Andar por los barrios bravos del territorio chilango ofrece a todo andante experiencias que en otras colonias no suelen ser parte de la cotidianidad, como el sincretismo religioso. Te llevamos por la ruta de los altares de la Santa Muerte en CDMX.

Esta imagen de culto no es reconocida oficialmente por la Iglesia Católica, sin embargo reúne una gran cantidad de fieles que le guardan especial cariño y respeto. 

Foto: Pável Gaona

Recorrido por los altares de la Santa Muerte en la CDMX

De acuerdo a los estudios de la antropóloga Katia Perdigón, se trata de una veneración sincrética, cuyos primeros orígenes se remontan a la época del Virreinato. Incluso, las primeras expresiones, podrían tener como antecedente el culto prehispánico a Mictlantecuhtli, el señor del inframundo.

Origen del culto a la Santa Muerte

Este sincretismo en el que se unen el imaginario precolombino y la religión católica se asemeja al culto rendido a San Pascualito Rey, una deidad en forma de esqueleto y vestido con una capa y corona a la que se venera en Guatemala y Chiapas. 

Pero, ¿por qué actualmente se concentra la mayor cantidad de fieles en colonias, coloquialmente denominadas como barrios bravos en la CDMX?

El periodista Diego Enrique Osorno en su libro La guerra de los Zetas, narra cómo es que estos altares se encuentran con frecuencia en zonas dominadas por los cárteles.

Foto: Pável Gaona

“En la zona menos documentada de México, Nuevo León y Tamaulipas, el rincón noreste del país, se encienden velas negras para pedir por las ‘cosas difíciles’. ¿Quién responde a esas plegarias? La dama de los desiertos vacíos: la Santa Muerte”. 

Este fenómeno parece replicarse en la Ciudad de México. En zonas donde los roles de justicia son distintos, la Niña Blanca, como también la llaman sus fieles, ha encontrado un lugar para hacerse presente.

Doña Queta, la guardiana del altar de Tepito

Enriqueta Romero, doña Queta, como la llaman sus vecinos y quienes la conocen por su labor como la primera mujer que hizo público el culto a la Santa Muerte, es amable pero también resuelta y sin pelos en la lengua. 

Cuenta cómo el 31 de octubre de 2011, se atrevió a hacer pública su fe con el levantamiento de un altar con la figura de la muerte justo afuera de su casa. Desde entonces el altar de la calle Alfarería 12 en Tepito, en el corazón de la colonia Morelos, es el más concurrido de la ciudad.

Foto: Pável Gaona

“Este fue el primero, ya luego vinieron muchos otros. Pero esto no es nada nuevo. A mí una tía me enseñó esta fe hace más de 50 años, y a ella igualmente se la transmitieron. Que ahora sea algo más público es otra cosa. Hay quienes te van a decir que esto es de hace 15 o 20 años”, comparte doña Queta.

Su sonrisa blanquísima se asemeja a la de la Niña Blanca, o la de su Flaquita, como llama cariñosamente al objeto de su devoción. Sabe que aquí lo mismo viene gente de bien que delincuentes, pero eso no le importa.

“Yo no me meto en sus vidas. ¿Hay ratas que le rezan? Sí, hay de todo y a mí no me corresponde juzgar”, afirma con seguridad la pionera del altar.

Foto: Pável Gaona

Doña Queta no titubea en exigir respeto por sus creencias. Reitera que ella no se mete con nadie, por tanto exige el mismo gesto hacia su culto. Sin embargo, no falta quien llegue a su barrio a predicar otras creencias de forma invasiva.

“El otro día vino un gringo a gritarnos quesque sobre la ‘verdadera fe’. Lo sacamos a mentadas de madre. A mí me han dicho bruja, adoradora del Diablo. Yo no sé que nos vaya a pasar al morirnos, mi fe me sirve para vivir hoy. En lo que creo es en Dios y en mi Flaca. Y si mañana amanezco, pues ya será otro día y eso ya es ganancia”, reitera orgullosa Enriqueta.

Exorcismos, misas y ofrendas

A unos metros del altar de doña Queta, todavía en la Morelos, se encuentra el autodenominado Único Santuario Nacional de la Santa Muerte.

Foto: Pável Gaona

En el número 35 de la calle Nicolás Bravo, se ubica una capilla más en forma, donde se ofician misas con diferentes temáticas. Las misas del jueves, De exorcismo y liberación, y las del viernes, en la que se pide por los presos, son en las que se le reza con mayor fervor a la figura de la muerte.

