Cuando el dramaturgo, ensayista y periodista Germán Dehesa cumplió 50 años hizo una columna de agradecimiento. Entre otras cosas, por el hotel en el que trabajó de bell boy durante su juventud, a la UNAM, a sus estudiantes, a Borges y, también, al helado de guanábana. Pero lo más importante, como fue usual, lo dejaba al final:

“Por la felicidad que sí existe; por estos 50 años que son un sueño y un suspiro; por mis lectores que corrigen y mejoran lo que escribo; por mi país que me ha dado todo, es decir Adriana que ahora espera, prodigioso miligramo, un hijo mío”.

(Los dones – 1994)

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Un escritor crítico y doméstico

A través de innumerables columnas en más de 40 años de carrera, Dehesa presentó análisis de realidades incógnitas, crónicas para dar voz cabida al descontento social y, a manera de leitmotiv, permitió conocer a su familia desde el respeto de la intimidad. Hoy, primero de julio 2021, sería su cumpleaños 77 y es imposible saber de qué agradecería, pero tal vez la vida doméstica de la que tanto habló podría ser un punto de partida.

Aquel “miligramo”, es su hijo Andrés, aunque aún no tuviera nombre. Germán estaría con él hasta los quince años, pero además de un padre, como Andrés —El Bucles para sus lectores— lo pone, tuvo un cronista de su infancia: “La verdad es que me gustaría leerlo más, pero mi mamá me regaló un USB con todos sus artículos, y es impresionante poder buscar ‘Puerto Vallarta, Andrés’ y encontrar toda una crónica super detallada y chistosa de un viaje del que casi ni me acordaba. Es increíble tener la documentación de tantos recuerdos. Últimamente he podido acercarme más, a través de mi mamá. Y por supuesto que hay muchos textos que les tengo cariño, pero en especial recuerdo uno: Los pobres marineros III. Digo III pues fue una antología de varios textos sobre el mismo tema”. 

“Alguna noche sospeché que no existían las palabras mágicas: pero que todas, todas sin excepción podrían serlo si se pronuncian en el momento y en las condiciones indicadas”.

(Magia y palabra – 1989)

MÉXICO, D.F., 02SEPTIEMBRE2010.- Imagen de archivo del pasado 11 de agosto de 2010 en donde el escritor German Dehesa fue homenajeado por el Gobierno del Distrito Federal en una ceremonia en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. FOTO: ARCHIVO/ISAAC ESQUIVEL/CUARTOSCURO.COM

“En ese cuenta de un viaje que hicimos, un crucero. Fue realmente padre revisarlo. Resulta que una noche se le olvida su insulina en el hotel de Miami y él era diabético. Nos subimos al crucero, bueno él cuenta toda la historia de enfrentarnos a la burocracia gringa que se negaba a darle insulina cuando estaba casi muriéndose. Al día siguiente yo estaba jugando golfito cuando se me acercan y dicen que mi papá estaba a punto de entrar a un coma diabético. Tenía diez años así que difícilmente me acordaría de los detalles, pero en la crónica dice que me rehusé a irme de su lado en el hospital del barco y lloró cuando le dije que me quedaría. Nos quedamos toda la noche ahí y es increíble poder desbloquear estos recuerdos con sus crónicas “.

Dos hijas y dos hijos con caminos distintos

Germán, además de Andrés, tuvo otros tres hijos: Juana Inés, Mariana y Ángel. Andrés cuenta que el contexto de familia del que siempre habló sigue vivo a través de ellos, aunque solo Juana Inés sea la periodista: “Está chistoso porque agarramos caminos muy diferentes los cuatro hermanos. Solo Juana Inés, que sigue escribiendo y tiene una inteligencia y un humor increíble, ahorita vive en un sitio remoto de Canadá. Mi hermana Mariana es diseñadora y, de hecho, tiene un hijo así que mi papá ya sería abuelo. Se llama Santiago, tiene dos años y está precioso, a mi papá le hubiera encantado conocerlo. Ángel ahora es tarotista, lee las cartas y también es coach.

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Así que creo que está muy padre cómo cada uno ha buscado su propio camino sin necesariamente seguir la estela o sombra de mi papá. Yo llevo nueve años siendo DJ y aunque también estudié comunicación, siempre me he enfocado más a la música y a la producción en temas audiovisuales. Me iré a hacer una maestría el año que viene en eso. Mi mamá, —Adriana Landeros—, es cantante y ahora se enfoca en la docencia, trabajando en un coro para niños con discapacidad en el Teletón”. 

“Juro que yo no tenía presupuestado llorar, pero fue inevitable cuando entendí que ésta era la cuarta y última vez que la vida me regalaba el prodigio de ver unos ojos que, por primera vez, se abrían ante el mundo (…) Recuerdo a Julio Scherer, estuvo también Alejandro Junco y la plana mayor de ‘Reforma’. Estuvieron muchos y, por medio de la palabra escrita, estuviste tú, lectora lector querido”.

(Cumpleaños – 2010)

Apuestas y posteridad

Andrés comenta que su papá le enseñó a apostar. Los domingos, a manera de afrontar la ansiedad clásica del día antes de terminar el fin de semana, se reunían en su casa personas como Julio Scherer, Fernanda Familiar y Sergio Aguayo, con Germán y Andrés, de once años, para jugar póker. Habilidad que dice aún retener. Pero menciona que ese hábito dominguero no era tan desconocido como la vista parcial de su papá desde niño: “Algo que creo que podría parecer obvio pero pocos sabían que mi papá era tuerto. No veía de un ojo. Cuando tenía doce años, prácticamente de niño, una pedrada lo dejó con este tema para siempre”. 

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Para finalizar, Andrés se muestra reticente a hablar de la actualidad y vigencia de los textos de Germán en su cumpleaños 77: “No me gusta hablar de eso, porque simplemente no lo sé. Fuera lo que sea, él la armaría de pedo, sin duda, la estaría armando de pedo”. Aunque el presente y futuro de las palabras de su padre los ve desde dos ángulos: “yo creo que para generaciones más jóvenes tal vez no llegó tanto, a la mía por ejemplo, porque yo tenía 15 años cuando murió. Me parece que más bien vive a través de las personas que recuerdan sus textos, los revisan o los descubren y de nosotros 4: Juana, Mariana, Ángel y yo, sus hijos”.

“¿No me va a pasar nada? Te van a pasar muchas cosas y tú tienes que estar muy atento a que nadie, ¡nadie! te robe la alegría que es tu mejor señal de vida; te pasará de todo pero yo te voy a ayudar a que todo acabe siendo bueno. ¿Seguro? ¡Seguro! (si mi hijo supiera de la cósmica inseguridad con la que decimos ¡seguro!)

(Andrés pregunta – 2001)

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