Una pizza le cambió la vida a Jorge Alberto.

“El Jarocho”, como le dicen, vivió cinco años en la calle. En ese entonces consumía drogas y trabajaba como “viene-viene” cuidando carros. “No cualquiera te da trabajo. En la mayoría de lugares te tachan de ratero por haber vivido en la calle”, señala.

Sin embargo, su vida dio un giro hace un año, cuando comenzó a trabajar en Pixza pizzería, “plataforma de empoderamiento social disfrazada de pizzería”, según la define Alejandro Souza, fundador del proyecto.

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Actualmente, “el Jarocho” trabaja como montador de pizza y mesero en la sucursal Liverpool, en la Zona Rosa, donde nació Pixza.

Además, el hombre de 32 años vive con su esposa y sus dos hijas —de 10 y 14 años de edad— en un departamento que rentan en La Raza, en la alcaldía Azcapotzalco.

La vida de Wilfredo Álvarez, de 24 años, también cambió gracias a la pizza.

“Wil” migró por primera ocasión de Puerto Cortés, en Honduras, hace 10 años, porque no quería ser “soldado” de las pandillas locales. Su plan era vivir en Estados Unidos; sin embargo, fue deportado en 14 ocasiones y ahora busca establecerse en México, donde está en condición de refugiado.

A partir de abril de 2019, “Wil” entró en Pixza pizzería, donde se ha desempeñado como cocinero, mesero y encargado de los pedidos. Su sueño ahora es estudiar gastronomía.

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Una rebanada con mucho poder

Fotos: Cortesía Pixza Pizzería. Tomada de Facebook https://www.facebook.com/pixzamx/photos.

Pixza es famosa por sus pizzas de masa azul con ingredientes mexicanos —como chapulines, flor de jamaica, cochinita pibil o huitlacoche— pero también por el programa del que forman parte tanto “el Jarocho” como “Wil”.

Pixza apoya a personas de entre 17 y 27 años con vulnerabilidad social, a través de un programa de 12 meses y tres objetivos: darles empleo fijo formal en la empresa, dotarlos de bienestar socioemocional y una vida independiente tras graduarse del programa.

Dicho plan apoya a personas en situación de calle, en abandono familiar, con rezago educativo o con antecedentes delictivos, con historial de dependencia a drogas, migrantes, refugiados o deportados.

“El chiste es si tienes un sueño, una meta, que quieres alcanzar… cómo te acercamos a eso”, explica Alejandro Souza, fundador de Pixza pizzería, quien estudió su licenciatura en el Babson College, considerada la escuela más importante de emprendimiento.

Desde la apertura de su primera tienda en 2015, Pixza ha reclutado a 220 jóvenes de los cuales ya se graduaron 85.

¿Cómo sobrevivieron a la pandemia?

La crisis económica provocada por la pandemia de covid-19 ha provocado el cierre definitivo de al menos 9 mil restaurantes, según la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados.

Pese a la crisis, Pixza pizzería se ha mantenido fiel a su misión de empoderar a jóvenes en situación vulnerable. “A diferencia de empresas que despidieron gente y bajaron costos, nosotros dijimos ‘no importa si morimos, pero nunca vamos a dejar ni a violar nuestra razón de ser”, asegura Alejandro.

Con el inicio de la pandemia, los ingresos de Pixza cayeron 95%, puesto que el servicio a domicilio representaba en ese entonces 5% de las ventas mensuales.

Otra de las pruebas llegó con el cierre de las sucursales del Centro Histórico —su punto de venta más fuerte, que ya volvieron a abrir— y de la colonia Tabacalera —la más grande y en la que recibían a grupos de universitarios interesados en el modelo de negocio—.

“Tuvimos que meter a todos los chavos en dos sucursales y cambiar el protocolo de empoderamiento. Vimos que nuestras sucursales se podían transformar en espacios pedagógicos. Eran salones de día, mientras trabajaban”, refiere Alejandro.

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Con el objetivo de sobrevivir a la crisis, Pixza abrió el sitio web elimpactonopara.com, donde hizo un llamado de auxilio.

Vendieron parafernalia, cupones de consumo anticipado y cursos de emprendimiento. A la par, fortalecieron el servicio a domicilio, abrieron un canal de WhatsApp Business y crearon una pizza que se vende sellada y congelada al alto vacío, lo que les permitió entregarla en cualquier esquina de la ciudad. Las ventas mejoraron.

A mediados de junio del año pasado, con la entrada en vigor del semáforo naranja, Pixza abrió dos puntos de venta: uno en Barranca del Muerto y el otro en Mercadoroma Coyoacán.

