“Esperábamos que fueras más joven”, fue una frase que Luz María Sosa, a sus 64 años, llegó a escuchar en su viacrucis por 15 empresas, durante dos años en búsqueda de trabajo. Ella ofrecía su experiencia en maquilas pero solo encontró discriminación hacia la mujer y comentarios en contra de su edad. “Al llegar me veían de arriba abajo, aunque yo iba bien vestida. Me hacían la entrevista y me decían que me llamarían pero eso nunca pasó”.

Luz María trabajó 32 años en la industria del vestido y llegó a dirigir hasta 200 costureras. Sin embargo, ha tenido que enfrentarse cada vez más con la discriminación, cuyos casos son más frecuentes cuando se trata de mujeres de la tercera edad. El año pasado logró que la contrataran como cajera en un estacionamiento para así aspirar a recibir una pensión mientras lidia con la enfermedad de parkinson.

Doña Luz no solo forma parte de las 734 mil 587 mujeres de la tercera edad que viven en la Ciudad de México, donde representan 57.5% del grupo de edad de adultos mayores, de acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015. También pertenece a los dos grupos de la sociedad que históricamente han sido colocados en una situación de desventaja social: las mujeres y las personas mayores de 60 años, según el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la CDMX.

Dicha institución indica que la discriminación hacia la mujer aumenta en la vejez, ya que no solo sufren los padecimientos de la edad, también enfrentan exclusión por sus condiciones económicas y culturales, la pertenencia étnica, la composición de su familia, el nivel de estudio, el estado civil y en su caso, el tipo de discapacidad e identidad sexual.

Hace una década, cuando tenía 54 años, a Luz María le diagnosticaron parkinson, una enfermedad relacionada con el sistema nervioso central que ocasiona temblor en las extremidades y en la cara, además de lentitud de los movimientos y problemas de equilibrio. Cuando buscó acceder a una pensión al llegar a los 60 años, le informaron que todavía no alcanzaba el tiempo necesario, por lo que tendría que empezar a buscar trabajo.

Luz María mencionó a Chilango que acudió al Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) en busca de un empleo, pero los que ofrecían eran de cerillo en los supermercados y ellos no cotizan en el seguro social. Siguió en la búsqueda hasta que una amiga le comentó que vió una oportunidad laboral para adultos mayores como cajera en un estacionamiento, lugar donde lleva trabajando desde mayo del año pasado.

Este julio, Luz María cumplirá con el tiempo que necesita para pensionarse y así sumarse al 45.3% de los adultos mayores que reciben una pensión en la CDMX, de acuerdo con el estudio Consolidar la Institucionalización de la Política Pública de Igualdad en la Ciudad de México, hecho por Inmujeres en 2017, que también indica que del total de pensionados capitalinos solo 38.3% son mujeres.

Actualmente, Luz María recibe 800 pesos de ayuda del Gobierno de la Ciudad de México por su discapacidad, pero además del empleo no cuenta con otros ingresos, ya que por la situación económica que viven sus hijos no pueden ayudarla. Hace un año le ofrecieron pensionarse a través de un acuerdo de discapacidad, con el que recibiría mil 800 pesos, decidió no aceptar, pues busca acceder a los cuatro mil pesos que podría cotizar por su trabajo.

La dificultad de la costumbre

Históricamente, las mujeres trabajaron durante su edad productiva en el hogar, donde hicieron el rol de cuidadoras. Según el artículo Pensiones en la población femenina de edades avanzadas en México, las mujeres, por lo general, no cuentan con una pensión y, si cumplen con los requisitos, sus montos son muy bajos, pues su cotización es discontinua o los salarios que percibieron durante su vida laboral fueron bajos. Por tanto, es más común que a las mujeres se les otorgue una pensión de viudez o asistencial.

Tal es el caso de Gloria Aguilar López, de 83 años, quien tiene una pensión de tres mil pesos que le da el ISSSTE, gracias al trabajo de su esposo como profesor de primaria; sin embargo, el dinero lo administra su hijo Omar.

Cuando estaba casada, su marido le decía que no trabajara, que se conformará con lo que él ganaba, pero a su esposo lo mataron a los 33 años en un asalto al que se resistió porque intentaban quitarle su aguinaldo.

También puedes leer: Preparan marcha en CDMX por Día Internacional de la Mujer

La señora Gloria se mantuvo vendiendo gelatinas de leche y frutas en el Metro Tacubaya, donde hizo valer la experiencia que había desarrollado de joven cuando llegó a la capital desde Oaxaca, al quedarse a vivir con unos tíos, a quienes les ayudó a vender ropa en la colonia Anáhuac, donde aprendió el oficio de comerciante informal, el cual desarrollaría en los 50 años siguientes.

