Hace 34 años se nos adelantó el cronista musical más querido por los chilangos. Eso sí, antes de irse nos regaló retratos vívidos sobre la vida cotidiana en el (ya extinto) Distrito Federal. Para conmemorar su icónico legado, hoy recorreremos algunos lugares de la CDMX en canciones de Chava Flores. ¡Alístate pa’l recorrido, Bartola!

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Antes de empezar, recordemos que Salvador Flores Rivera vivió en doce barrios de la capirucha; lo vieron crecer, por ejemplo, las calles de La Merced, Tacuba, Roma, y Santa María La Ribera Coyoacán. Poco después, la vida lo condujo hacia otros sitios, como San Rafael, El Carmen, Hipódromo Condesa, La Romita, Peralvillo y Coyoacán.

Además de su amplio conocimiento sobre la geografía de nuestra CDMX, Chava Flores se desempeñó en muchos oficios, lo cual le permitió vivir de cerca todo el folclore mexicano; en efecto, antes de ser compositor y cantante, trabajó como obrero, costurero, administrador, cobrador, ayudante de contador, vendedor de zapatos, entre otros cargos.

7 Lugares de la CDMX en canciones de Chava Flores

Con semejante historia de vida, ¿cómo no se iba a saber de memoria nuestra capital? Recordemos con alegría su paso por México a través de este viaje musical.

Sábado Distrito Federal

“Desde las diez ya no hay donde parar el coche,

ni un ruletero que lo quiera a uno llevar.

Llegar al centro atravesarlo es un desmoche,

un hormiguero no tiene tanto animal.”

Aunque ya hasta nos rebautizaron y dejamos de ser Distrito Federal, nada ha cambiado en el Centro Histórico. No importa si es sábado, martes o domingo; todos los días el tráfico se apodera de las calles, rodeadas de un sinfín de tiendas y puestos comerciales. A pie la cosa tampoco es diferente; en efecto, ¡un hormiguero no tiene tanto animal!

La esquina de mi barrio

“En la esquina de mi barrio hay una tienda,

que se llama “La ilusión del Porvenir”,

junto de ella está la fonda de Rosenda

que en domingos le echa al mole ajonjolí.”

Aunque la urbanización ya le ha ganado territorio a las tienditas de barrio, todavía podemos encontrar en la ciudad esos espacios que nos surten de botanas y antojos para endulzar el día. ¡Y qué decir de las fondas! Aunque no en todas sirven mole, nada como la hora godín para visitar la fondita de la esquina y pedir el menú del día.

Voy en el metro

“Adiós mi linda Tacuba, ya pasamos por Cuitláhuac,

ya pasamos por Popotla y el Colegio Militar.

Ya me estoy arrepintiendo no haber hecho de las aguas;

si me sigue esta nostalgia, yo me bajo en la Normal.”

Chava Flores nos traslada hasta la Línea 2 del Metro, que se inauguró allá por los años setenta. Medio siglo después, la limusina naranja recibe al día la exorbitante cantidad de 4.5 millones de mexicanos. Aunque nos ha hecho vivir verdaderas tragedias, no podemos negar que el Metro forma parte primordial en la vida diaria de la capital.

Vino la Reforma

“Vino la Reforma, vino la Reforma,

vino la Reforma a Peralvillo;

ora sí, las Lomas, ya semos vecinos,

¡ya sabrás mam*n lo que es bolillo!”

Las ampliaciones de Reforma “más allá del Caballito” dieron por resultado la rápida comunicación entre lugares contrastantes como Bosques de las Lomas y Tepito. Nuestro compositor favorito nos recuerda que, incluso en una misma avenida, el modo de vida de los chilangos puede variar considerablemente.

Si ya tienes un rato sin salir de casa y ya hasta olvidaste cómo luce el Ángel de la Independencia, ¡disfruta esta canción y recorre toda Avenida Reforma con la voz de Chava Flores!

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Los pulques de Apan

“Se inauguró en la colonia Pensil

la pulquería de Osofronio el mayor.

Los Pulques de Apan se llama el cubil

y hubo banderas a todo color,

con vil fuchina pintó el aserrín,

con que adornara baquetas y salón.”

