Hasta antes de la contingencia, las azoteas chilangas eran solo ese espacio con mecates para colgar la ropa y tinacos de agua, el rincón de los triques o, en el mejor de los casos, el sitio al que una persona subía ocasionalmente para echar un vistazo al paisaje.

Sin embargo, tras dos meses de cuarentena, muchas personas redescubrieron este lugar tan poco apreciado y lo convirtieron o adaptaron como un escaparate, no solo del encierro de sus departamentos y casas, sino también para olvidar por un rato que afuera se vive una batalla contra una pandemia mundial.

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Desde el pasado 31 de marzo, cuando el gobierno de la ciudad ordenó el cierre de bosques y parques como parte de las medidas para evitar los contagios de covid-19, los chilangos han buscado alternativas para tomar un poco de aire, asolearse o simplemente salir de la rutina en cuarentena.

Algunas personas han optado por llevar sus actividades a lo más alto de sus viviendas, convirtiendo las azoteas chilangas en gimnasios al aire libre, zonas para relajarse, leer un libro o pasar el rato en una alberca inflable.

En Chilango, nos dimos a la tarea de retratar las azoteas chilangas en tiempos de cuarentena. Cada una de las imágenes cuenta una historia de cómo se vive el aislamiento desde distintos puntos de la ciudad.

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Gente haciendo yoga o asoleándose, familias recreando sus vacaciones con albercas improvisadas, parejas pasando el rato con un juego de mesa ,y hasta quienes buscan la inspiración mirando el paisaje de la ciudad son solo algunas de las imágenes captadas desde lo alto.

La cuarentena desde las azoteas chilangas (#fotos)

Dulce Vázquez aprovechó el espacio para usarlo como gimnasio. Un tapete, unas ligas y una botella de agua son sus únicas acompañantes durante su rutina de ejercicio, la cual hace religiosamente todas las mañanas.

“La cuarentena y el aislamiento me alejó de hacer ejercicio. A veces me sentía más cansada de lo normal y cuando tenía que salir por lo indispensable y veía a personas en el parque haciendo ejercicio como si no pasará nada, me molestaba la irresponsabilidad. Además comencé a tener dolor de articulaciones por la falta de actividad física, así que intente hacer ejercicio en la sala, pero era incómodo y pensé que en la azotea tendría aire fresco, luz solar y espacio para hacer una rutina que ayudara a mi cuerpo a tener más energía y a sentirme mejor durante el día, aunque siguiera encerrada”, explica Dulce.

Hasta antes de la pandemia, hacer ejercicio en casa no era una opción para Blanca Luna, simplemente porque no tenía la voluntad necesaria. Sin embargo, la contingencia la obligó a buscar una alternativa al gimnasio.

“Encontré en mi azotea un sitio para olvidar por algunos minutos u horas los 60 metros cuadrados de mi departamento, mientras hago alguna de mis rutinas de ejercicio sacadas de YouTube”, cuenta Blanca.

Con una hija de tres años, aburrida por el encierro, Karen tuvo que buscar una opción para entretenerse y pasar un rato. Fue así como se le ocurrió poner una alberca inflable en su azotea, la cual utilizan al menos una vez por semana.

Luis Fernando Gallo aprovecha este espacio en lo alto del edificio en el que habita para salir a jugar con su perro, lanzarle una pelota y olvidarse por un rato del encierro.

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Además de las actividades físicas, las azoteas también pueden ser una opción para tener un momento de tranquilidad; así es para Pedro, quien aprovecha la vista de la ciudad para leer un libro durante la cuarentena.

Nadia Santillanes tiene un pequeño huerto en este lugar. Durante estos días de cuarentena se da un tiempo para subir a regar sus plantas y hacer un poco de ejercicio con rutinas de YouTube.

“Comencé a subir a regar las plantas y empecé a disfrutar del sonido de los pájaros y la tranquilidad allá arriba. Extendí el tiempo haciendo ahí nuevas rutinas de ejercicio y aprovechando el espacio con mi perro también”, cuenta esta habitante de la alcaldía Coyoacán.

Astrid ha aprovechado el espacio de su azotea para pasar el rato en la cuarentena y salir de la rutina del encierro junto con su esposo, gracias a un tapete y un juego de mesa.

“Es mi momento de relajarme, ver el cielo, las nubes, sentir el sol y olvidar un poco todo lo complejo que sucede. Jugar juegos de mesa tampoco era algo que hubiera antes de confinamiento, pero ahora me encanta”, confiesa Astrid.

Con el aislamiento y el llamado a permanecer en casa, hay chilangos, como Fernanda Vasconcelos que usan sus azoteas como una opción para sentir que están afuera y, de paso, aprovechar la vista que tienen de la ciudad.

“Me ha servido para sentirme más en contacto con el exterior e incluso con la naturaleza, ya que mi edificio está rodeado por árboles donde viven muchos pájaros y ardillas”, confiesa esta chilanga.

Para Loany Peña, una joven de 26 años, deambular entre los espacios de su casa se volvió aburrido, por lo que se dio cuenta que al realizar algunas de sus actividades diarias en la azotea le daba la ilusión de estar en otro lado.

Fue así como empezó a realizar esta práctica desde hace un mes y medio. Al mismo tiempo le ayudó a controlar su ansiedad.

Desde que comenzó la cuarentena Maho Irigoyen, quien vive en la alcaldía Cuauhtémoc, sube a su azotea para practicar yoga y al mismo tiempo disfrutar de la vista. Esta chilanga confiesa que esto le ha ayudado a sentirse más en contacto con el exterior.

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Aún con el semáforo de la contingencia sanitaria en rojo, a la CDMX le queda todavía un camino largo que recorrer hacia la nueva normalidad; sin embargo, a partir del 1 de junio algunos parques y espacios públicos de la ciudad reabrirán de nuevo aunque con algunas restricciones. Mientras eso ocurre, ellos seguirán soñando desde sus azoteas chilangas.