Esta es la primera parte del reportaje especial sobre abortar en la CDMX, la decisión de interrumpir el embarazo y las vivencias en las clínicas públicas y privadas, que se publicará a partir de este martes 2 de abril. Te invitamos a leer las siguientes partes el resto de la semana.

Para alcanzar lugar hay que hacer fila antes de las 6:00 am. Durante la espera, bajo el frío de la madrugada, a unas adolescentes se les observa llorar, mientras que otras mujeres de entre 20 y 40 años reflejan en su rostro preocupación, por no saber si saldrán a tiempo para ir a trabajar o por lo que les pueda pasar tras el sangrado. En la fila, hay quienes van a escondidas de sus maridos, mientras que otras llegan con sus novios o su mejor amiga. Es un hecho, ninguna llega tranquila. Estas mujeres decidieron abortar en una clínica pública de la Ciudad de México.

Actualmente, de lunes a viernes, dos clínicas públicas de Salud Sexual y Reproductiva que brindan interrupción legal del embarazo (ILE) abren sus puertas cada mañana para grupos de 15 mujeres, tanto chilangas como del interior de la República, que optaron por no continuar con la gestación, sumándose así a las 210 mil mujeres que han abortado gratuitamente en la CDMX desde abril de 2007 –cuando se despenalizó el aborto en la capital– a la fecha, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud local.

En tanto, en otros puntos de la urbe, hay mujeres que acuden a citas por las que pagaron de $2,000 a $6,000 en clínicas particulares, donde les practicarán el mismo procedimiento para interrumpir su embarazo, pero de manera menos invasiva: a través de medicamentos que inducen al aborto o por un proceso de aspiración al vacío, los cuales son los únicos métodos avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Internacional de Ginecobstetricia (FIGO).

Sin embargo, a casi doce años de la legalización del aborto durante las primeras 12 semanas de embarazo, el tema ha quedado solamente en la Gaceta oficial de la Ciudad de México, sin extenderse –hasta la fecha– a una discusión en el Congreso federal para dejar de tipificar al aborto como delito en todo el país, más allá de los casos de violación, a pesar de las peticiones ciudadanas y de organizaciones.

Además, quienes han practicado una interrupción de embarazo, o contemplan someterse a una siguen enfrentando el estigma social, presión y la desinformación con el tiempo a contrarreloj. Como el caso de Sonia, quien a sus 24 años decidió no ser madre: “El aborto es un caso muy personal, no se puede ver de manera general sino como una compilación de casos muy pequeños y particulares”.

Por ello, 10 mujeres que viven en la Ciudad y en el Estado de México compartieron a Chilango sus historias y razones por las cuales decidieron abortar. Todas ellas cuentan con educación media-superior o mayor, algunas estaban usando métodos anticonceptivos, la mayoría es católica, un par experimentó dos abortos, unas se arrepienten, otras están convencidas que fue la mejor decisión, algunas sufrieron violencia y abandono, pero todas vivieron algo en común: practicaron el aborto en silencio, pues es un capítulo que se mantuvo oculto en su vida, sobre todo ante sus padres, a pesar de la variedad de edades y condiciones sociales.

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¿Cómo es abortar en la CDMX?

A los 27 años, Diana conoció en un café a un australiano que estaba de vacaciones. Salieron varias veces y mantuvieron relaciones sexuales sin condón.

“Él se regresó y me empecé a sentir súper rara, diferente. Fui al doctor, me hicieron una prueba y luego una de sangre”, relata Diana, quien al no tener un trabajo estable decidió interrumpir el embarazo.

Al buscar opciones a través de internet le salió una lista de clínicas públicas, vio una cerca de Polanco, en la zona donde se movía por el trabajo y por su vivienda: la Clínica Especializada en la Salud de la Mujer “Marta Lamas”, del Centro de Salud México España, una de las 13 que operaba en la capital gratuitamente.

