Si mencionas a Luna Miguel en alguna charla, provocas sentimientos encontrados en quienes han leído —o no— a esta poeta, editora y traductora española. Luna se ha convertido en una de las voces más potentes de su generación. La amas, la odias o te mueve la curiosidad.

Luna nació en Madrid, vive en Barcelona y nuestra conversación sucedió en Oaxaca, en el estudio de tatuajesTinta Sangre. Mientras la tatuadora sostiene firme esa maquinita que con precisión va atravesando la blanca epidermis de la autora, me atrevo a comenzar la entrevista, de fondo suena el rítmico sonido de metales conductores que emiten un zumbido constante de abeja eléctrica.

El contorno de una flor ancestral va tomando forma en el antebrazo de Luna a quien primero le pregunto si está cómoda. Ella asiente con una sonrisa.

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En México te conocemos como poeta, narradora y ensayista, pero creo pertinente explorar tu vocación de editora. Especialmente después de escuchar en una presentación eso de que “en tu biografía va tu bibliografía”.

Mi mamá era editora, tenía una editorial chiquitita de poesía en Almería, que es una ciudad pequeñita del sur de España, y es algo que siempre ha estado ahí, el trabajo de la lectura. Además, mi papá era profesor en un instituto de Lengua y Literatura. Entonces, claro, ellos eran difusores de la lectura. Yo les salí escritora, hice el trabajo egoísta que es autora. Desde adolescente me apetecía retar a los demás a escribir, publicarlos, hacer fanzines. Luego, cuando llegó la época de los blogs, abrí como un montón de blogs, Tumblrsy Fotologs colectivos. Y de repente lo que había aprendido un poco de mis padres lo empecé a aplicar yo también, publicaba gente joven y era una manera de no estar sola, porque yo me hacía un poco la idea de escritora, es solitaria, como escondida en una cueva, mientras te crece el cabello o la barba. De pronto, descubro el trabajo de la escritura, como algo en comunidad y me parece precioso.

¿Cómo fue tu primer acercamiento a la edición cómo oficio, de manera profesional?

Cuando me tocó hacer prácticas y buscar trabajo, porque yo me quise independizar a los 18, el único sitio en el que me acogieron fue en Penguin. Yo hice las prácticas para trabajar en prensa de Penguin, pero Claudio López, que me había leído por ahí, sabía que yo era una joven poeta y no sé qué dijo: “No, ven a edición y trabajamos desde aquí”. Y entonces ya vi como la otra parte. Yo venía de unos papás con una editorial pequeñita, casera y casi artesanal. Mis trabajos en miles de blogs, internet, Facebook, etc. y de repente: Penguin Random House. Conocí toda la otra parte. La parte seria, la parte económica, la parte de la industria, vaya. Yo venía de recoger florecillas en el campo y de repente estaba en una floristería brutal con su propio invernadero por así decirlo. Pero aprendí mucho y me obsesioné con poder seguir mezclando las dos cosas. Entonces, ahora mismo es mi trabajo como editora, soy scout literaria, pero después de ese trabajo de búsqueday de intentar encontrar jóvenes autores, sigo un poco en lo mismo, solo que yo voy siendo cada vez más vieja y los autores son cada vez más jóvenes.

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¿Cómo fue el trabajo de rastrear a esos jóvenes que tienen obra y que no han sido publicados? Cuéntanos de los resultados de la misión de encontrar esas lecturas arriesgadas que se tienen que hacer por país.

Trabajé durante dos años en Caballo de Troya y eso fue lo que me ayudó a decidirme y a ver que se me daba bien. Publiqué el libro de Aixa de la Cruz Ventosa que ahora, por ejemplo, ha sido finalista del Premio Strega en Italia, el de Ana Pacheco, Listas, guapas, limpias, que llegó a vender casi diez mil ejemplares. Elizabeth Duval que es una escritora y activista trans que tiene 21 años y que ahora mismo es como uno de los referentes en el mundo más o menos político, también en España. De repente, todo tenía sentido, esa mezcla de la flor pequeña y la flor grande.

La filial de México se quiso replicar el espíritu editorial de Caballo de Troya, sin embargo, no tuvo el mismo éxito que España, ¿a qué se lo atribuyes?

Aquí debo romper una lanza a favor de las independientes. Creo que hay trabajos como el que hace Almadía en México, que publican a muchas mujeres jóvenes. El trabajo de Caballo de Troya es como la pequeña independiente Penguin, emula todo, hasta el tipo de promoción de las independientes. Entonces yo creo que fueron un poco pioneros y empezaron a fijarse en los escritores jóvenes y arriesgarse en la publicación de estos escritores antes que algunas editoriales independientes.

¿La reacción de una gran casa editorial actuando como unaindietiene que ver con la demanda de mercado?

Después de Sally Rooney o Eimear McBride, el escritor millenial está de moda. Y lo que me preocuparía es que el interés por los autores de Caballo de Troya respondiera a una moda y no un verdadero interés por su literatura. Entonces, a ver cuánto aguanta eso. Lo que sí,responde también a un fenómeno internacional, que es el interés desmedido por encontrar a la nueva Sally Rooney de cada país. Soy súper fan de la cultura francesa, soy bilingüe y estoy muy apegada al sistema editorial francés, y a su literatura contemporánea. Y a pesar de ser un país que es mucho más conservador en muchas cosas a nivel editorial, de repente, ha publicado muchísimas autoras nacidas en los 90. Es como la fiebre del oro, es la fiebre Rooney, yo creo.