En su interior se pueden encontrar diversas representaciones de esta deidad. Algunas están elaboradas con papel maché y llevan una balanza en representación de la justicia; otras menos usuales son la del Ángel de la Santa Muerte, una advocación más reciente representada por una mujer alada de tez muy pálida.

En este santuario los devotos vienen a ofrendar dulces, manzanas rojas y escapularios. En su mayoría, los creyentes son esquivos y rehúyen las preguntas acerca de su fe. Llegan, se hincan en señal de devoción, dejan algún regalito y se van.

Foto: Pável Gaona

Solo Yoselín ofrece su testimonio: “A mí mi novio me introdujo en esta fe y se lo agradezco. Desde entonces me va mejor. Yo la verdad sí pido riqueza. Los que se quieran conformar con migajas, que vayan y le recen a la Virgen de Guadalupe”.

Los altares de Arteaga y Camelia

En la calle de Arteaga en la colonia Guerrero, se ubica otro de los altares a la Santa Muerte en la CDMX. Aquí los vecinos suelen traer ramos de flores, veladoras y juguetes. Todos estos son regalos para La Jefa, otra forma en la que sus fieles se refieren a la Santa Muerte. 

Foto: Pável Gaona

Además de la figura central del altar hay otras más pequeñas, entre las que destaca la dedicada a las siete potencias africanas. Esta es una de las pruebas del sincretismo de esta devoción, en la que se mezclan cultos prehispánicos, católicos y de santería africana.

La Doctores, donde el santo del narco acompaña a la Niña Blanca

Pocos son los lugares donde La Santa Muerte comparte su nicho. Y el ubicado en Doctor Vértiz, en la Doctores, es uno de ellos: codo a codo se encuentran La Flaca y Jesús Malverde.

Foto: Pável Gaona

Si algo comparten —además de espacio—es que ninguno de los dos santos están reconocidos por la Iglesia Católica.

El nombre de Malverde, el Santo de los Narcos, se menciona en corridos y es venerado por interceder en negocios poco lícitos. Al igual que la Santa Muerte son parte de devociones sincréticas que tomaron como punto de partida ritos ya establecidos para aderezarlos con otras creencias y prácticas. 

Aquí están juntos, pero no revueltos: a la Santa Muerte se le rezan rosarios el 1 y 15 de cada mes, mientras que a Malverde los días 3 y 17.

Foto: Pável Gaona

5 datos curiosos acerca de la Santa Muerte

  • En el 2000 la Iglesia Santa Católica Apostólica Tradicional Mex-USA solicitó su registro. Sin embargo, el 29 de abril de 2005, este registro se retiró. Desde entonces no cuenta con ningún reconocimiento oficial que avale el culto. 

  • El primer altar público a la Santa Muerte en la Ciudad de México es el de Alfarería 12, donde el primer día de cada mes acuden miles de fieles. Doña Enriqueta eligió ese día arbitrariamente, pero muchos otros altares han adoptado la misma fecha para celebrar los ritos.

Foto: Pável Gaona

  • A pesar de que en los llamados barrios bravos de la CDMX suele ser comunes los altares de la Santa Muerte, el más grande de México no se encuentra en territorio chilango sino en Tultitlán, Estado de México: una figura de 22 metros de altura. 

  • Existen varias oraciones dedicadas a la Santa Muerte, pero la más popular es la siguiente: “Niña Blanca, Santísima Muerte, bendice mi día, bendice mi suerte. Tráeme alegría, también a mi gente, no me abandones, cuidame siempre. Aleja lo malo, que no se me acerque y mis enemigos que de mí se alejen. Que en este día el éxito sea latente y la prosperidad me acompañe siempre. Amén”.

  • Existen varias oraciones que son pactos y cadenas irrompibles para obtener diferentes beneficios, como el amor, la prosperidad y la salud. Todas tienen un rezo específico y se acompañan con velas de distintos colores y ofrendas, que van desde los dulces y manzanas rojas, hasta cigarros, tequila y marihuana. 

Foto: Pável Gaona

Las historias en torno al culto de la Niña Blanca se esparcen entre los devotos, quienes fieles a su culto y creencia no faltan a los días de rito para ofrendar, agradecer o consagrar las peticiones.

Te recomendamos: Aparecidos, brujería y más en las leyendas de La Merced

También lee: La casa que Gaudí pudo construir en Mixcoac