Acompañada por una amiga, Diana acudió en ayunas con su identificación oficial y comprobante de domicilio poco antes de las 6:00 am, ya había fila. Tras esquivar a unas personas de provida que le ofrecían hacerle un ultrasonido para que viera a su bebé, alcanzó un turno.

“Una va pensando ‘no quiero que nadie sepa’. Es muy intimidante, yo creo que alguien podría llegar sola e irse inmediatamente. No te sientes en confianza, sientes que estás huyendo de algo”.

A las 8:30 la pasaron a una sala de espera, donde un guardia “un tanto agresivo” les informó que estarían en la clínica hasta la 1:30 pm. “Había desde una mujer como de 40 años, hasta chavitas bien espantadas”.

Durante la espera, les dieron unas pláticas sobre el embarazo, uso de anticonceptivos, educación sexual y tipos de interrupción de embarazo. “También nos dijeron que una opción es dar al bebé en adopción, pero no te explican cómo funciona el sistema”.

Era un grupo de entre 15 y 20 mujeres, recuerda, una por una brinda su información frente a las demás. Después pasa cada una al ultrasonido.

“Nos dijeron que es importante que te hagan un ultrasonido para descartar un embarazo ectópico –que es cuando un óvulo fecundado se implanta fuera del útero, en su mayoría en las trompas de Falopio– porque si es así no se podría realizar el procedimiento”, dice. “Creo que si las mujeres toman pastillas en casa sí deberían ver un ultrasonido porque se podrían morir si tuvieran un embarazo ectópico”.

Aunque la atención la consideró buena, a Diana le desagradó que todos los doctores fueran hombres. “Había uno de 60 años que nos regañaba a todas, a mí me insistía que yo ya había ido en otra ocasión”, dice la joven, quien después pasó a que le indicaran cuál procedimiento le realizarían.

Debido a que tenía menos de 9 semanas de gestación, a Diana le tocó un aborto con medicamentos. Ahí mismo le dieron una pastilla sublingual para que el cérvix se abriera y una dosis para que se la tomara en su casa 24 horas después.

“Te explican bien qué va a pasar, incluso, te dan tips. Te dicen que si te sientes muy mal y vas con algún doctor les digas ‘no sé qué está pasando, estoy abortando y yo quería ser mamá’, para evitar que te den un mal trato, o si te toca un doctor machista o eres de provincia, porque los medicamentos no se registran en tu sangre”, dice.

También les indicaron sobre los cuidados e higiene, ya que son propensas a infecciones porque el cuello uterino está dilatado, y que tendrán que regresar a las dos semanas para un chequeo: “Me dijo una enfermera que más de la mitad no vuelve”.

Ya en casa, Diana se colocó una pastilla entre la mejilla y los dientes, una de cada lado a la vez. “A mí me dieron todos los síntomas que dijeron que te podrían dar: escalofríos, náuseas, vómito, dolor de cabeza, unos cólicos horribles y coágulos del tamaño de un limón”.

La joven regresó a su chequeo a la clínica, donde le mencionaron que todo estaba en orden y además le ofrecieron métodos anticonceptivos, como el dispositivo intrauterino, de forma gratuita.

Diana no buscó atención psicológica porque no sentía la necesidad ni de contarlo, ni de ocultarlo. Años después lo publicó en Twitter porque “da opción a que otras mujeres hablen, se acerquen y pregunten”.

“Debería ser legal en todos los estados, no todas tienen los medios para hacer su voluntad. Está bien que sea gratis en la CDMX pero alguien de 18 años de San Luis Potosí tendría que pagar todos sus gastos de transporte, comidas”, lamenta Diana, quien actualmente tiene 33 años. “Una mujer no tendría que venir hasta el DF a hacer cuestiones de salud y de ser autónoma como persona, las que sufren más y no lo pueden hacer son las que no tienen dinero… si con acceso es difícil”.

En las clínicas de la Ciudad de México donde se realiza la interrupción legal del embarazo (ILE) las mujeres pueden acceder al servicio por simple petición, es decir, no necesitan alguna otra justificación, a diferencia de las otras entidades.

