En los tianguis del país, hay venta ilegal de medicamentos, conseguidos, en su mayoría, por representantes médicos que trabajan en laboratorios farmacéuticos.

En este tipo de comercio participan, además, consultorios, distribuidores, personal médico y la autoridad. Aquí te contamos cómo se entrelazan complicidades y quiénes se benefician a costa de la salud de la población.

Por: Shelma Cerrillo Jara. Ilustraciones: Eduardo Ramón

*Esta investigación fue realizada en el marco de la Maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas del Centro de Investigación y Docencia Económicas,  con la edición de Grisel Salazar y Carlos Bravo.

Los tianguistas

Nora N creció en el barrio bravo de Tepito. Sus padres dedicaron su vida a vender ahí todo tipo de objetos. El negocio ha pasado de generación en generación. Los dos hermanos de Nora venden ropa y aparatos electrónicos. Ella ofrece medicamentos a quienes pasan por Avenida del Trabajo, en la colonia Morelos, donde le cobran 50 pesos de renta al día y 500 más de vigilancia a la semana.

La señora de 56 años, que acepta ser entrevistada de manera anónima, comerciaba “cháchara”: vendía lo que llegara, aunque fuera robado. Hace seis años alguien se le acercó para ofrecerle medicamentos. Era un médico. Ella aceptó y comenzó a venderlos.

La tianguista ahora tiene varios proveedores, entre ellos tres doctores y tres representantes médicos, quienes en conjunto le surten cerca del 70% de la mercancía, principalmente de medicamento controlado. El resto de sus proveedores son asaltantes de farmacias y camionetas que transportan medicamentos. Sin embargo, hay quienes extraen los productos de los hospitales. “Algunas veces los doctores que trabajan en el ISSSTE también me llevan medicamentos”, dice.

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Ella asegura no tener entre su mercancía fármacos clonados, sólo muestras médicas. “Yo clonado no, ¡eh!, ni caducado; se lo roban, sí, eso sí”. De acuerdo con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), el tipo de mercancía farmacéutica que predomina en la venta ilegal de medicamentos es la muestra médica, en un 80%.

“Muchas veces no saben lo que traen, sino que ven mucha mercancía y te piden 20 mil pesos por todo”. Entonces ella tiene que revisar si el contenido realmente lo vale.

Nora sabe que necesita tener surtido de antibióticos porque es lo que más vende. Ella no pide receta, requisito para la venta ilegal de medicamentos en México. Entre su mercancía tiene antibióticos en 70 pesos, mientras que en el mercado formal se venden en 180. También vende antihistamínicos, antidepresivos o tratamientos para la diabetes. La insulina, que en una farmacia se vende en 400 pesos, en el tianguis puede adquirirse por 100 o 150. En general, en Tepito la gente puede comprar casi cualquier medicamento a mitad de precio.

Ella calcula que entre 50 y 60% de las personas que le compran llegan con receta de un consultorio de farmacias similares o del seguro social, porque prefieren no deambular entre un hospital y otro.  “Aquí vienen a comprar simplemente porque les sale más barato; yo creo que somos un mal necesario”, argumenta.

Nora dice tener miedo de que la aprehendan y, para evitar que eso ocurra, saca poca mercancía. “Cuando se hacen operativos y se llevan a la gente siempre se van contra los puestos grandes”. Mientras mayor cantidad de mercancía se tenga a la vista, mayor poder adquisitivo. “A ellos sólo les importa que aflojes la lana, ven a quién le pueden sacar más. La última vez que supe que agarraron a alguien fue hace unos meses: a María, sus dos hijos y un cliente que estaba comprando. Después de tres días de estar encerrados dieron 300 mil pesos para que los soltaran; no les pegaron ni nada y les regresaron toda su mercancía”, sostiene.

María N solía vender sobre Avenida del Trabajo. Ahí rentaba un espacio para comerciar sus medicamentos, hasta que cierto día hubo un operativo federal. Los policías cercaron la zona y se la llevaron, junto con sus dos hijos.

En la actualidad María coloca su mercancía en una mesa de aproximadamente un metro de largo por 50 centímetros de ancho, pero ahora en una calle distinta. Tiene pocos medicamentos a la vista y si algún cliente le solicita un fármaco que no tenga a la mano lo busca entre sus cajas, detrás de una lona. “Tengo que seguir vendiendo, si no cómo voy a pagar lo que me prestaron para sacarme”, dice.

