El estrés y la falta de motivación hicieron que Joselyn Carrillo tomara la decisión de perder el ciclo escolar 2020-2021. A pesar de ser una de las mejores estudiantes de su grupo, confiesa que en los dos meses de clases en línea del pasado curso no la pasó nada bien.

“Pasaba todo el día frente a la computadora, ni siquiera tenía tiempo para chatear con mis amigas. Un día me desperté y ya no tenía ganas ni energía de hacer nada, me sentía muy triste”, dice la joven estudiante de secundaria.

Gina, la madre de Joselyn, cuenta que fue una etapa difícil para su familia, no solo porque dejaron de hacer otras actividades por cumplir con las tareas, sino porque al finalizar el ciclo, las calificaciones no fueron parejas.

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“Ya no volveremos a agobiarnos, Jocelyn es muy inteligente y sé que, aunque no vaya a la escuela, seguirá estudiando mucho durante este año”, comentó.

También está el caso de Esmeralda Cortés, quien suspenderá su educación porque no cuenta con un televisor para seguir los programas de Aprende en Casa y su familia no tiene recursos para contratar un servicio de internet.

“Sí sufrimos estrés, pero sufrimos más el no tener computadora o televisión. La beca la ocupamos para comprar comida o lo que se necesite, apenas nos alcanza para estar al día”, explica Ivone, madre de la estudiante.

La familia Cortés vive del comercio ambulante y sus ingresos apenas superan el salario mínimo al día. Al suspender un año los gastos escolares, esperan poder ahorrar más y comprarse una televisión y contratar internet, pues recuerdan que el ciclo escolar pasado tuvieron que acudir a un café-internet para subir sus tareas y acreditar el año. A sus profesores no les importó si tenían conectividad en su casa, confiesan.

Hay otros padres como Raquel Arizpe, quien piensa que perder el ciclo escolar no le afectará a su hijo de 8 años, además de que se ahorrará 15 mil pesos de colegiatura.

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“No tenemos televisión, de hecho tendríamos que ir a comprar uno. Pero siendo sincera no creo que le afecte perder este año. Queremos relajarnos, ya no agobiarnos por las tareas, porque quizá no aprenderá como hubiera aprendido normalmente”, comenta.

Tanto la familia Cortés como la familia Arizpe forman parte del 7.5% de la población que no cuenta con una televisión en su hogar, de acuerdo con datos del INEGI, los cuales también exponen que solo 20.1 millones de hogares en el país cuentan con acceso a internet.

Las tres madres, consultadas por Chilango, coinciden en que perder el próximo ciclo escolar en la CDMX traerá más cosas buenas que malas, empezando por mantener una vida alejada de presiones y posibles trastornos mentales. “Por las circunstancias es una medida de emergencia, tampoco quisiera que mi hijo volviera a la escuela en estas condiciones, y menos volver a verlo estresado frente a la computadora todo el día”, aclara Raquel.

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Perder el ciclo escolar no es tan mala idea

Peero, ¿qué opinan los especialistas sobre esta opción? Para la socióloga Teresa Rodríguez de la Vega, perder el ciclo escolar no representa ningún problema en el desarrollo de los menores, pues argumenta que la educación no debe ser entendida como una cosa contra reloj, como una carrera de tiempo, o como una cosa para superarse.

“Tenemos que intervenir para que esta situación no deje una marca negativa en la infancia a la que le tocó vivir esto”, sugiere Teresa Rodríguez, y sostiene que el Estado es quien debería eliminar las precariedades en las familias que no están en condiciones de acceder a una educación más justa, con los materiales y dispositivos adecuados. Asimismo, resalta que, en estas situaciones las mujeres son quienes terminan cargando con toda la responsabilidad y sin remuneración alguna, como los tres casos de este reportaje.

La pedagoga Lucía López Domínguez recomienda que, si deciden abandonar o renunciar al próximo ciclo escolar, lo mejor es realizar actividades totalmente ajenas a la dinámica escolar, como andar en bici o practicar algún deporte durante más tiempo de lo normal, visitar parques y museos, conocer la ciudad, y establecer horarios de lectura y escritura, con la finalidad de mantener la motivación por el aprendizaje, sin que parezca una obligación.

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“El objetivo es sustituir la educación formal por la educación libre, en donde los niños y adolescentes tengan la voluntad de aprender sin que lo sepan. Esto los mantendrá activos y conscientes de la situación por la que está pasando el país, sin vivir con la presión de cumplir a la fuerza”, detalla la experta Lucía López.

Tanto Gina, como Ivone y Raquel están convencidas de que perder el ciclo escolar les dará tiempo de realizar actividades más productivas, como ayudar en las labores domésticas, adentrarse a algún deporte o arte, especializarse en los conocimientos de su interés, y sobre todo, adquirir mayor sentido de responsabilidad, concluyen.

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