Incluso, en caso de violación, ya no es necesario presentar la denuncia ante el Ministerio Público para solicitar la interrupción, de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana 046, la cual considera a la violencia sexual como un asunto de emergencia médica que debe ser atendido de manera inmediata y gratuita.

De acuerdo con la organización mundial sin fines de lucro IPAS, México está en números rojos debido a la alta mortalidad de mujeres por aborto inseguro, así como los procedimientos incorrectos que se realizan por falta de equipo o desconocimiento del personal médico; sin embargo, la Ciudad de México es la única entidad que se puede equiparar con países europeos, donde la tasa es menor al .1%.

“Nunca se ha presentado una muerte en los servicios de Interrupción Legal del Embarazo (de la CDMX) porque se cuenta con personal capacitado y los insumos necesarios”, indicó a Chilango la Doctora Claudia Martínez López, asesora clínica de IPAS en México, al destacar la necesidad de la legalización del aborto en el país.

En los primeros tres meses de embarazo el riesgo de mortalidad o complicación, mencionó, depende de las semanas de gestación. Si se utiliza una dosis correcta, el riesgo de complicación o de muerte es de menos de .5%, a diferencia de los riesgos de un segundo trimestre o semanas más avanzadas.

Según la experta, en las clínicas ILE, en el 90% de los casos se utilizó el método de aborto por medicamentos, mientras que el 10% fue por aspiración.

Aunque el modelo integral de las clínicas públicas locales están por encima de los estándares internacionales por aborto seguro –al no registrar ningún caso de muerte en los 210,000 procedimientos realizados– actualmente, de las 13 clínicas que ofrecían la Interrupción Legal del Embarazo en la CDMX, sólo dos de ellas brindan el servicio, debido a un desabasto de medicamentos.

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“Son células pero se castiga la falta de deseo de ser madre”

“Nunca lo dudé. Desde que vi que estaba embarazada supe que no quería ser mamá en ese momento”, recuerda Berenice, quien en ese entonces tenía 31 años y un nuevo trabajo. Había sido despedida de un empleo en el que duró 5 años, por lo que las deudas la llevaron de regreso a la casa de su madre, luego de no poder mantener el departamento donde vivía.

Berenice llevaba un par de meses saliendo con un hombre al que describe como “manipulador”, era escritor, un par de años menor que ella y con estabilidad económica, pero que, al saber del embarazo, desapareció y bloqueó todos los medios posibles para comunicarse. Incluso, en su círculo cercano comentó que era invento de ella para obtener dinero.

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“Ahora me resulta increíble, pero una de sus manipulaciones era que a él no le gustaba usar condón. Eso fue mutando a ‘¿me puedo venir adentro?’, aunado a ‘estoy deprimido y triste’. La relación se convirtió en una de súper riesgo, de pronto dejó de preguntar si se podía venir y un día yo estaba cerca de la ovulación”, recuerda.

“Yo acababa de conseguir un nuevo empleo, requería mucho esfuerzo físico, era project manager pero también tenía que hacer scouting y trasladarme a varios lugares. Sabía que no podía tomar la pastilla del día siguiente porque, en mi experiencia, cae súper mal, entonces lo postergué, pero entre el trabajo se me pasó. Pensé ‘bueno quizá no pasa nada, no creo ser tan fértil, ni que tuviera 15 años’”.

Berenice mantuvo contacto con su ginecólogo a través de correos electrónicos, pero cuando le dijo que no quería tener al bebé, él también dejó de contestarle. “Yo siempre quise ser mamá pero no es ser mamá por serlo, pensé ‘qué mal timing’, si algo así me pasara pero con un buen trabajo y otras condiciones sería distinto, lo hubiera tenido”.

Entonces, sus amigas le comentaron de unos anuncios de la clínica Marie Stopes que vieron en el Metrobús. Al ser la que mayor información ofrecía, Berenice acudió a la sucursal de la colonia Roma para el procedimiento.

