasta el momento de la aparición de una mujer que los separa y despierta los celos del otro varón.


Algo similar se presenta en ¿Qué te ha dado esa mujer? (1951) y, posteriormente, en Tintorera (1976). Todos ellos filmes con un subtexto homosexual dada la imposibilidad, en su momento, de presentar a los personajes fuera del closet del cine mexicano.

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