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Ahora que hablas de moda en la literatura, me interesa tu posición frente a lo que se sigue clasificando como literatura de escritura femenina. Es importante que la mujeres publiquen, pero no por cuota o moda. Es importante ir más allá de la biología y hablar solo de literatura. ¿Cuál es tu postura frente a la ruptura del canon, pero sin caer en la cancelación?

¡Ostras! Bueno, es que yo creo que hay muchos tipos de literaturas. Y uno de los grandes problemas que me encuentro ahora, es la creación voluntaria de nichos. Es decir, yo solo leo literatura autobiográfica escrita por mujeres o solo leo literatura de novela negra escrita por hombres. Como que de repente hemos puesto tantas, tantas, tantas etiquetas, tantas separaciones que parece que estemos hablando de mundos diferentes cuando en realidad hablamos de literatura. Y esto ya aplicado a la cuestión de género y de edad. Por ejemplo conozco gente, empezamos a hablar de libros y les pregunto por sus referentes y ¡nunca han leído a nadie mayor, a nadie muerto! Claro que cada uno tiene sus intereses, pero me da un poco de miedo ponerle etiquetas a absolutamente todo.

Hemos acabado asumiendo los metadatos que supuestamente son para posicionar mejor el libro dentro del universo online, de repente el metadatos ha pasado a formar parte de nuestro cerebro. Y estoy en México y me encantaría irme de aquí con la maleta llena de libros de clásicos que no conozco, poetas raros y tal. ¿Y qué es lo que me he comprado hasta ahora? Mujeres millennials, Qué bueno, me encanta. Pero te quedas pensando mierda, me estoy dejando llevar por este algoritmo autoimpuesto en vez de investigar más allá. En vez de arriesgar un poco también en que compro y que consumo. Por ahora, parece que el viento sopla a nuestro favor. Los medios de comunicación hablan de nosotras. Las editoriales confían en nuestra escritura. Nos han abierto la puerta, yo siempre digo que han abierto la puerta, pero reventamos la pared igualmente.

En Nadie acabará con los libros, Umberto Eco se refiere al libro como un invento o un descubrimiento como la rueda o el fuego. En este momento interpandémico que lugar ocupa el impreso, el libro de papel, el objeto que también es un producto cultural y parte de una industria.

Soy una friki de los libros. En una charla con Emiliano Monge, me dijo que él durante la pandemia había empezado a leer muchoebooky tal, pero ambos teníamos la obsesión de que si ese libro nos había gustado mucho, nos acabábamos comprando la versión física también. Y yo creo que es perfectamente combinable. Soy muy física en ese sentido y creo que de hecho la industria también. Pienso mucho en lo que lee la gente muy joven, los adolescentes, leen mucho cómic, y eso es libro físico puro. ¿Cómo se disfrutan los libros ilustrados? ¿Cómo se disfruta el cómic, no? Ya sea de manga o novela gráfica o lo que sea. El fetichismo por el papel sigue ahí. Estamos en un sitio de tatuajes y todo son libros aquí. Quiere decir que, claro, al final el peso del objeto es fundamental. Por mucho que leamos en otros formatos, por mucho que leamos en redes sociales, por mucho que leamos prensa digital, por mucho que leamos lo que sea, al final el libro es un objeto querido y deseado. Pero sí, yo a favor de Umberto Eco siempre.

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Alguien de la generación X entrevista a una poeta millennial que intercambia lecturas con generaciones que “no leen autores muertos” y te pregunta ¿qué hay de aquella poeta en ciernes que recogía florecillas en el campo a esta Luna Miguel que con su escritura planta cara a la industria editorial y los críticos?

Me di cuenta de que no me llegaba el dinero de todo lo que hacía y entonces me abrí una cuenta dePatreondonde tengo un diario y un club de lectura que me desahoga de vez en cuando económicamente depende del mes. El otro día escribía y reflexionaba sobre la idea de que ahora mismo casi todo lo que escribo es por trabajo. Propongo a mi editora una novela, entonces tengo que acabarla. Es decir, de repente hay plazos, de repente de ahí cuanto antes lo entregues, antes te pagarán ese dinero y podrás pagar las deudas de la reparación del baño, ¿sabes? Ya no soy esa adolescente que se enamora y escribe poemas antes de dormirse en la cama, sino que soy la mujer que se levanta y aunque esté enamorada y le gustaría escribir poemas de amor, en realidad tiene que trabajar y tiene que teclear para poder vivir de ello.

Entonces es muy complicado, aunque sigue siendo placentero, pero no todo el proceso, reclamar facturas no es agradable, que te metan prisa con las entregas no es placentero. Procuro que siga siendo placentero, por momentos, tener la sensación de que escribo por placer, además de aceptar encargos y artículos o ser escritora fantasma de algunos personajes, no diré de quién. Al final puedo vivir de lo que me gusta hacer, que es escribir. Pero bueno, igualmente también me gusta porque me puedo salir con la mía. Llevo tantos años escribiendo entre el placer y el encargo, que ahora también puedo permitirme transgredir y a ver si cuela.

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