Desde 1939, cuando María Luisa Dehesa se convirtió en la primera mujer en egresar de la carrera de Arquitectura en México y Latinoamérica, las arquitectas han trazado los edificios que habitamos, las aulas en las que nos formamos y la infraestructura de movilidad que utilizamos día con día. Su labor, sin embargo, ha sido invisibilizada.

Arquitectas cuya obra transformó la CDMX

Poco se habla de las mujeres que han trabajado codo a codo con las grandes figuras de la historia constructiva mexicana, pero su huella está presente en las obras más emblemáticas de la Ciudad de México. Este es un esfuerzo por recordarlas.

1Ruth Rivera

Al hablar de pioneras de la arquitectura mexicana, el nombre de Ruth Rivera Marín se ha ganado, merecidamente, un lugar en la historia.

Mientras Dehesa obtuvo el primer título de la UNAM, Rivera hizo lo propio en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional; es decir, fue la primera ingeniera-arquitecta mexicana.

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Si te apasiona la genealogía artística de nuestro país, seguramente reconocerás los apellidos de Ruth. Fue, efectivamente, hija de Diego Rivera y Guadalupe Marín.

El haber crecido en un hogar dedicado a la plástica sin duda tuvo un impacto en su sensibilidad y formación intelectual; sin embargo, reducir su vida y obra a la herencia paterna no le hace justicia a esta creativa y prolífica mujer que jugó un papel estelar en la construcción de instituciones culturales que hoy siguen siendo fundamentales.

Imbuida por el espíritu nacionalista de su tiempo, Rivera consideraba un error importar modelos y estilos arquitectónicos extranjeros sin considerar las necesidades y cultura locales, pues creía que en la arquitectura se deben ver reflejados “todos aquellos factores culturales que condicionan la forma peculiar que tiene una sociedad de resolver sus ancestrales problemas”.

Sus ideas resultaban un tanto contestatarias frente a la proliferación del llamado estilo internacional, corriente que seguía las ideas de Le Corbusier y que impulsaba la construcción de edificios funcionalistas por todo el mundo.

Si bien Ruth Rivera no estaba completamente en contra de tomar ideas ajenas, creía que las soluciones arquitectónicas debían siempre responder al contexto geográfico y a las problemáticas específicas de cada proyecto.

Museo de Arte Moderno
Foto: Balam Ha Carrillo/Chilango

Sus planteamientos teóricos eran afines al pensamiento de arquitectos como Pedro Ramírez Vázquez y Juan O’Gorman, con quienes realizó el proyecto del Museo de Arte Moderno y el Museo Anahuacalli, respectivamente.

Foto: Museo Anahuacalli

De hecho, es quizá en las instituciones artísticas donde encontramos el mayor legado de Ruth Rivera, pues también vemos su mano en el Salón de la Plástica Mexicana y en la que fuera la sede de la Escuela de Escultura y Grabado “La Esmeralda” a partir de la década de los 60, hoy la Escuela de Iniciación Artística número 4.

Ubicada en la Colonia Guerrero, el inmueble fue proyectado por Rivera y nos permite ver que no rechazó del todo las ideas del funcionalismo.

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2María Stella Flores Barroeta

Al rastrear la historia de las arquitectas mexicanas a veces es imposible, lamentablemente, omitir la mención de los hombres con los que trabajaron. Tal es el caso de María Stella Flores Barroeta, la mujer que ha quedado a la sombra de uno de los titanes de la arquitectura mexicana.

De acuerdo con María Eugenia Hurtado Azpeitia, Flores inició su carrera colaborando en lo que se convertiría en un hito de la historia constructiva de nuestro país: el Multifamiliar Miguel Alemán. Inaugurado en 1949, fue la primera unidad habitacional de la capital, pero no sería la única en la que participaría Flores Barroeta.

Tras esa primera colaboración, Mario Pani reconoció en ella habilidades invaluables para los ambiciosos proyectos urbanos que quería llevar a cabo, así que la invitó a ser parte del equipo de Ciudad Universitaria como jefa de taller.

María Stella se convirtió así en la encargada de planear y supervisar una de las obras más trascendentes de la Ciudad de México y el país.

El trabajo de María Stella con Pani fue muy cercano y para la década de los 60, también aportaría su visión a otro icónico multifamiliar del arquitecto: el Conjunto Urbano Adolfo López Mateos, o Nonoalco-Tlatelolco.

La participación de Flores Barroeta en las unidades habitacionales más emblemáticas de la Ciudad de México nos demuestra que las mujeres han contribuido a la construcción de los espacios en los que vivimos.

En este sentido, también es importante recordar a Aurora García Muñoz, otra arquitecta que colaboró en el proyecto de Tlatelolco con el diseño de las cocinas integrales marca Delher, que se incluyeron en cada uno de los departamentos.