Aunque doña Gloria fusionó la venta de sus gelatinas con el cuidado del hogar y los hijos, nunca pudo tener un trabajo formal. Actualmente, estira los tres mil pesos al mes –su único sustento– para su rutina y necesidades diarias, incluso, dice, está acostumbrada a comer poco. Además, suele ir al mercado con los huaraches más sencillos que tiene y se mueve en microbús.

La discriminación hacia la mujer también es familiar

Luz María se casó a los 21 años y tuvo dos hijos, pero tras nueve años de matrimonio se divorció por la infidelidad de su marido, quien, además, decidió dejar de trabajar para no tenerle que dar una pensión alimenticia, por lo que ella sola se hizo cargo de su hogar. Ocho años más tarde, mantuvo una relación de cuatro años con otra pareja, con quien tuvo un hijo pero también se separó.

Doña Luz ya no mantiene relación con los padres de sus hijos y tampoco le dan ninguna ayuda económica por haberse hecho cargo de ellos.

“Las mujeres adultas mayores enfrentan riesgos de sufrir violencia psicológica, económica, sexual y física provocadas, en su mayoría, por los parientes más cercanos”, menciona el artículo Feminización de la Vejez, publicado por el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).

Prueba de ellos son las dos de cada diez mujeres adultas mayores que han sufrido violencia de parte de su pareja o de las personas con las que residen, 13.53% padeció violencia emocional y 10.74% negligencia, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Relaciones en el Hogar 2011.

Luz María vive con su hijo menor en la casa que era de su padre en la colonia Panamericana, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la cual adquirió su hermana, que vive en Estados Unidos. Aunque Luz le da mantenimiento y la ha remodelado, tras una discusión con su cuñado, él la amenazó con sacarla de la vivienda para ponerla en renta.

La inseguridad económica en la vejez es más cruda en las mujeres que en los hombres, explica el artículo Consolidar la Institucionalización de la Política Pública de Igualdad en la Ciudad de México de Inmujeres, el cual menciona que los derechos de propiedad de la tierra así como las reformas agrarias han excluido a las mujeres, lo que reproduce su condición de pobreza desde la juventud hasta la vejez.

“Los rezagos en la garantía de procesos de herencias y posesión de bienes se revelan en la vejez como verdaderas situaciones de indefensión, dejando a muchas mujeres adultas mayores sin un lugar en donde vivir”, complementa en el artículo Verónica Montes de Oca, quien es coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez de la UNAM.

Te recomendamos: ¿Por qué usar un pañuelo verde este 8 de marzo?

Las piedras en el camino

Luz María cuenta que el transporte público es un lugar recurrente donde vive la discriminación hacia la mujer, ya que debido a la enfermedad del parkinson escucha comentarios en los que la acusan de borracha, cuando los demás ven que su cuerpo tiembla.

Además, en el Metro a veces pide el asiento para discapacidad y no se lo quieren dar. Incluso, una vez una señora le dijo que no se lo daría porque venía muy cansada, a lo que con orgullo le respondió que “seguro estaba más cansada que ella”, aunque Luz tuviera bastón y parkinson.

Aunque la ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores de la Ciudad de México con las últimas reformas de 2018, establece en el Artículo 5 que las personas adultas mayores deben gozar los derechos de integridad y dignidad, mediante una vida libre de violencia y en igualdad de condiciones con otros sectores de la población, la organización GIRE considera que para la Ciudad de México, entidad con mayor porcentaje de personas de más de 60 años en el país, el Estado debería de tomar consideraciones en materia de política pública.

De acuerdo a su publicación Feminización de la Pobreza, algunas consideraciones a tomar en cuenta son: la visibilización de las adultas mayores, difundir sus derechos, garantizar el derecho a la salud, la educación, promover la adecuación de espacios, tener un seguimiento y control de los servicios geriátricos proporcionados, garantizar el acceso a la justicia y dar seguimiento y presupuesto a políticas públicas.

Para Gloria Aguilar el danzón es su pasión pero también es el motivo por el que se siente la discriminación hacia la mujer por parte de su hermana, quien la cuestiona por qué baila a sus 83 años tratándola de convencer que mejor debería de quedarse en su casa.

“Yo soy una mujer muy libre que sufrió mucho cuando crecí y ahora estoy en la etapa de mi vida que más disfruto porque puedo hacer con mi tiempo lo que quiera”, asegura Gloria, quien intenta no hacer caso de las críticas.

Ya sea en Iztapalapa, en el Salón California, la Ciudadela o el Salón Los Ángeles, Gloria va a bailar martes, jueves, viernes o domingo, a pesar de que desde hace 20 años padece presión alta pero, asegura, no presenta ningún síntoma.

En el danzón, Gloria encontró otra familia, la cual no le dice que se quede quieta, que no camine tanto, que no se exponga, porque se siente todavía con mucha fuerza. “Si me pusiera delicada habría muchos motivos por los cuales sentirme discriminada pero prefiero ver los aspectos positivos que vivo”, señala casi normalizando la discriminación hacia la mujer.