Una de las cafeterías emblemáticas de la Ciudad de México y a la vez uno de los mejores lugares para comer comida libanesa, acaba de cerrar sus puertas: Café Río. Con más de 60 años de historia, es uno de los tantos negocios gastronómicos del Centro Histórico que han sido desalojados debido a la gentrificación.

La noticia fue anunciada por el Observatorio Vecinal del Centro Histórico, quien ha seguido de cerca otros casos de gentrificación, como el del famoso Café Trevi o Tortas Robles; y confirmada por la dueña, Gema Serna Hauayek, quien asegura que cerró a la fuerza porque los desalojaron de forma arbitraria.

“Nos echaron de manera arbitraria. Me lanzaron así, como va, sin aviso —contó a Chilango doña Gema, quien, como muchos dueños de negocios en el Centro, se está enfrentando a las inmobiliarias que poco a poco se apropian de edificios viejos—. Nadie se quiso identificar y no me dieron ningún comprobante de desalojo”, que ocurrió el viernes 12 de marzo por la noche. “Esta inmobiliaria está haciendo todo arbitrariamente y por debajo del agua, con puras tranzas”.

La inmobiliaria es Varma, según doña Gema, y “ha estado haciendo muchas tranzas a todos los inquilinos [del edificio donde se encuentra Café Río, en Donceles 86]. Por ejemplo: yo pagaba $25,200 [de renta] y me daban un recibo de $8,000. Esas trampas han hecho. A mí nunca me demandaron. Demandaron a mi mamá, que está muerta. Ni siquiera el edificio está a su nombre, porque ese edificio están intestado”.

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Por ahora, doña Gema no quiere hacer nada más que recuperarse del shock del desalojo y volver el lunes 15 o el martes 16 de marzo con servicio a domicilio, pues su cafetería ha sido su sustento durante décadas.

¿Por qué nos duele la partida de Café Río?

Este es uno de esos lugares históricos y entrañables que generan comunidad y encapsulan recuerdos de tiempos mejores. Desde 1961, aquí se iba a beber café rico y a pasar horas como si el tiempo no existiera. Pero hablamos de café rico de antes, no del de especialidad que hoy abunda. El café rico de antes: tostado ahí mismo, cargado, potente, hecho en máquinas clásicas como la Faema de Café Rio y pesa en la garganta a la hora de beberlo bien caliente.

Todo un clásico y adorado fue –y esperamos que siga siendo– el pay de dátil para acompañar el cafecito. Menos popular pero igual de ricos: los dedos de novia, el pay de queso, la rosca de naranja, todo casero y hecho al día.

También había comida, también del recetario de doña Gema y de su sazón: arroz blanco con fideo, pastel de berenjena, kepe, jocoque y otras delicias libanesas.

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Todo estaba muy rico pero lo más sabroso era la conversación. Los parroquianos sabían que doña Gema estaba siempre dispuesta a platicar con ellos y cumplir sus peticiones, como no poner música en la cafetería, pues siempre fue un lugar para leer, pensar, estudiar o conversar en un ambiente tranqui.

Café Río no resistió a la gentrificación que se abre paso con violencia en una de las calles más preciosas de la ciudad (Donceles), pero se lleva todos los recuerdos y el cariño de sus parroquianos, quienes han publicado un montón de mensajes positivos en redes sociales.

Esta cafetería es herencia y vida de doña Gema, quien continuó con el legado que dejó su madre, Lidia, hija de migrantes libaneses; así que esperemos que logre sobrevivir a la vorágine de 2021 y regrese renovada, aunque sea –por ahora– a domicilio.