Quizá hoy suene como un detalle trivial, pero no hay que olvidar que esos proyectos transformaron nuestra vida cotidiana, pues fueron los primeros en contar con esos novedosos productos.

3Clara de Buen Richkarday

En 1969 el Metro cambió para siempre la manera en que transitamos la Ciudad de México.

A lo largo de sus más de 50 años de historia han resonado los nombres de los ingenieros, arquitectos, diseñadores gráficos y funcionarios que participaron en su construcción.

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La mayor parte de los capitalinos conocen al menos uno, pero seguramente pocos identifican entre ellos el de una mujer.

Podríamos asumir que esta omisión se debe a que no hubo una importante presencia femenina en el ámbito de la arquitectura e ingeniería de las décadas de los 60 y 70, y es cierto; sin embargo sí hubo una mujer que colaboró en esa importante obra de la Ciudad de México: Clara de Buen Richkarday.

Línea B: Clara de Buen Richkarday
Foto: Wiki Commons

La expansión de la red del Metro ha continuado casi ininterrumpidamente a lo largo de las últimas cinco décadas. y para los años 90 se sumaron dos líneas más, la A y la B.

Es ahí en donde la historia de este sistema colectivo se encuentra con la de la arquitecta de Buen pues fue ella quien diseñó las estaciones de esas líneas que cruzan nuestra capital del centro hacia el Estado de México.

Hija de un ingeniero civil, no sorprende que su mayor legado en nuestra urbe sea en el ámbito de la infraestructura. Si bien el proyecto se considera de su autoría, forma parte del trabajo que ha desarrollado con el despacho que encabeza junto con Carlos McGregor y Aurelio Nuño Sr. y con quien, entre muchas otras obras, también realizó el edificio IBM de Santa Fe.

4Susana García Fuertes

La industria de las comunicaciones y transportes no parece a primera vista campo fértil para las arquitectas. En realidad, se trata de un mundo que en muchos sentidos es aún dominado por hombres; sin embargo, así como Clara de Buen dejó su marca en el Metro, la firma de Susana García Fuertes ha quedado grabada en una obra de infraestructura de primera importancia para nuestra ciudad.

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En 2005 el despacho de Francisco Serrano comenzó la construcción de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional Benito Juárez y entre sus filas se encontraba la arquitecta García. A diferencia de muchas otras cuyos nombres han sido ignorados, ella sí es reconocida como una de las autoras del proyecto.

García comenzó a trabajar con Serrano cuando seguía siendo una alumna de arquitectura en la Universidad Iberoamericana. Inició su carrera en su despacho como dibujante y muy pronto fue contratada como jefa de taller.

Para 2002 ya era socia de Serrano Arquitectos y Asociados e, incluso, ha sido descrita como mano derecha en este afamado estudio.

5Fernanda Canales

Un recorrido por la arquitectura capitalina creada por mujeres no podría estar completo sin la obra de una de las arquitectas mexicanas más reconocidas actualmente: Fernanda Canales. Egresada de la Universidad Iberoamericana, es también maestra por la Universidad Politécnica de Barcelona y doctora cum laude por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.

Por si eso fuera poco, ha recibido numerosos premios y reconocimientos internacionales y, además de su labor constructiva, ha desarrollado importantes proyectos editoriales enfocados a revalorar la historia arquitectónica de nuestro país, como Vivienda colectiva en México. El derecho a la arquitectura (Gustavo Gili, 2017) y Arquitectura en México 1900-2010, La construcción de la modernidad (Arquine, México, 2013).

Canales ha creado diversos proyectos de vivienda en la Ciudad de México, pero un espacio verdaderamente imperdible es el Centro Cultural Elena Garro, donde se conjugan lo contemporáneo con lo histórico.

Más allá de simplemente remodelar o adaptar la antigua casona que recibiría a este conjunto cultural, Canales añadió extensiones hacia la calle y el patio trasero que le brindan nueva vida y actualizan sus espacios patrimoniales para nuevos usos y públicos.

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La casa, construida a inicios del siglo XX, queda así dentro de una estructura de vidrio y concreto que la enmarcan, resaltando su carácter de obra de arte. A su vez, el gran ventanal se convierte en un límite permeable entre el espacio público y la librería EDUCAL que nos recibe al entrar al centro.

Este mismo juego entre el interior y el exterior se vive también en los patios que rodean el inmueble, refugios inigualables para alejarse del caos citadino. En esta obra Canales demuestra el interés y respeto por la historia arquitectónica de México que también ha quedado patente en sus libros.

Las mujeres arquitectas que han contribuido a la construcción de nuestra ciudad han aportado una visión muy diversa; cada una ha traído a sus proyectos influencias, perspectivas y experiencias de vida que enriquecen nuestro paisaje urbano.

Sus nombres quizá han quedado diluidos en la gran historia de la arquitectura mexicana, pero sus ideas y talento están presentes en las calles que transitamos cotidianamente.