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Marco N, quien también aceptó otorgar la entrevista en anonimato, vendía medicamentos en el tianguis de Tepito. Afirma que el medicamento controlado más buscado es el Rivotril, que contiene clonazepam, un antiepiléptico recetado para tratar fobias, síndrome de abstinencia, trastorno bipolar, trastornos del sueño o como relajante muscular, y si se toma con frecuencia puede generar dependencia. El Rivotril, anteriormente conocido como pepinito o soldadito porque dejaba marcada la boca de azul, se puede encontrar en farmacias a 531 pesos por 30 comprimidos. En el tianguis ofrecen una pastilla por 30 pesos. A pesar de ser más caro, los clientes prefieren comprarlo suelto porque así se gasta menos en el momento.

Otro medicamento que buscan mucho es el Viagra, para tratar la disfunción eréctil. En Farmacias del Ahorro venden una tableta en 51 pesos, misma que puede encontrarse en 10 o 20 pesos en el tianguis. “Aquí la gente que lo compra ya sabe lo que busca”, dice Marco. Si se le recomienda algún medicamento es muy raro que opte por llevarse uno alterno.

Hace unos años se hizo amigo de “El Lic”, un representante médico que le ofertó un lote de 10 mil piezas de distintos tipos de medicamentos. “Unos eran de libre venta, como analgésicos para el dolor de cabeza o la temperatura, y había para enfermedades venéreas y hasta virales”, sostiene. Sin embargo, decidió canalizar “el bisne” a uno de los comerciantes de su competencia, pues para entonces Marco había dejado la venta de medicamentos. El Lic ha trabajado para varios laboratorios como representante médico y se encarga de “acomodar” la mercancía entre los tianguistas.

Los laboratorios, sus representantes médicos y la venta ilegal de medicamentos

medicamentos ilegales

Ilustraciones: Eduardo Ramón.

Alfonso Sánchez, exrepresentante médico de la compañía farmacéutica internacional Eurodrug, trabajó 30 años en la industria. Afirma que hay personas dedicadas a comprar muestras gratis a los “rep” médicos, para después revenderlas por su cuenta en el mercado negro. Los conocen como “mueganeros”.

En Eurodrug Laboratories de México, S. A. de C. V., les piden a sus representantes médicos visitar a 10 doctores por día y entregarles su “promoción”, sostiene Alfonso, la cual consiste en repartir dos muestras de cada producto. Por lo general les dan muestras de cinco fármacos distintos, que van acompañados de artículos promocionales, como plumas, libretas, tarjeteros. Cada representante debe cargar con mínimo 100 muestras médicas si desea acabar con la cuota del día, lo que les permite ir acumulando muestras en caso de no entregarlas.

Hay laboratorios que llaman a los médicos esporádicamente para verificar que les estén llegando las muestras, pero casi no se hace. “Al médico no le gusta que lo estén molestando, y si llega a suceder y no visitaste al doctor, para entonces ya te hiciste su amigo y hasta te llama para avisarte que dijo que sí habías pasado a verlo”, confiesa Alfonso.

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Además de su trabajo habitual, los representantes médicos tienen la tarea de buscar quien les compre medicamentos de patente cuya caducidad esté próxima a vencer, sobre todo en farmacias o consultorios particulares, a pesar de que, por ley, deberían destinarse a la destrucción. Alfonso afirma que los laboratorios nunca quieren perder y prefieren malbaratar los fármacos a pagar por su destrucción. “Así pueden llegar a los mueganeros y al mercado negro”.

Fidel Hernández, compañero de Alfonso y extrabajador de Chinoin Laboratorios, reitera: “Para nadie es un secreto que hay representantes que venden la muestra médica”. Existen laboratorios al tanto de que los representantes médicos venden las muestras, sostiene, pero no dicen nada porque es promoción. Asimismo, confiesa que la venta de muestra es tan vieja como el primer laboratorio que existió y a la fecha no se ha erradicado. “Me atrevo a decir que 100% de los laboratorios venden sus muestras médicas”.

