Todo comienza con un alarido, una sorpresa, un momento fortuito en el que algo es tan asombroso que no queda más que evocar a las ancestrales voces dentro de uno y gritar lo merecido: ¡quéeee moooodernoooooooou! Y como si fuera por arte de magia, con ese ligero acento anglosajón y esa mágica construcción de dos palabras, de pronto, se le hace orden al caos.Por ello, el origen y significado de “qué moderno” es algo digno de ser investigado.

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El misterio

Pero, ¿de dónde vino? Esta palabrería digna de cualquier persona arriba de 30 que se haga respetar debería tener algún estudio, en algún lugar, que reconociera su existencia académicamente. Entonces, intenté buscar en las entrañas del internet científico.

Sin embargo, después de encontrar poco al respecto, solo una tesis sobre el uso de “güey y no mames” y algunos papers que nunca realmente tocaban el tema, me di cuenta que la respuesta se encontraría en un lugar diferente a la academia.

No, ahí no. Esto es aún muy reciente, muy palpable –muy, moderno, si se me permite— así que decidí recurrir, antes que nada, a una persona que conoce ampliamente los lares del pasado: mi abuelita, quien gentilmente se tomó la molestia de contestarme: “No, eso no es de mis años de juventud, es algo más nuevo. La verdad yo creo que alguien de mi edad sonaría ridículo diciendolo. Pero sí lo he escuchado, y yo creo que es como el “cool” o “qué buena onda”, más reciente”.

El “qué buena onda”, me llevó entonces a pensar más bien en la generación boomer. Aquella generación que me proporcionó el regalo o maldición de la vida. Y sí: fueron mis padres, mis tías, aquellos a quienes les escuché decir “qué modernou” por primera vez en mi vida.El origen de “qué moderno” con acento gringo debería de recaer en ellas y ellos.

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Una frase no tan vieja como parece

En ese momento fue necesario regresar a la investigación de gabinete y después de llegar a varios miles de twitts con pistas relevantes comenzó el árido trabajo de ir cancelando opciones: Que su Cecilia Gabriela, en la película Espanta Tiburones, Martha Debayle, un anuncio del amigo kit, Laura Zapata, el Juego de la Oca y, finalmente, la única guía ancestral que pude comprobar, Alejandra Guzmán. Para esto, vale la pena mencionar que después del término de la investigación, encontré que El Deforma había llegado a una conclusión similar.

A diferencia de las demás referencias, que fui cancelando por ser demasiado recientes o no tener pista alguna, Alejandra Guzmán tenía algo que la sustentaba: la película de comedia, Verano Peligroso datada en 1991. No quiero discurrir mucho en la trama de la película, porque claro que la vi, así que sólo mencionaré un par de hechos que suceden en la película y me parecieron sorprendentes:

Verano peligroso

  • El puntaje que ostena según críticos de cine es de 1.5/5 según sincronía TV y un apabullante 2.7/10 en Film Affinity.
  • La canción “Verano peligroso”, claramente tema de la película, se repite —sin exageración— 10 veces en un espacio de una hora 20 minutos.
  • El escenario es acapulco en 1991, pero realmente por alguna extraña razón parecen los setenta.
  • La homofobia es rampante y clara, no le pierden un segundo para hacer chistes a expensas de la homosexualidad.
  • En un punto, aclaro que esto no es un musical y sin justificación alguna, Alejandra baila y canta la plaga completa y hasta le aplaude un público invisible al final.

Finalmente, casi al término de la película, sucede: en el minuto 57 con 18 segundos, Alejandra, después de ser interrogada si dormiría en la misma cama con dos hombres, ella contesta: “¡Claro que no! No soy tan modeerrnaa”, sutilmente y con acento anglosajón.

En los noventa sucedió, nació, se gestó el “qué moderno”. Lo cual es completamente concordante con lo que miles de twitteres dijeron al aclamar que su tía, su madre, su señora interna, lo había inventado. Los boomers fueron responsables de la normalización y, después, muchos comediantes actuales lo resurgieron: entre otros, destacan Richie O’farril, Chumel Torres, Marie Wink y Daniel Sosa.

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Decir “qué moderno” evoca a Alejandra Guzmán en los 90. Imagen vía Pxiabay.

El significado

Qué y moderno, una pregunta retórica compuesta de dos palabras. qué como adjetivo exclamativo, y moderno como adjetivo calificativo. Básicamente, es una contraposición entre la realidad del sujeto contra un sujeto, objeto, suceso o acción que le asombra.

Y el asombro es parte esencial de la frase. Recordemos el adjetivo exclamativo. No se dice si no sucede algo que parece llamativo. El acontecimiento/acción/objeto causante del “qué moderno”, tiene esta reacción pues el sujeto está tácitamente reconociendo que —a través de un juicio de valor— aquello que es “moderno” le parece relativamente ajeno.

Noto que la honestidad del qué moderno, se da por hecho: no parece esconder una intención o albur de fondo. Más bien, en su significado reconoce el sujeto que aquello que es sorprendente está fuera de su norma cultural: digamos, la homogeneidad cultural sobre lo que este objeto o acción, choca y se percibe foráneo. Por lo que el progresismo o innovación causante del asombro, viene por supuesto de su contraparte del “status quo”.

Esto es interesantísimo porque termina siendo una jugarreta sobre el mero significado de la modernidad. La invierte por completo. Para contextualizar, pensemos que el concepto de modernidad (el cual viene del latín modernus, acuñado en el siglo V, y significa actual o reciente) actualmente substrae su significado contemporáneo del siglo XVII o XVIII, la época de la Ilustración.

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Buscando el origen del “qué moderno” en desesperación. Imagen vía Pixabay.

El dicho contra el sentido en qué moderno

En la Ilustración el concepto de moderno se cambia de actual hacia algo más progresista, como dice el filósofo alemán Immanuel Kant en Que es la ilustración (1748): “La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!”.

Entonces, regresando al tema, el “qué moderno” ataca la modernidad desde un juicio directo hacia ella. Banaliza su significado al reducirlo a algo meramente novedoso, y no a algo radicalmente diferente a lo que uno se abre. Sino, a manera de Alejandra Guzmán, es en sentido de rechazo a un tipo de progresismo cultural o en cualquier caso a su novedad incómoda.

Y ¿de dónde han venido los progresismos culturales más importantes de los últimos 30 o 40 años? Por supuesto, del mundo anglosajón, de nuestras amistades gringas, inglesas y demás que han empujado la noción del conservadurismo característico mexicano desde la esfera social. En especial, la creación de tecnología con la que se emparenta actualmente la modernidad, que seguido vino de esos países. Por tanto, el acento anglosajón no es extraño, sino consecuente: es un reflejo de rechazo o mera sorpresa ante su influjo cada vez más indeleble dentro de nuestra cultura.

Entonces, ¡qué moderrnoou! ¿no?