Foto: Andrea Tejeda

6 de diciembre 2018
Por: Colaborador

Yalitza Aparicio, de normalista a actriz estelar en Roma

La película chilanga del año es, sin duda, Roma, del director capitalino Alfonso Cuarón. La cinta ha cautivado a la crítica y a espectadores por igual; tan buena ha sido la recepción de la obra que en cuanto hay una función disponible los boletos se agotan en poco tiempo. 

Está claro que Roma no sería lo mismo sin su elenco, en especial sin su protagonista, Yalitza Aparicio, quien en nuestro número de diciembre aparece en Portada. 

La película Roma de Alfonso Cuarón, es la más personal de todas sus obras. Lo que subyace detrás de la historia de su niñez en la Ciudad de México en los años 70, se convirtió en espejo de la forma en que llevó a cabo el filme. Una casa de secretos en que cada personaje de una familia de clase media se va descubriendo a sí mismo, en la medida en que la vida les enfrenta a la realidad del desamor, la entrega y la violencia política, desde el azoro y los sonidos de una ciudad que nunca guarda silencio. Cleo, la trabajadora doméstica y nana, tiene un papel central en la historia. Para encontrar a esta chilanga, el equipo de Alfonso Cuarón buscó a una mujer que jamás había actuado.

En esta entrevista exclusiva, Yalitza Aparicio, de 25 años, nacida en Tlaxiaco, Oaxaca, hija de una pareja mixteca y triqui, nos cuenta cómo trabajó con el director mexicano. Yalitza, normalista licenciada como  profesora de preescolar, ha recibido ya premios internacionales por personificar a Cleo, la nana que educó y protegió a Paco, el chico que representa a Cuarón de niño.

-El inicio-

“Mi hermana es cantante en Tlaxiaco, por eso la invitaron a hacer un casting y me pidió que la acompañara. Fui por curiosa. Cuando llegamos ella me dijo: ‘¡Ándale, tú también haz la prueba para que veas cómo es esto!’ Allí nomás preguntaron qué me gustaba hacer, cómo es mi familia. Nadie nos dijo de quién era la película ni de qué se trataba”, nos cuenta.

Unas semanas después, Graciela Villanueva, del equipo de producción, llamó a Yalitza a un segundo casting a la ciudad de Oaxaca. Sus padres argumentaron que podría ser un caso de trata de personas. Saben que a diario se roban mujeres jóvenes en el país. La novel actriz narra los meses que le siguieron a ese fortuito encuentro con el cine.

“Graciela tuvo que venir a Tlaxiaco, les mostró a mis papás los documentos de que eran una productora seria. Mi papá le dijo que todos los días la gente falsifica documentos, que su hija no iba sola; así que nos fuimos en familia a la capital a hacer la prueba. Me emocioné porque todo era como un juego; aunque al principio tenía miedo de ir con desconocidos, lo superé. Mi mamá, Margarita Martínez, estaba conmigo cuando nos hicieron leer parte del guion. Después me dijeron que teníamos que improvisar, simplemente reaccionar a lo que iba sucediendo”.

Tiempo después llegó acompañada de su madre a la Ciudad de México. Yalitza no entendía por qué todas las actrices estaban emocionadas por conocer a Alfonso Cuarón. Ella lo buscó en internet. Entraron en las oficinas y se encontraron por primera vez.

“No se parecía al de internet. En persona es flaquito, más joven y muy alto. Yo pensé que nos estaban engañando, porque ese no era el director de las fotos. Entonces, con Alfonso me di cuenta de que sentía que estaba con una muy buena persona; cuando lo vi a los ojos sabía que estaba con un hombre de gran corazón. Conmigo se portó como si fuéramos mejores amigos, me tranquilizó. Hicimos las pruebas, se me fueron los nervios. Me pidió que le contara cómo soy, qué he sentido cuando me enamoro, por qué decidí ser maestra. Yo le dije que porque cuando educas bien a un niño pequeño puedes cambiar a tu comunidad. Hicimos otras escenas, nadie tenía el guion, no sabíamos de qué se trataba la película”.

-Marina de Tavira-

“Conocí a Marina de Tavira (Sofía en Roma, mamá de Paco) el día de las pruebas de vestuario. Estaba allí, güerita, muy seria. Yo pensé que no me iba a dirigir la palabra nunca. Después entendí que ella estaba más nerviosa que yo, entonces nos pusimos a platicar. De pronto les dijeron a todas las demás que se fueran. Entró Alfonso, nos tomaron fotos juntas, él nos preguntó si teníamos tiempo de hacer esta película con él. Yo dije riéndome que apenas había egresado de la carrera y no tenía nada que hacer. Cuarón salió y le dijo a su equipo: ‘¡Ya tenemos a Cleo!’. Todos empezaron a aplaudir. Se regresó y dijo que Marina iba a hacer el papel de la señora Sofía. Yo estaba contenta, intentando entender lo que sucedía. Era como un ritual”.

