La Ciudad de México tiene sus propios villanos: tal vez no tengamos a un Doctor Octopus o un Duende Verde, pero sí tenemos un tráfico de miedo; la contaminación que nos hace llorar nuestros preciosos oclayos; y hasta cuerpos policíacos que parecen haberse cambiado al bando oscuro, hostigando a la ciudadanía.

En este contexto, quise saber qué es lo que se sentía transformarse en uno de los superhéroes más queridos pero llevarlo al contexto de nuestra caótica Chilangolandia, y el resultado no pudo ser más memorable.

Lo primero que había que resolver fue el asunto de la transformación. En las películas del trepamuros solemos verlo transformarse sin mayor problema en algún callejón poco transitado o en un escondrijo de esos que abundan en las megalópolis. En mi caso no quise arriesgarme —ni arriesgar a la pobre gente— a ser sorprendido en calzones, así que decidí pedir permiso en una cantina al costado de la Alameda Central. Ya en la intimidad del baño del changarro, procedí a ponerme el traje de Spidey y a iniciar la aventura de transformarme en un superhéroe chilango por un día. 

Spider-Man en Madero: un héroe muy querido por los más pequeños

Algo tiene el amigable vecino Spider-Man que suele llamar la atención de los peques y es uno de sus héroes consentidos. Apenas había dado unos pasos afuera de la cantina de La Alameda donde me transformé y unos pequeños que estaban con sus papás en una taquería, gritaron emocionados: “¡es Spider-Man, es Spider-Man!”. Todavía ni había llegado a mi destino —la calle de Madero— y ya los peques, todavía con boronas de taco en sus boquitas, pedían foto mientras chocaban puños y hacían la seña de que disparaban telarañas.

Mientras caminaba por la Alameda la escena se repetía: miradas curiosas por acá y por allá, pero los que gritaban, con esa candidez y espontaneidad —valemadrismo dirían algunos— que solo dan los primeros años, eran los niños. Ya llegando a Madero, por ejemplo, y armado con un cartelito improvisado que decía “tómate la foto gratis con Spider-Man” pude ver que este héroe es capaz de todo, hasta de mitigar un berrinche. Un niño estaba haciéndole tremendo dramón a su mamá, pero cuando vio a Spidey se secó las lágrimas, se le dibujó una sonrisa y después de tomarse la foto continuó su caminata con una sonrisota, feliz de haber conocido a uno de sus héroes. 

Madero: un desierto de superhéroes, personajes y botargas

Hasta hace pocos meses, era habitual que en Madero, justo en el tramo entre la Torre Latinoamericana y el Palacio de los Azulejos, hubiese un sinnúmero de personajes: que si Elsa de Frozen, que si Ted —el oso borracho de la película que es más bien para adultos— que si su Batman o su Guasón. Todos haciendo un crossover en el mismo lugar, valiéndoles gorro que pertenecieran a diferentes franquicias y sin contratos de exclusividad de por medio.

Pero hoy la calle de Madero luce distinta. No hay Ironmans que te ofrezcan la foto ni princesas con pelucas brillosas que abracen a los peques por una módica cantidad. Parece que el reordenamiento vial ha entrado en acción y Madero ya no es más terreno de superhéroes ni otros personajes de la cultura pop. Y ahí, en medio de la calle, iba un Spider-Man solitario, ofertando fotos gratis y abrazos para los pequeños hasta que se topó con un archienemigo que estuvo a punto de tumbar el evento. 

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Entre policías y villanos te veas (y un rescate inesperado de una aliada inusual)

Seguía caminando por esa calle, tomándome foto con los chilpayates, cuando una voz me detuvo en seco: “joven, no pueden estar aquí, ‘es de que’ (sic) lo que está haciendo está prohibido”. Ahora todo me quedaba más claro: la ausencia de botargas en Madero sí se debía a la intervención oficial. En el caso los personajes que cobraban me quedaba claro cuál sería la infracción, pues estaban lucrando en un espacio público. Pero, ¿cuál era la molestia de que un vato disfrazado estuviera ofreciendo fotos gratis a los pequeños?

Ya iba a soltarme a decirle precisamente esto al oficial, cuando una mujer —una abogada que unos minutos antes también se había tomado la foto conmigo— se acercó y tomó la palabra: “a ver oficial, lo que está haciendo el joven no es ninguna falta, solo está ejerciendo su derecho al libre tránsito. Dígame qué artículo está infringiendo o qué ley está violentando, porque como puede ver no está cobrando”. El oficial tartamudeó. “No, pero es que no se puede, le voy a llamar mi superior”. Sin dejarse amedrentar, la abogada continuó: “llámele a quien quiera; a mí no me van a chamaquear. Aquí me voy a esperar a que llegue su jefe y que él me diga qué artículo o norma se está infringiendo”.

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Los verdaderos héroes en la ciudad


Y para terminar de asestar el golpe final contra estos villanos, la abogada me entregó su tarjeta. “No, que no se quieran pasar de listos. Mira, este es mi número. Cualquier cosa que alguno de estos señores te quiera hacer y de volada vengo, ni te preocupes. Ya basta de que estos que se supone que tendrían que estarnos cuidando, se quieran pasar de listos”. Y así, con la tarjeta en mano, seguí caminando y haciéndome fotos, no sin antes haberle agradecido su oportuna intervención.

Ya frente al palacio de Bellas Artes me desenmascaré, porque muy bonito y todo, pero me estaba muriendo de calor. Así seguí caminando por la Alameda, en mi traje de licra pero ya sin máscara, mientras pensaba que los héroes sí existen: son los ciudadanos que no se dejan, los que le echan la mano a los demás sin esperar nada a cambio y los que nos hacen sentir más seguros, no como aquellos que deberían estar para cuidarnos pero terminaron convirtiéndose en lo que juraron destruir.


Spider-Man en Madero es tan solo el inicio del mutiverso, aunque solamente falta ver Sin Camino a Casa para que se confirmen todas nuestras teorías. Acá te dejamos el tráiler por si te quedaste con ganas de más arañas.