Cuando se trata de medicamentos controlados, si están caducos, maltratados o dañados su destino debería ser la incineración o el confinamiento, que consiste en “realizar una excavación, y los residuos se cubren con cal o con tierra, se hacen capas”, explica el químico Alberto Jiménez, responsable sanitario de Eurodrug.

Alicia Galván, directora médica del laboratorio Liomont, afirma que cuando algún medicamento de cualquier marca tiene problemas técnicos se regresa al dueño del registro, es decir, al laboratorio. En Liomont se pone en cuarentena: se guarda en el almacén y se reporta a la autoridad, quien lo lacra como cuando se llevan un auto al corralón, y se debe comprobar que se destruyeron los productos con un certificado de destrucción.

En el laboratorio los representantes médicos cuentan con tabletas electrónicas, y el registro de entrada y salida de las muestras se hace por sistema. Éstas deben entregarse a los doctores registrados y cada doctor tiene que firmar sobre la tableta electrónica para cotejar que coincida con la rúbrica guardada previamente en el servidor. Si al final del mes los representantes no entregaron todas, tienen que dar cuenta de ello.

Alicia asegura que se realizan auditorías internas para supervisar a los representantes. En los dos años que ella tiene trabajando en Liomont dice haber despedido a alrededor de 10 personas por dichas faltas.

Uno de los 800 representantes médicos de ese laboratorio, que pidió no ser mencionado en este reportaje, comentó sentirse estresado cuando su jefe, el encargado de la zona geográfica, le solicita el pago de los medicamentos que le fueron asignados para venta, tarea ocasional de los representantes. Generalmente son productos nuevos y por lo tanto es más difícil colocarlos. Cuando es así, el representante tiene un mes para vender los fármacos y cumplido el plazo debe pagarlos. Si no ha conseguido la venta del 100 por ciento tiene que pagarlo de su bolsillo y dedicarse a venderlos en los días siguientes si desea recuperar su dinero. Esto implica que no se tenga control sobre en manos de quién caen las sustancias.

Este testigo confidencial tiene dos años trabajando para la marca farmacéutica. Afirma que en dos ocasiones lo han auditado y confiesa tener en casa un espacio designado para las muestras médicas.

“Sabemos que en todos lados se vende medicamento falso; el problema de esto es que muchas veces las empresas no le quieren hacer frente porque le tienen pavor a la Cofepris”, afirma Carlos Mora, exgerente de seguridad del laboratorio Merck, quien trabajó para la industria farmacéutica durante ocho años e investigó la venta ilegal de medicamentos.Cuando el laboratorio reporta un medicamento falsificado, Cofepris puede pedirle a la empresa farmacéutica que realice un recall, es decir, que retire todo el lote del mercado. Eso implica pérdidas para el fabricante y el posible despido de muchas personas. “Es un drama”, así que  “todo el mundo se hace tonto, ésa es la realidad”, sostiene.

Si los laboratorios farmacéuticos desean atacar la problemática de la venta ilegal de sus productos tienen que pagar por una investigación, que posteriormente deben presentar a la autoridad para que ésta los apoye en la ejecución y realice un operativo para decomisar los medicamentos.

Cada operativo requiere una sinergia entre la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial y Cofepris; éstas, en conjunto con los investigadores, son los que confiscan los medicamentos.

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No todos los laboratorios quieren invertir en estas investigaciones. En 2011 se reunieron Merck, AstraZeneca, Pfizer, Merck Sharp and Dohme y Lilly, entre otros, para trabajar juntos. Mora sigue teniendo contacto con el personal de los laboratorios, además de que esporádicamente hace investigaciones para algunos de ellos. Afirma que tanto Pfizer como Lilly continúan pagando por este trabajo, pues comercializan, respectivamente, Viagra y Cialis, que son los más falsificados en el mundo junto con la Neomelubrina, para la calentura, y el analgésico Dolo-Neurobión Forte.

Mora advierte que durante los últimos años que trabajó en el rubro farmacéutico iba en incremento la falsificación de productos de alta especialidad, como medicamentos para el cáncer o el sida, y que últimamente sólo se han hecho operativos esporádicos. Él coincide en que las muestras médicas llegan al mercado negro gracias a los representantes, pero también a través del “señor del costal”, que compra las muestras médicas a los doctores y “puedes ser tú, puedo ser yo, no necesariamente un rep médico”, subraya.