-Cámara, acción-

Una de las primeras pruebas de Yalitza frente a las cámaras fue la que da inicio a la película. Es ella lavando el garaje de la casa con una escoba. La escena le era familiar, pues en la vida real hizo trabajo doméstico de chica. Su madre ha sido trabajadora doméstica, muy mal pagada y mal tratada, según narra la protagonista de Roma. Yali, como la llaman en el set, es consciente de que a las más de dos y medio millones de trabajadoras domésticas de México les pagan sueldos injustos, casi nadie respeta sus derechos humanos, y su labor, en muchos casos, se relaciona con los cuidados emocionales de familias de desconocidos. Sin saberlo, la historia le sería demasiado familiar.

“Alfonso solo me dijo que era la historia de cuando él era pequeño en la Ciudad de México, en la colonia Roma. Yo vi un retrato del personaje Paco en su pared y le dije: ‘¡Mira: Carlos trajo su foto!’ (Carlos Peralta es el niño actor que hace el papel de Paco). Él sonrió y me dijo: ‘Se parecen, ¿verdad?’. Pues resulta que es un retrato verdadero de Alfonso cuando era niño. Todo era un misterio, fuimos conociendo a los personajes y la historia poco a poco; solo sabíamos qué haríamos en cada escena. Cuando ya comenzó el rodaje yo no me sentía actriz. Todo se filmó de forma cronológica, Alfonso gritó: ‘Acción’ la primera vez y yo me olvidé de todo, empecé a vivir esa vida”, dice Yalitza.

“Yo reaccionaba por lo que sentía a cada momento. Solo escuchaba su voz de pronto, como si viniera del cielo. No sabíamos lo que iba a suceder, oíamos instrucciones por el megáfono: ‘Voltea a ver detrás de ti’, me dijo en la escena de la mueblería, cuando el Halconazo, y al hacerlo iba descubriendo lo que sucedía con Fermín, yo no me lo esperaba. No estaba actuando, nuestras reacciones eran reales frente a la historia. Con los niños mi relación fue preciosa, mi cariño por ellos estaba cruzado pensando en Alfonso de niño, en los niños de padres que los abandonan; duele ver a las personas sufriendo y saber que no puedes hacer nada. Siempre te imaginas en la película que el padre se va a ir, pero no quieres que suceda. Yo, sé de mi vida cómo se sufre con el abandono”.

Esta joven normalista narra que por su mente pasaban ciertas ideas circulares: “Así es la vida, guardamos secretos en las familias, cada quien cree que solo él sabe la verdad y no quiere hablar para que los demás no sufran. Ver la cara de los niños aguantando es lo más doloroso que te puede pasar. Mirar cómo la mamá se traga el dolor intentando ocultar todo… Cuando yo iba descubriendo la película pensaba: claro, así es la vida real, la gente esconde su dolor”.

Yalitza conoce bien la historia de 1968, y en particular la del Halconazo, uno de los temas que entrecruzan la historia que constituyen Roma. Piensa que la represión política sigue sucediendo hoy en día, lo mismo que las desapariciones forzadas, el racismo y la discriminación por clase y género.

Su vida ya nunca será igual. Ha caminado por la alfombra roja con el director ganador del Oscar y ella misma ha sido galardonada. Nada de eso parece tener importancia, porque Alfonso Cuarón logró crear un ambiente en que la historia se descubre en la medida en que se vive. Al escribir el guion, dirigir y editar el filme, el director mexicano estaba reconstruyendo las vidas de cientos de familias mexicanas de clase media, marcadas por la huella del silencio y el estruendoso efecto de la injusticia.

Para Yalitza, Roma es una historia de valentía y amor, de pérdida y vulnerabilidad. Quisiera seguir siendo actriz, pero hoy duda mucho tener la fortuna de encontrarse con un director que, como Alfonso, la enseñe a vivir otras vidas sin mentirle al público. Yali, la mujer de ojos iluminados y sonrisa colmada, termina la entrevista asegurando que su mayor logro en esta travesía fue dignificar el papel de las nanas, de las trabajadoras del hogar y su mirada frente al mundo. “Estamos aquí para salvarnos, para ayudarnos”, me dice al despedirse.

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