Hoy en día es inimaginable la idea de encontrarse un oso de más de metro y medio de altura y 100 kilos de peso en la Alameda Central, o en La Lagunilla. Además, es imposible pensar que un animal de ese tamaño podría ponerse a bailar al ritmo de un pandero. Pero por más extraño que parezca, las escenas de osos bailarines eran cotidianas en CDMX hace 50 años.

Durante el siglo XX parte del entretenimiento cotidiano de los chilangos eran los espectáculos callejeros con animales de circo. Lo mismo podían verse monos amaestrados que encantadores de serpientes. Y un poco menos comunes, pero más llamativos por su tamaño, eran los osos bailarines.

Osos bailarines CDMX
Foto: La Ciudad de México en el tiempo

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¿Cómo eran los espectáculos con osos bailarines en CDMX?

El hecho de que los espectáculos con osos bailarines estuvieran permitidos en aquella época en CDMX daba como resultado escenas que actualmente nos resultarían bizarras. Los domadores que se ganaban la vida entrenando a estos animales los trasladaban en coches, en taxis o hasta en camiones.

Llegaban a lugares concurridos, como la Alameda Central, la Lagunilla, los mercados o colonias populares como la Portales, la Roma, la Guerrero o la Peralvillo. Luego, hacían sonar un silbato para congregar a la gente. Los osos iban encadenados y con bozal, mientras que los domadores solían portar un sombrero y un fuete, además del pandero,

El espectáculo consistía en hacer que el animal se parara en dos patas. El domador tocaba un pandero para que el oso bailara a su ritmo. Además saludaba con la patita, se hacía el muertito y aplaudía junto el púbico. Tras unos minutos, el domador se quitaba el sombrero y lo pasaba entre la multitud, que depositaba sus aportaciones.

Osos bailarines CDMX
Foto: La Ciudad de México en el tiempo

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¡Qué oso!

Tras 5 décadas, estos episodios en la historia de CDMX podrían “darnos oso”. Actualmente existe una mayor conciencia sobre los derechos de los animales. Desde 2014 se reformó la Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos de la capital del país para prohibir el uso de animales en los circos. Un año después, en 2015, la medida se hizo extensiva a todo el país a través de la Ley General de Vida Silvestre. Con ello, se busca impedir que los animales sean explotados o maltratados con fines de entretenimiento.

No obstante, los años en que los espectáculos callejeros con animales estaban permitidos dejaron huella en la cultura popular e incluso en los nombres de algunas calles de la ciudad.

Por ejemplo, la película Los Caifanes de 1967 muestra la vida nocturna de la época y algunas de sus expresiones artísticas. En una escena se puede observar a un domador con su oso y su distintivo atuendo: sombrero, pandero y fuete. Quien protagoniza esa escena no es un oso, sino una osa llamada Martina. Su espectáculo era famoso en Tepito e hizo que su domador fuera invitado a la cinta. Asimismo, había otro oso en La Lagunilla llamado Toño que hacía un show similar.

Si bien no se sabe mucho sobre las condiciones en que vivían estos animales, una leyenda urbana cuenta que uno de los osos vivía en la colonia Pensil junto con su domador, un hombre a quien apodaban “El Ruso” por su apariencia. Incluso se dice que la calle Lago Gran Oso de dicha colonia se llama así en honor al animal.

Lo cierto es que los osos bailarines fueron desapareciendo paulatinamente del paisaje urbano de la CDMX en la década de los 80 hasta que los espectáculos con animales se prohibieron de forma definitiva.

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