Una imponente figura prehispánica, adoptada por los chilangos en 1964, custodia el Museo Nacional de Antropología. Esta es la historia del monolito de Tláloc en CDMX, las leyendas que lo rodean y la revuelta social que se gestó en el lugar de origen de la piedra cuando la extrajeron.

El lugar de origen

El monolito de Tláloc, como se le ha denominado, fue hallado a un costado del arroyo de Santa Clara en San Miguel Coatlinchán, localidad que pertenece a Texcoco, Estado de México.

La colosal piedra prehispánica estaba en posición horizontal cuando se realizó el hallazgo a finales del siglo XIX, y así permaneció hasta el traslado a la CDMX en 1964.

“Nos quitaron nuestra piedra”

La historia se cuenta dependiendo del lado donde se encuentren quienes la escriben. Por ello, los chilangos solemos conocer solo una versión de la llegada de este monolito a la CDMX; sin embargo ¿qué dijeron los habitantes de Coatlinchán?

Si te has acercado al monolito de Tláloc seguramente has visto una leyenda que dice: “Este monolito fue encontrado en las estribaciones del pueblo de Coatlinchán, Estado de México, cuyos habitantes la donaron generosamente a este museo en 1964”; no obstante la historia que cuentan los oriundos de la localidad tiene un matiz muy distinto respecto a dicha donación.

Salvador Suárez, cronista de San Miguel Coatlinchán, cuenta que desde el porfiriato ya había intenciones del gobierno de extraer el monolito para trasladarlo a la Ciudad de México.

Sin embargo no fue hasta 1962 cuando comienza a correr la noticia de que las autoridades federales tenían planeado llevarse la Piedra de los tecomates, un nombre otorgado por los lugareños de Coatlinchán, a la gran ciudad.

Los habitantes de la localidad estaban dispuestos a todo con tal de evitar que extrajeran el monolito. Antonio López, uno de los organizadores del levantamiento propuso dinamitar la piedra. El pueblo entero se sublevó en protestas, sin embargo la entrada del ejército amainó el movimiento.

Decenas de soldados llegaron a sitiar el lugar. Los habitantes no tuvieron alternativa, los rostros tristes de ancianos, niños, jóvenes denotaban el pesar que les provocaba la extracción del monolito. Algunos exclamaban con congoja “Se llevan nuestra piedra”, “Nos han quitado nuestra señora del agua”.

De acuerdo con una entrevista de La Jornada a la maestra Guadalupe Villarreal, originaria de Coatlinchán, narra que aún se ven las marcas que dejó la extracción del monolito en la cañada.

Añade que el paisaje de aquellos años era un paraíso, pero que ahora la mancha urbana amenaza con arrasar lo poco que queda.

El traslado

El monolito de Tláloc pesa alrededor de 167 toneladas, por tanto para realizar el traslado de Coatlinchán a la Ciudad de México se requirió de una extensa plataforma de 24 metros de largo anclada a dos tráilers.

Para mover esta colosal figura, los trabajadores cavaron una fosa de tres metros de profundidad con el objetivo de deslizar la plataforma.

Posteriormente la levantaron con poleas y la ataron a la base con decenas de vigas y cables de acero, apenas suficientes para sostener el peso y evitar que durante el trayecto hubiera algún movimiento.

La noche del 16 de abril de 1964 marcó la historia chilanga, ya que el monolito atravesó la Ciudad de México. Más de 60,000 espectadores aclamaron la llegada de la deidad a su nueva morada: el Museo Nacional de Antropología.

La leyenda

La llegada del monolito de Tláloc a la Ciudad de México no solo estuvo marcada por las dimensiones sino por el gran jolgorio que se gestó alrededor de su desfile de oriente y un fenómeno meteorológico atípico para esas fechas.

Una abundante y torrencial lluvia cayó en territorio chilango cuando los tráilers entraron con la deidad prehispánica a cuestas. La creencia de que este acontecimiento era una señal del dios de la lluvia ha permanecido en el recuerdo e imaginario colectivo de los capitalinos.

Cabe mencionar que este acontecimiento no solo inundó las portadas de periódicos y revistas, también fue transmitido por televisión para que todos pudieran admirar el traslado del monolito de Tláloc hasta Paseo de la Reforma.

¿Dios de la lluvia o señora de las aguas?

Durante años se ha discutido la verdadera identidad de este monolito, sin embargo, estudiosos como Salvador Suárez afirman que esta confusión ya no tiene lugar puesto que las características de Tláloc son muy distintas a las de esta figura prehispánica.

Suárez describe que Tláloc suele representarse con una máscara o mascarón con ojos redondos, parecidos a unas antiojeras. Otra característica determinante del dios de la lluvia es que al centro del rostro emerge una serpiente que forma la nariz.

La discusión en torno acerca de quién custodia la entrada a museo Nacional de Antropología sigue en pie; sin embargo antropólogos y arqueólogos sostienen que se trata de Chalchiuhtlicue, la que tiene la falda de jade, señora de los ríos, lagos, lagunas y mares.

Datos curiosos del monolito

Si la fascinación por la historia de esta deidad labrada en piedra te dejó con ganas de saber más, aquí te dejamos un par de datos adicionales:

  • Es el 5to. monolito más grande del mundo.
  • Los oriundos de Coatlinchán afirman que el agua de lluvia que se acumulaba en los orificios del monolito tenía propiedades curativas.
  • Su origen se atribuye a la cultura teotihuacana.
  • Los habitantes de la localidad solían hacerle ofrendas de maíz y juguetes.

¿Sabía la otra parte de la historia de esta piedra labrada? Si te gustó este contenido, en esta nota encontrarás más datos acerca de dónde encontrar más monolitos en la CDMX.

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