En Tepito no se metían a pesar de saber dónde guardan el medicamento, comenta, ya que lo almacenan muy adentro y la periferia de Tepito es lo que ataca la autoridad. Desde su punto de vista, no podían realizar un operativo sólo de medicamento, “porque el de al lado almacena pistolas, el de allá droga, el de allá no sé qué cosa robada, entonces ahí la gente se cuida mucho”.

Los consumidores

Cada martes, Gloria acude al tianguis de Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa, a buscar las mejores prendas de segunda mano para después revenderlas en la colonia Zapotitla, de la demarcación Tláhuac. Ese trabajo le permite mantener a sus tres hijas.

Esta mujer, de 52 años, camina a paso lento entre los puestos de abarrotes, ropa, comida y zapatos, esquivando a la gente para no golpearla. Trae al hombro una bolsa que parece ilustrar el tamaño de su necesidad; en ella guarda las prendas con las que comercia. Se detiene en uno de los ocho puestos de medicamentos que se encuentran repartidos en una calle del mercado, saca de su delantal las recetas que le expidieron en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y en un consultorio de Farmacias Gi. Le muestra las hojas al vendedor y éste le entrega dos cajas, una de Dominion y una de Omeprazol, por las que paga 60 y 25 pesos, respectivamente.

Gloria afirma padecer varias enfermedades. Debe tomar dos tabletas al día, una para el pulmón y otra para la gastritis. Se atiende en el Seguro Popular, aunque en ocasiones acude a consultorios de farmacias. Sabe que ir al Seguro es perder todo el día y, como no siempre le surten los medicamentos en el momento en que los requiere, busca la alternativa más barata para no dejar su tratamiento. ¿Su mejor opción? El tianguis de Santa Cruz Meyehualco.

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Empezó a surtirse de manera regular en el tianguis tras ver que en una farmacia de patente le ofrecían la pregabalina (Dominion) en 570 pesos con 14 cápsulas. En una farmacia de genéricos pagaría mucho menos, 175 pesos, pero el ahorro es todavía mayor si la adquiere en el puesto ambulante, donde se la dejan en 60 pesos.

Marilina Soriano, de San Pedro Xalostoc, padece crisis de ansiedad y solía ser clienta del tianguis de Santa Cruz. En cada visita adquiría dos cajas de muestras gratis de Cymbalta en 300 pesos por 14 cápsulas, cuando en la farmacia se la vendían en 750 pesos. “Hace como cinco meses mi cardiólogo me dijo que ya se había vencido la patente, entonces ya no tengo que ir al tianguis”, indica. Ahora compra en una farmacia de genéricos el Ideliver Pro, con 30 miligramos de duloxetina: cuesta 170 pesos y contiene 14 cápsulas.

El mercado privado

mercado negro de medicamentos

Ilustraciones: Eduardo Ramón.

En 2001 César García comenzó a trabajar en NADRO, una de las cuatro distribuidoras de medicamentos a nivel nacional en México, donde creció profesionalmente durante 15 años.

El negocio de las distribuidoras es comprar los medicamentos a distintos laboratorios para después ponerlos a la venta en las farmacias comerciales, independientes, en tiendas de autoservicio u hospitales. Cuando algún medicamento sufre daños, tiene imperfecciones o faltan menos de tres meses para su caducidad, debe regresársele al vendedor, en este caso a la empresa distribuidora, que se encarga de la devolución y emite una factura por ese concepto a la farmacia. En caso de que estén por caducar, NADRO revisa si se encuentran en buenas condiciones para ponerlos nuevamente a la venta en otros establecimientos.

Como representante del laboratorio, García confiesa que cualquiera tenía la oportunidad de vender las muestras o los productos originales de obsequio, porque les llegaban a dar grandes cantidades para repartir. “Bien podías entregar unas cuantas [muestras] y quedarte con las demás para venderlas”. Dice no haberlo hecho nunca, pero sabe de compañeros que sí.

A pesar de contar con un sistema electrónico, en ocasiones llega a haber “faltante”, por lo que los supervisores se encargan de verificar el destino del medicamento mediante geolocalizadores que colocan en la ruta donde el producto se está perdiendo para saber adónde llega realmente.