“Al llegar, un par de personas provida estaban manifestándose, te gritan ‘asesina’. Yo no me embaracé por accidente, fue por no ser precavida, por ceder, pero llegar a hacerte el aborto y que te griten es abonar al dolor. No es una experiencia padre, pero cuando la pones en una balanza fue la mejor decisión. La aspiración es un procedimiento muy doloroso, básicamente te meten una aspiradora pequeña y extrae al embrión, sí es vida, pero celular, es un saquito de células”.

Cuatro años después del aborto, Berenice busca ser madre por inseminación artificial. Lleva tres intentos, sin éxito, debido a que su reserva ovárica es baja.

“Cuando da negativo, pienso una y otra vez en eso y me repito ‘y pensar que pudiste ser madre’”, dice la mujer de 35 años, quien sostiene que no se arrepiente de haber abortado. “Fue la mejor decisión, la más consciente y más compasiva que pude haber tomado por mi vida y por la de un ser que iba a venir a este mundo a pasarla mal”.

Berenice considera que la cultura del país es bajo el sacrificio materno, “tu vida no importa sino la del producto, te siguen viendo como una incubadora”.

“En las clínicas de fertilidad que fui te extraen los óvulos y con el semen de tu pareja o de un donador hacen embriones, justo lo que los de provida defienden, y te implantan como tres y si es exitoso, desechan el resto. Incluso, si varios son exitosos ya implantados dentro de ti, los desaparecen para que te quedes con uno. ¿Qué hacen los de provida? Nada, porque no están castigando que mates al bebé, te castigan a ti porque no quieres ser mamá”.

Mientras espera para poder embarazarse, Berenice lamenta la falta de arropamiento de las leyes del país y posturas políticas contra los derechos reproductivos de las mujeres. “Los hijos no somos castigos, los seres humanos no somos castigos para las personas que cometen errores, es un enfoque terrible, injusto y violento”.

La falta de legalización de la interrupción del embarazo a nivel federal y no como una regulación de cada estado, ha dejado vacíos legales, interpretaciones de normas, y la falta de exigencia de equipo médico, tanto de insumos como personal capacitado.

“Cuando el procedimiento (del aborto) está tipificado como delito, eso restringe o dejan en vía de optativo que los profesionales de la salud utilicen o sepan los métodos correctos”, indica Laura Andrade, responsable de comunicaciones de IPAS.

Ejemplo de ello, es que todavía en instituciones del IMSS o el ISSSTE se realizan legrados instrumentados, incluso en mujeres que tuvieron una complicación o accidente en su embarazo, a pesar que el método es obsoleto y no está recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque puede dejar a las mujeres infértiles, con cicatrices internas, y tiene mayor riesgo que se perfore la matriz.

La organización señala que si el aborto fuera visto como tema de salud pública, obligaría a una capacitación del personal sobre los métodos adecuados y una actualización y compra de equipo médico.

“Se siguen muriendo mujeres porque no acceden a servicios seguros, pero también es un tema de renuencia de los médicos, pero también podemos tener médicos que saben que la aspiración es lo correcto pero a veces no hay un fondo en el sistema u hospital para hacer la compra de estos insumos y hay que resolver el problema”, dijo la doctora Claudia Martínez López.

****Algunos nombres de este reportaje fueron modificados a petición de las propias mujeres que nos compartieron sus testimonios**** 

Mañana no te pierdas la segunda parte del reportaje sobre abortar en la CDMX, cómo lo hicieron las mujeres de forma ilegal y los peligros de las prácticas clandestinas.

CHECA AQUÍ:

La segunda parte: Abortos clandestinos, entre miedo, peligro y desinformación

Tercera entrega: “¿Para qué abren las piernas?”: el estigma que persigue a mujeres que abortan

Cuarta parte: Aborto en México: 44% de mujeres que abortan ya tienen hijos