Please… understand me

Confesiones de una sexóloga

Y yo, indudablemente respondo… yo vivo de pensar TODO el día pienso en sexo… escribo sobre sexo, escucho a la gente hablar sobre su sexualidad -en terapia-, doy clases de sexualidad, tuiteo acerca de él, doy conferencias y talleres con todo lo que se relacione con la sexualidad; si me invitan a una fiesta o reunión -invariablemente- termino hablando de sexo; es más, pa’ no hacer el cuento largo, sueño con sexo… mi trabajo es 24hrs x 7 días a la semana. O sea, me pagan por hacer eso ¿acaso hay un mejor trabajo sobre la faz de la Tierra? Yo creo que no… tú, ¿todavía sigues pensando que eres adicto(a) al sexo, sólo porque gran parte de tu día se te va en pensar qué quieres hacer y con quién lo quieres hacer?   

Y es que, vayámonos entendiendo… una adicción son palabras mayores, es algo que -literalmente- no te deja hacer tu vida cotidiana. Si fueras adicto al sexo, dejarías de ir a trabajar por estar pensando en sexo o por estar retozando con alguien; tus relaciones interpersonales se irían a la basura, porque lo único que te interesaría sería estar buscando a tu nueva conquista; en fin, seguramente serías un esqueleto de tanto ponerle. Te darían ataques de ansiedad severos sino tienes con quién ponerle Jorge al niño… o sea ¿si estoy dando una idea clara de lo que es una adicción al sexo? En este sentido, funciona muy parecida a cualquier otra adicción. 

Entonces, por favor, no se lo tomen tan en serio. Tener un deseo sexual alto, no es lo mismo que tener una adicción al sexo… no confundamos la leche con la magnesia.

Muchas veces, lo que pasa es que nos topamos con alguien que tiene un deseo sexual muy distinto al nuestro y nos dice algo así como: “Tú, en lo único que piensas es en ¡eso!” ó “¿Es qué no puedes pensar en otra cosa?”. Los y las que han escuchado esta frase, saben a lo que me refiero y los que no… créanme, es muy frustrante que alguien te diga algo así. Cuando, los que estamos del otro lado, lo único que pensamos es que está chido compartir momentos de intimidad con nuestra pareja y mientras más, mejor y claro está, no nos cabe en cabeza cómo es que el otro o la otra, no se les antoja tanto como a nosotros. ¿Alguna vez les ha pasado algo parecido a esto? ¿Alguna vez han sentido que el deseo sexual de ustedes y el de su pareja está muy disparejo? 

Este es un atento llamado a la comprensión… ¡por favor! Esto se trata de entender a nuestro compañero sexual o a nuestra pareja… ¡no todos somos iguales! Cada quien tenemos un deseo sexual particular y además cíclico… no es algo estático e inamovible. Hay personas que se sienten satisfecho su deseo poniéndole 1 vez al mes y habemos quienes necesitamos bastante más que eso… no se trata de juzgar al otro, sino de entenderlo; de abrirnos a la posibilidad de que tal vez… sólo tal vez, no es como nosotros. 

Si tu pareja y tú no son muy compatibles en cuanto a los ritmos sexuales, platiquen. Se vale llegar a acuerdos… es cuestión de aprender a ceder y a hacer intercambios. Tal vez si yo sólo necesito 2 encuentros sexuales a la semana y mi pareja 5, en lugar de acceder a una penetración cuando -claramente- no me vuelvo loca de placer, lo(la) podría complacer dándole un rico y delicioso sexo oral. Es cosa de echar a volar la imaginación y de intentar comprender a mi pareja… a sabiendas que es distinto(a) a mí y por lo tanto, no tengo porque juzgar sus gustos y sus tiempos. 

En fin, ahí se los dejo de tarea… platiquen con su pareja, chequen cómo andan sus necesidades sexuales y vean si pueden llegar a un acuerdo, con el que ambos se sientan cómodos.