Richard Bell fue un importante payaso de origen inglés que no solo se ganó el cariño del público mexicano, sino también el del expresidente Porfirio Díaz. Sus entretenidos actos y enorme presencia escénica lograron cautivar a personas de todos los rincones de la República durante el siglo XIX y principios del XX.

El humorista nació en una familia dedicada a la artisteada, por lo que desde muy corta edad se presentó en grandes escenarios y compañías europeas. Una de esas fue el Circo Chinelli en donde participaba junto a sus hermanos. Fue este trabajo lo que le brindó la oportunidad de arribar a México por primera vez en 1869.

Se dice que uno de los lugares que visitaron fue Oaxaca, en donde Richard tuvo su primer acercamiento al futuro presidente del país. Porfirio Díaz, quien en esa época era comandante, ayudó a que los hermanos Bell pudieran recuperar sus caballos, los cuales habían sido robados por soldados.

A finales del siglo XIX, su trabajo lo trajo de vuelta a tierras mexicanas, pero esta vez con sus hijos y esposa. Sus apariciones ahora eran con el renombrado Circo Orrin, lo que le permitió ganar mayor popularidad en la capital. El espectáculo ya tenía ganado el corazón de los citadinos, pero cuando Bell se integró al elenco la gente no pudo evitar enamorarse de él.

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El reencuentro del payaso inglés y Porfirio Díaz

El éxito del cómico solo fue aumentando con los años y todo tipo de personas deseaban ver su acto para echarse una que otra carcajada. Una de las personalidades más importantes que se maravilló con su talento fue el entonces presidente, Porfirio Díaz.

Él era el único que lograba sacarle risas en público, por lo que poco a poco empezaron a construir una amistad cercana. Sus familias cenaban juntas de forma regular y el exmandatario siempre se expresó del humorista con enorme estima.

En alguna ocasión incluso llegó a mencionar que él era la razón por la que no se hacían elecciones presidenciales. Díaz agregó que era tal la popularidad de Richard en el país que muy probablemente la gente lo elegiría como su sucesor.

En 1907, instaló su propio circo cerca de la Alameda Central con ayuda de su poderoso amigo. Desafortunadamente, en ese momento ya se empezaba a notar la tensión entre el pueblo mexicano y el presidente.

Amigos de Bell le recomendaron salir del país lo antes posible ya que todo indicaba que se desataría un conflicto armado en cualquier momento. El inglés temía ser perseguido por los revolucionarios debido a su cercanía con el dictador mexicano, así que se mudó a Estados Unidos.

Nunca volvió a ver a Porfirio Díaz y en 1911, el payaso enfermó y falleció en Nueva York. Algunas fuentes aseguran que sus restos permanecen en aquella ciudad. Otras afirman que se encuentran en el Panteón Inglés (Real del Monte, Hidalgo) ya que, curiosamente y sin explicación alguna, ahí existe una lápida con su nombre.

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