El nombre de esta canción nos hace referencia al municipio de Apan, ubicado en Hidalgo, donde es una tradición producir esta ancestral bebida desde 1920.

Aunque no existe la pulquería que nos retrata Chava Flores, ubicada en La Pensil (allá por San Joaquín), nuestra capital todavía conserva ese ambiente tradicional, el sabor y el aserrín en algunos de sus establecimientos.

Los XV años de Espergencia

“La mamá lloraba emocionada diciendo a Piedad:

no dirán que no fue presentada con la sociedad,

lo mejor del barrio de Bondojo citamos aquí,

su vestido de organdí me ha costado un potosí, aunque yo se lo cosí.”

La pandemia nos ha privado de estos buenos bailongos; sin embargo, todo barrio chilango que se respete ha cerrado sus calles y avenidas para instalar mesas, sillas, centros florales y bocinas con el fin de celebrar los XV años de las jóvenes ¡con todo y sonidero!

En la fiesta de Espergencia, Chava Flores nos cuenta que su madre reunió a todos los vecinos de la Bondojito, ese barrio de la ciudad que en otro tiempo se caracterizaba por la abundancia del nopal. Ahora, sus calles continúan siendo un símbolo de bravura y resistencia para la capital.

Vámonos al parque, Céfira

“Los domingos y los jueves en el parque principal

ameniza las reuniones la banda municipal,

y como a eso de las siete ya se miran desfilar

las muchachas y muchachos que las vueltas van a dar.”

No importa a cuál de todos los parques se refiera nuestro querido Chava Flores; esta canción nos traslada a esos numerosos espacios verdes de la CDMX que nos conquistan el corazón con su encanto.

El paseo con Céfira por el parque que describe Chava también nos recuerda que en ese ambiente de música y naturaleza, los jóvenes chilangos transitaban los domingos para encontrar el amor.

La tienda de mi pueblo

“Tuve una tienda en mi pueblo,

precioso lugar.

Te vendía de un camote de Puebla a un milagro a san Buto,

pitos, pistolas pa’ niños,

te hacía yo comprar.”

Aunque el cronista de la capital ya nos advierte que aquí hay más de un albur, esta poco inocente canción se basa en la descripción de una tienda para ilustrarnos en los sinuosos caminos del doble sentido.

Dejando de lado la increíble demostración de picardía que posee su letra, Chava Flores también nos recuerda en esta canción el sinfín de establecimientos comerciales que adornan las calles de todos los barrios chilangos.

Mi México de ayer

“Una indita muy chula tenía su anafre en la banqueta,

su comal negro y limpio freía tamales en la manteca

y gorditas de masa, piloncillo y canela,

al salir de mi casa compraba un quinto para la escuela.”

¡Ah, la nostalgia! Esta canción es una oda al México del pasado, un viaje hasta la niñez de Chava Flores, cuando las mujeres vendían en el espacio público toda suerte de fritangas, tales como los tamales y las gorditas.

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Ya han pasado los años y la vida ha dado muchas vueltas, pero todavía encontramos por las calles chilangas esos inmensos comales que preparan quesadillas (con o sin queso), taquitos de bistec o gorditas de nata.

La boda de vecindad

“Al pobre Tacho le quedó chico el traje,

y aunque hizo su coraje, así fue a la función.

En un fotingo del dueño del garaje

partió la comitiva a la iglesia La Asunción.”

Esta joyita nos vuelve a trasladar a esas fiestas de barrio en las que vecinos y gorrones preparaban sus mejores galas. ¿Quién se puede nombrar chilango sin haber asistido a una boda de vecindad? En ellas nunca faltan las mesas repletas, el mole con arroz y el baile de La víbora de la Mar.

Chava Flores nos cuenta los pormenores de la boda entre Tacho y Tencha y, de paso, menciona que se van a la iglesia de La Asunción… ¿En cuál de todas las capillas chilangas habrá tenido lugar tan magno evento? No importa, porque en todas nuestras colonias se mantiene viva esta bonita y alegre tradición comunitaria.

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