El director de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma), Rafael Gual, coincide con las fuentes mencionadas en que el posible origen del comercio ilegal está en el contrabando hormiga de mermas, muestras médicas, medicinas falsificadas o material caduco. Agrega que en las importaciones puede darse también porque los productos no llegan al laboratorio de la marca o tienen otras fracciones arancelarias.

Desde la Cámara se reconocen como problemas el robo, la falsificación, el contrabando y el mercado ilegal. Apuntan que el mercado negro más grande en la Ciudad de México es Tepito, donde se encuentran medicamentos falsificados, caducos o usados. Gual afirma que es un problema que nunca acabará: “Es como el césped: pasas la podadora y al día siguiente creció nuevamente”.

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La autoridad

Pedro es policía de investigación y trabaja en el Ministerio Público número tres, en la colonia Morelos de la demarcación Cuauhtémoc. En los tres años que lleva trabajando ahí le ha tocado apoyar operativos, en Tepito y en el resto de la colonia, por venta de droga, robo a transeúntes o revisión de vehículos.

El policía afirma tener conocimiento del tipo de mercancía que venden en el tianguis, como los medicamentos,

los cuales se clasifican en controlados, de libre venta y antibióticos. “Se vende de todo y casi siempre los que nos toca decomisar son el Rivotril y el Valium”, con sustancia activa de clonazepam y diazepam, respectivamente. En la ley ambas sustancias son consideradas narcóticos, y si alguien excede el consumo máximo personal de inmediato equivale a un delito contra la salud. Al tratarse como si fueran droga, deben trasladar a los

implicados al ministerio público correspondiente, en este caso a Cuauhtémoc 3.

Sin embargo, a pesar de tener conocimiento del tipo de medicamento que venden en dicho mercado, afirma que ni él ni sus dos colegas del turno pueden realizar operativos por cuenta propia. Deben recibir la orden, ya que su labor depende de una denuncia, escrita o telefónica, generalmente anónima.

Dice que ellos solos no pueden detener a muchas personas y que en el barrio de Tepito casi siempre hay que pedir apoyo: desde tres o cuatro personas hasta 500 elementos. A su parecer, los delitos relacionados con narcóticos son los más perseguidos, pues suelen traer consigo otro tipo de infracciones, como homicidio, extorsión, secuestro, amenazas o posesión de armas de fuego.

Pedro coincide con María, la tianguista, al afirmar que la mayoría de las personas que compran fármacos en los tianguis son de la tercera edad, señoras a las que no les alcanza para atacar sus enfermedades ni con medicamentos genéricos, mucho menos de patente, y que por lo general tampoco logran surtirse en su clínica de afiliación, si es que cuentan con una.

A pesar de que la Secretaría de Salud cubre al 82.1 por ciento de la población, el Informe sobre la Salud de los Mexicanos 2016 arroja que “el acceso a servicios de salud y a medicamentos depende en poco más del 40 por ciento de la capacidad de compra de los hogares”.

De acuerdo con los reportes de la Cofepris, los últimos operativos contra el mercado negro de medicinas se han realizado en Jalisco (el estado con mayor número), Puebla y la Ciudad de México. Pero no sólo en nuestro país se comercializan medicamentos de manera ilegal: México ocupa el sexto lugar en esta práctica, por detrás de China, Rusia, Estados Unidos, India y Brasil. Se calcula que la delincuencia organizada suma ganancias de alrededor de 9 mil millones de pesos, lo que representa aproximadamente el 6 por ciento del valor del mercado legal de medicamentos en nuestro país, según la Unión Nacional de Empresarios de Farmacias (Unefarm).

Con todo, lo más grave de la situación es que la gente que consume medicamentos apócrifos o caducos no está tratando su enfermedad. Quien consume antibióticos originales sin receta e indiscriminadamente está contribuyendo a generar resistencias; es decir, a que las bacterias muten y se vuelvan inmunes al tratamiento, lo que representa un serio perjuicio para su salud y la de la población mexicana.

*Esta investigación fue realizada en el marco de la Maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas del Centro de Investigación y Docencia Económicas,  con la edición de Grisel Salazar y Carlos Bravo.

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