Ya sea camino a Cuernavana o en plena Ciudad Universitaria, nuestra ciudad te ofrece grandes lugares para rodar sin importar tu edad. Por eso, como parte de nuestro especial del mes CDMX a pedal: La bicla transforma la ciudad hacemos una inmersión en dos rutas, dos identidades sobre dos ruedas para descubrir la ciudad, entorno y, con suerte, a uno mismo.

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Bien al sur: naturaleza sin límites

El espíritu ciclista de Omar Reyes encuentra libertad desde hace 15 años en el extremo sur de la Ciudad de México, donde la primera ciclovía de esta urbe recorre parte de las antiguas vías del tren hacia Cuernavaca, allá donde la ciudad se transforma en parajes de valles verdes y cielo azul, de campos sembrados con trigo o elotes y pueblos de tabiques desnudos.

Ese es el motivo favorito para pasar el mejor día con su amigo Leobardo o para romper con la cotidianidad con Laura, su esposa.También acude lo más temprano posible en cualquier día de la semana cuando tiene que comprobar la capacidad cardiovascular y pulmonar de quienes desean realizar un triatlón. Él es entrenador certificado por la Federación Mexicana de Triatlón.

“Es muy interesante rodar allá arriba porque cruzas por distintas áreas, unas muy desérticas, otras muy boscosas, y hay distinto climas. Además es escuchar otros sonidos de la ciudad y puedes toparte con tlacuaches, serpientes y, con suerte, hasta con algún zorro. Y si vas acompañado, es una oportunidad única para platicar largo rato con quien más te guste o con alguien más”, cuenta el fundador de Wayak Triatlón.

El reto no empieza propiamente en la ciclopista, sino desde el ascenso por la carretera Picacho-Ajusco. Una vez que ambos caminos se encuentran, hay que pedalear cuesta arriba para pasar a un costado de las cicloestaciones de El Sifón y La Cima, en los pueblos de Topilejo y Parres, respectivamente.

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Una ruta te llevará a lugares increíbles. Foto: Ilse Huesca.

Una ruta perfecta para la bicla

La pendiente no es pronunciada, lo que permite disfrutar del entorno, pero se transforma en una herramienta de entrenamiento al extenderse tanto como se desee, ya que puede convertirse en un viaje hasta Tepoztlán, Morelos. Cabe aclarar que, cuando se ha dejado el límite geográfico de la Ciudad de México, la ciclovía se transforma en un camino de terracería que corre por encima de la autopista México-Cuernavaca, con vista desde los cerros aledaños.

“Llegar hasta allá pone a prueba la resistencia física, sí, pero sobre todo la resistencia mental. Ahí, en el juego, salen las ganas de querer llegar”, señala con emoción Omar, de 44 años, quien tarda alrededor de cuatro horas en hacer todo ese recorrido.

Quienes únicamente recorran la ciclopista encontrarán un buen aliciente casi al final del camino: un elote asado antes de alcanzar Topilejo o, un par de kilómetros más adelante, unas quesadillas al comal en Parres.Pero el mayor premio es el regreso: el recorrido, ahora cuesta abajo, permite acelerar y gozar del viento fresco sobre la cara.

Las recomendaciones de Omar para principiantes: no intentes rodar a un ritmo rápido y bebe agua a lo largo de todo el camino (entonces asegúrate de llevar mínimo un par de ánforas llenas).

Y sus recomendaciones para todos: nunca ir solo y empezar y terminar temprano la rodada.

Foto: Ilse Huesca

CU: retos mayores para los menores

Cada sábado y domingo acuden cientos de ciclistas a Ciudad Universitaria a rodar sin preocuparse (tanto) por los automóviles, pues la zona está cerrada al trajín diario de la zona escolar. Sin embargo, la pandemia abrió la oportunidad de pedalear todos los días de la semana, ya que los circuitos internos quedaron libres de tráfico, y también eso ha ampliado el perfil de los ciclistas.

Ahora familias con niños han encontrado un verdadero patio de juegos, lleno de retos con extensas planicies, muchas curvas, algunas pendientes y mucha sana distancia. Con casco y bloqueador bien puestos, tres hermanos de dos, cinco y siete años se adentran escoltados por sus padres en la ciclovía dibujada en el campus, que conduce hacia casi todas las facultades y a través de los distintos campos de entrenamiento.

Foto: Ilse Huesca

Su ruta de bicla generalmente arranca con un calentamiento sobre el ajedrez de pasto que hay frente a la Biblioteca Central, para descender después hacia las Islas y el frontón cerrado.

Metros más adelante se toparán con los campos de futbol americano y tiro con arco, justo detrás de la Alberca Olímpica; luego encontrarán por ahí mismo el camino que se adentra por las facultades de Contaduría y Administración hasta salir a los edificios de Derecho y Medicina.

Aventuras a dos ruedas

Toda una aventura en la que casi al final se presenta el principal reto, justo en la Torre 2 de Humanidades: la más pronunciada pendiente, que, luego de casi cinco kilómetros, toman con gran emoción. Ahí más vale aflojar las cadenas de las bicis y pedalear con cadencia o se termina resignado caminando con el vehículo a un costado.

Foto: Ilse Huesca.

“¡Este es el mejor día de la vida, hagámoslo otra vez!”, grita el hermano mayor al haber encontrado este sendero en Ciudad Universitaria, otra manera de diversión en la nueva normalidad. Hace prometerle a sus padres que regresarán pronto para recorrer este mismo camino otra vez y para encontrar otros nuevos. ¿Los habrá? Seguramente sí.

Aquí cabe solo una recomendación para pedalear con niños: evita las horas alrededor del mediodía, porque no hay muchos sitios para protegerse del sol.

La nota “Dos rutas a descubrir sobre tu bicla” es parte del reportaje “CDMX a pedal: La bicla transforma la ciudad” escrita por Ivett Rangel para la revista Chilango del mes de julio. ¿No la tienes aún?! Encuentrala en Starbucks, Sanborns, Puestos de Revistas y Aeropuerto.O lee nuestros especiales online aquí.