Acreedor de la Medalla Bellas Artes 2019 en la categoría Teatro, Luis de Tavira es modesto. A pesar de que actualmente ofrece una cátedra en la puesta en escena El padre, el maestro considera que lo que hace en el escenario es más bien un tributo a sus colegas, de los que aprendió lo que sabe, porque él no se llama a sí mismo actor.

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¿Cómo llegó Luis de Tavira al teatro?

De Tavira quiso primero ser jesuita, por la admiración que sentía por los maestros que lo educaron en una escuela de la orden. Sus mentores pronto se dieron cuenta de que Luis tenía lo necesario para subirse a las tablas, por lo que lo impulsaron a estudiar Letras Clásicas y Filosofía en el Instituto Libre de Literatura, en Puente Grande, Jalisco.

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Ahí fue donde escuchó el llamado de su verdadera pasión y vocación, Melpómene lo abrazó y se convirtió en uno de sus hijos más prolíficos. Tras graduarse en Arte Dramático en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM, Luis De Tavira logró desarrollarse y convertirse en ¡sí, en actor!, así como dramaturgo, director de teatro, ensayista y pedagogo.

Como buen virgo (nació el 1 de septiembre de 1948) es muy crítico consigo mismo, por lo que se contine cuando recibe un halago por su labor escénica o el reconocimiento generalizado por ser pilar fundamental del teatro nacional, con su creación del método de análisis tonal, que desentraña los elementos del lenguaje dramático y escénico.

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Un amor y respeto eternos

Luis lo tiene claro, desde que comenzó su carrera descubrió que “en un mundo intermediado, el teatro no soporta intermediarios porque su contenido es el arte de la vida. Uno tiene que enamorarse para hacer teatro y a veces es una invitación como esta [la que vive él], que a mí no se me ocurrió”, expresó en entrevista con Chilango.

De Tavira insistió varias veces: “personalmente no me siento actor, soy director y maestro, pero a alguien se le ocurrió que podía hacerlo y he actuado”, comentario que cuando se le ve con una entrega que puede provocar las lágrimas, como sucede en el Teatro Fernando Soler, del Centro Teatral Manolo Fábregas, se hace inverosímil.

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Luis compartió que cada que se planta en un escenario es “con un enorme respeto y como un homenaje a las actrices y los actores de quienes he aprendido lo que sé y por eso me atrevo, pero entonces me doy cuenta de que lo primero que tengo que hacer es enamorarme del teatro, es una gracia y sucede”.

Maestro comprometido

Su entrega al quehacer artístico nacional lo llevó a compartir sus conocimientos, como profesor es exigente, pero generoso; en este momento se siente preocupado por cómo la Generación Z no pone atención en las cosas que realmente debería, aunque les aplaude que no se queden callados.

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“Es un reto grande, en el que justamente uno se da cuenta de que no paras de aprender, hay unos cambios muy grandes entre los jóvenes de hoy y eso me hace entender que tengo algo más que aprender y que adecuar, pero que también veo con preocupación, yo pienso que a la generación de jóvenes de hoy le ha tocado un reto tremendo", reconoce.

“En medio de una crisis de civilidad muy grande que implica muchos cuestionamientos y hay muchas tentaciones de errar el camino, pienso que el destino del mundo estará en buena medida en la capacidad que tengan de dilucidar la posibilidad de cambiar esto que se ha agotado”, abundó Luis De Tavira.

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De sus alumnos, Luis admira la capacidad de indignación que tienen, tan necesaria en estos tiempos convulsos, pero enfatizó de nueva cuenta: “me preocupa que no les preocupen muchas cosas que deberían, pero esto le pasa el mundo y sobre todo al país”.

Un joven que enfrentó la represión

Nadie como Luis para entender lo que es ser joven en momentos oscuros; él dejó el seminario en 1968 y abrazó, en su renovada libertad, vivir “las primaveras” del mundo, que arrancaron en París y que pronto llegaron a México, donde la represión de Gustavo Díaz Ordaz convirtió aquel año en uno que sigue siendo asignatura pendiente nacional.

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“Como joven yo venía de la clausura de la escuela jesuita, del seminario. Para mí fue un bautizo de realidad abrir los ojos y ver a los chavos de mi edad metidos en el movimiento que era uno decisivo que cambió muchísimas cosas, en México era la aspiración a la democracia, todo el espíritu de la primavera del 68 en París”, compartió.

De Tavira reflexionó sobre el legado del 68: “Fue un movimiento que aspiró a la liberación, lo que yo recojo es que el movimiento te decía: ‘mira, no se trata de tener éxito, se trata de ser libre, intentemos serlo’. Entonces viene este movimiento liberador que en nuestro país se manifestaba en un anhelo de democracia”.

Foto: Alfonso Manzano

Luis vive uno de sus mejores momentos, está en los “cuernos de la Luna” con su carrera vigente y con sus enseñanzas que se retoman en Colombia, Costa Rica, España, Canadá y México. Ahora tiene un anhelo que espera se realice: cuando le toque hacer el viaje eterno, espera que le llegue lo más cerca del escenario que ama y del público al que le da todo.

Actualmente lo puedes ver en la obra de teatro “El padre”, en la que comparte escenario con Fernanda Castillo, Pedro de Tavira, Ana Sofía Gatica, Alfredo Gatica y Emma Dib. Estará en escena hasta el 21 de enero en el Teatro Fernando Soler, del Centro Teatral Manolo Fábregas.

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