Contacto en México

Caricias por dinero

Las dos caras de la prostituci?n en M?xico

                                                        Aquel que de tus labios la miel quiera, que pague con brillante tu pecado…

                                                                                                                          Augustin Lara, “Aventurera”

Chilango Mayo 05, año 2 no.19

Texto: Rodrigo Pérez Rembao

«Me encanta volar, por eso me llamo Angelina… porque tengo alas como ángel.» Hace apenas unos minutos que nos presentamos, pero hay algo en ella que no me hace dudar de lo que dice. Su belleza está formada por contrastes: piel muy blanca, uñas muy rojas, ojos muy azules. Un mesero veinteañero se acerca y queda pasmado al verle la sonrisa. Tartamudea y pregunta nervioso si queremos ordenar algo. Angelina pide agua y le vuelve a sonreír. «Es por naturaleza me encanta seducir todo el tiempo; a hombres y a mujeres. Soy una mujer híper sexual», me dice, contenta por haberse salido con la suya.

Llegó de Buenos Aires hace apenas unos meses. Traía consigo una valija, su pasaporte y un contrato firmado para trabajar aquí durante un mes. ¿Por qué México?

«Porque México es mágico —dice—. Aquí te pasan cosas que no te pasan en otros lugares. Todos los días son diferentes y… ¡me encanta!» Ya ha cambiado de planes y piensa estar aquí mucho tiempo más. Asegura que hasta 2003 fue la secretaria privada del vicepresidente del Banco de la Provincia, en Buenos Aires. Un empleo que le permitía pagar un departamento a plazos y solventar los gastos médicos de su madre enferma. Luego, él cambió de gobierno en su país la dejó sin trabajo. Empezaba a desesperarse cuando un anuncio en el periódico le abrió nuevas perspectivas: «Chicas buen nivel, para viajar a México». Angelina supo de qué se trataba: «En mi país eso es algo común y sabemos qué significa venir a trabajar de escort. Buscan chicas blancas, con buen cuerpo y cara linda».

 

Se hace llamar Sony. Es el propietario y administrador de Divas, uno de los portales de Internet más importante que ofrecen el servicio de escort en México. Desde hace tres años es el encargado de que quien navegue por este sitio pueda encontrar a más de sesenta esculturales chicas posando prometedoramente e invitando al lector a gozar de “momentos inolvidables”, a cambio de dos mil pesos por hora, en promedio. Junto a las fotografías, cada chica da los pormenores de lo que el cliente puede hacer o dejar que le hagan por este precio. Sony explica: «Tú puedes contratar a una chica, por ejemplo, para que te acompañe a la boda de tu hermano, porque necesitas un acompañante de lujo: linda, bonita, de buen cuerpo, que te haga quedar bien… o puedes también contratarla para pasar un momento de erotismo, de sexo. Una escort representa el nivel más alto de la prostitución, pero abarca mucho más que sexo».

Luego cuenta un poco de historia, de cuando las opciones para contratar servicios sexuales se limitaban a las casas de citas, los “seudospas” —donde al coito se le dice masaje de relajación—, las calles mismas o el clasificado del periódico, donde la ausencia de fotografías propiciaba, y propicia aún, engaños espectaculares: «El cliente llamaba y le decían que le iban a mandar un argentina alta, rubia, ojos azules… y le enviaban a una chacha, bajita, de 70 kilos, que nada que ver.»

Pero un día a alguien se le ocurrió utilizar internet para publicitar el servicio escort, como veían que funcionaba en otros países. «A la gente le despierta mucha curiosidad saber que puede contactar a una chava habiendo visto realmente lo que es y sin tener que salir de casa. Todo mundo ha tenido la fantasía de la chava por catalogo y a domicilio. En Estados Unidos y en Sudamérica se podía, pero a México este concepto llegó hasta 2001.»

De Argentina con amor

«¿Y es sin limite de relaciones?», le preguntan frecuentemente cuando llaman a pedir informes. «Claro mi amor, las veces que querás y podás… Sí, al precio que viste en la página. Vamos a hacer todo lo que se te antoje; lo vas a disfrutar mucho, cariño, como si estuvieras con tu novia. Instálate en tu habitación, me volvés a llamar y voy contigo a consentirte, ¿te parece? Bueno no tardés en llamar. Te mando besitos, ciao.»

La cita queda echa en dos minutos. Si se trata de un cliente conocido, Angelina no tiene problema en acudir a su domicilio. Pero si es alguien que llama por primera vez, el servicio tiene que realizarse, por seguridad, en un hotel.

Cuando Angelina se puso en contacto con las personas del anuncio, le ofrecieron un pasaje a México, casa, comida y publicidad en internet, a cambio de 50% de lo que ganara como escort. Había oído de varias chicas a las que les había ido bien, así que aceptó. Al llegar se encontró con un montón de compatriotas que se dedicaban a lo mismo. Otras eran brasileñas y apenas unas cuantas, mexicanas. Por lo que conoce, Sony calcula que, si mucho, las nacionales alcanzan 5% de la oferta. Se debe a la cultura. A la mexicana no le gusta ser escort. En Argentina, Brasil y todo Sudamérica es un trabajo como cualquier otro: modelo, secretaria o cualquier otra cosa. La mexicana lo ve mal, pero la sudamericanas lo ven como una buena oportunidad de trabajo.»

Kary es escort desde hace siete años y cuenta que ha trabajado en Chile, Brasil, Jamaica, Uruguay, además de Argentina, su país. Llegó a México hace poco más de un año y está contenta: «Acá fue donde mejor química hice con la gente, me gusta la manera de ser de los mexicanos porque son como malos, remachistas; luego una les pega cuatro gritos y ahí quedan —ríe—. Además aquí gustan mucho las argentinas. Yo encajo en el prototipo de chica de los mexicanos.» Hay que decir también que en Buenos Aires una escort cobra 100 dólares por una hora de servicio, a penas poco más de la mitad de lo que puede cobrar aquí.

Angelina no había terminado de instalarse en la ciudad cuando su celular ya no se daba abasto. Un par de páginas en internet anunciándola como recién llegada generó tal impacto que hasta daba seis servicios por día. Cumplido el mes se dio cuenta de que era mejor trabajar por cuenta propia. Ahora ya terminó de pagar su departamento en Buenos Aires, ayuda a su madre, vive bien aquí y le sobra para ahorrar. Cobra la hora 2 mil 500 pesos normalmente, pero si se trata de extranjeros que piden idiomas —ella afirma que habla inglés y francés— o alguien que llame en la madrugada pidiendo atención urgente, el precio puede subir hasta 3 mil 500 y no tiene que darle porcentajes a nadie.

Es claro que Angelina se siente a gusto hablando de sí misma y de la manera en que ha decidido llevar su vida. «Tal vez a otras chicas les guste más estar en casa, tener hijos, estar con una pareja todo el tiempo. Yo no soy así. Si a vos te gusta seducir y sos apasionada, hay emoción en ir a conocer a alguien cuando no sabés quién te va a tocar. Me emocionan las historias, la aventura. Esto para mí es una diversión.»

Lo mismo ocurre con Kary. Ha ganado lo suficiente para darse el nivel de vida que desea y disfruta su trabajo. ¿Qué si le tocan clientes feos? Por supuesto que sí, pero eso no le importa mucho. «No voy mentalizada a encontrar un tipo de 1.90m, bronceado, ojos verdes, lindo perfume y olor a talquito en las bolas. Si es así, ¡wow!, me lo como. Pero sino, no importa, cuando tenés una buena conexión es lindo igual.»