Sin embargo, en diciembre pasado la CDMX regresó al color rojo del semáforo, lo que obligó a Alejandro a redefinir otra vez su estrategia.

“Dijimos: ‘vamos a asumir lo peor: otro año igual, puro semáforo rojo, pandemia, ¿qué vamos a hacer para llegar a nuestros clientes?’ Entonces, lanzamos un movimiento nacional de multiplicadores de la marca”, detalla.

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Con este plan, cualquier persona se podía convertir en vendedor de pixzas. Las recibían congeladas, junto con herramientas de mercadotecnia para venderlas en sus localidades.

“Estos distribuidores son estudiantes, gente que se quedó sin chamba, personas que quieren aprender sobre un negocio social, que quieren vender un producto que ya tiene auge, que quieren generar impacto y hacer dinero adicional”, explica Alejandro.

De esa manera, Pixza hizo alianzas con cafeterías, hoteles y locales en mercados de otras entidades. “Hoy ya estamos en 13 ciudades”, celebra el emprendedor social.

“El Jarocho” reconoce que nunca se imaginó detrás de una cocina ni con un trabajo formal y que ahora algunos de sus antiguos compañeros de calle lo felicitan y también están interesados en ingresar al mismo programa.

“Mis hijas me llaman al trabajo y les gusta que sea cocinero. Me siento bien”, explica, mientras prepara una pixza para unos extranjeros, los únicos turistas que han llegado a la sucursal en semanas.

“Wil” coincide con “el Jarocho”: “Me han preparado para la vida, para no rendirme… Me siento una nueva persona, orgulloso de mí mismo”,dice

A decir de Alejandro, Pixza pizzería sigue operando gracias a la “creatividad y adaptabilidad”, que les permitió cambiar el modelo de negocio, y a que fortalecieron su relación con colaboradores y clientes.

¿Cómo funciona Pixza?

Se trata de una empresa autosustentable: los recursos que genera con la venta de sus productos alcanzan para cubrir el proceso de empoderamiento de la población que atiende —incluído el salario de sus beneficiarios que aumenta cada tres meses y con prestaciones de ley— y a la par obtiene recursos para operar, pagar los salarios de su equipo directivo y su proceso de expansión.

Por cada 10 pixzas que se venden, se destina una para personas en albergues. Y es ahí donde reclutan a la mayor parte de sus beneficiarios.

“Así empieza nuestro protocolo de acompañamiento: llegamos, compartimos nuestra comida, y les decimos a los chavos: ‘Te latió la pixza, quieres aprender a hacerla, vente a chambear con nosotros’. Ese es nuestro proceso de reclutamiento, así de sencillo”, explica Alejandro.

Los nuevos reclutas trazan un plan de vida que deben desarrollar a lo largo de su estancia e inician como ayudantes de cocina, meseros y pueden llegar hasta encargados de sucursal. Mientras trabajan, a diario van y vienen de los albergues. En el mes 10 empieza la recta final, ya con un proceso emocional y con herramientas laborales consigo.

Luego, entran al “horno social”, en el que personalizan una pixza, y todas las ganancias que generen se van a un fondo que permita pagar dos meses de renta y un depósito. La idea inicial era que esto ocurriera en el doceavo mes, pero la pandemia ha alargado los plazos.

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También crean una lista de muebles o herramientas que requerirán para lograr su vida independiente, que es promocionada entre los clientes y en redes sociales para que les sean donados.

“Es como logramos que el beneficiario, la empresa y el cliente consuman la misma experiencia, que el cliente automáticamente genere un cambio con cada una de sus compras, quiera o no”, apunta el fundador de Pixza.

Como parte final de su graduación, Pixza busca que los graduados salgan con una propuesta laboral hecha por parte de las empresas que ya previamente certificó.

“Tenemos alianzas con organizaciones y empresas que ya están validadas como espacios incluyentes y empoderadores porque si un chavo entra a un lugar que no está listo y lo discriminan en el día uno, entonces nos echa a perder el trabajo”, explica.

Y ¿por qué solo doce meses?.

“Porque queremos dejar ese espacio para alguien más, queremos que esa persona pique piedra en su siguiente oportunidad laboral. Nuestra misión es empoderarlos y dejarlos listos”, concluye Alejandro.Si quieres acudir a sus sucursales, sumarte o conocer más sobre Pixza, consulta su sitio web.

Ahora que conoces cómo trabaja Pixza pizzería, te invitamos a ver y abrir boca con este video sobre unos de los mejores tacos de hígado encebollado de CDMX.