En la era digital, la sexualidad ha dejado de ser un espacio de intimidad y ahora miles de mujeres son víctimas de la publicación de grabaciones y fotografías sin su consentimiento e, incluso, sin que ellas supieran que existían.

Olimpia Coral Melo Cruz grabó un video sexual con su novio y el material se subió a internet sin que ella lo supiera; ahí fue cuando emprendió una larga batalla que terminó con la aprobación de la ley que lleva su nombre.

Después de promover las reformas en Puebla, donde radicaba, surgió la organización Mujeres contra la violencia de género, en 2014. Cuando se mudó a CDMX, varias colectivas, asociaciones civiles y activistas se unieron a su causa y fundó el Frente Nacional para la Sororidad.

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“Hace cuatro años este era un espacio de acompañamiento entre mujeres que habían vivido alguna violencia; sin embargo, conforme estas jóvenes se fueron haciendo conscientes de que la seguían padeciendo, se convirtió en un semillero de lucha”, recuerda.

Para sus integrantes, el Frente no nace de alguna organización institucional sino de la tierra, donde las mujeres salen a marchar y son empáticas con las víctimas, a pesar de las diferencias de cada región y contexto. Por ello, este movimiento está presente en diversas entidades de México y agrupa tanto a feministas independientes como a colectivas.

“La razón por la que esté en todo el país es justo por la empatía, por decir ‘es que a mí también me ha pasado, a mí también me puede pasar o simplemente yo empatizo contigo y me duele lo que a ti te hicieron y tengo el coraje de luchar por eso, porque no se quede impune y no le vuelva a pasar a otra’”, agrega Frida Gómez, vocera del Frente, en entrevista con Chilango. 

Dentro del Frente hay un grupo de defensoras digitales encargadas de dar atención a todas las víctimas de cualquier tipo de violencia en internet, así como atención legal y psicológica y acompañamiento.

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Tras años de lucha y tocar puertas con autoridades estatales, la Ley Olimpia se ha implementado en más de una decena de entidades para reconocer los delitos contra la intimidad, combatir la difusión de contenido íntimo sin consentimiento y el ciberacoso, así como garantizar la protección de los derechos sexuales.

Y es que la violencia va mutando, aunque haya mecanismos para brindar justicia a otros tipos de delitos, la violencia digital va ocupando espacios que antes no tenía, al mismo paso que evolucionan las tecnologías.

“Ojalá todos tuviéramos la libertad de exhibir nuestros cuerpos sin que alguien te haga nada, sin que nadie te castigue, pero desafortunadamente no es así. Tú exhibes tu cuerpo y recibes las peores de las sanciones sociales, y en qué termina esto, pues en un suicidio muchas veces”, explica Cynthia Isabel Flores Cerón, también vocera de la organización.

“Entonces creo que, como movimiento feminista y también como persona de a pie, ahora tenemos que luchar por cómo hacemos contrapeso a estas nuevas violencias y cómo nos vamos preparando a esa evolución”.

El Frente Nacional para la Sororidad habla contra la violencia sexual digital por la urgencia de frenar que las mujeres sigan siendo vistas como objetos sexuales, ya que, al fotografiarlas o grabarlas desnudas, la sociedad hace una validación y una valoración mercantilista de qué tanta satisfacción sexual pueden causar o cuántas ganancias van a generar.

“El sistema neoliberal, que mercantiliza nuestros cuerpos, ya mercantilizó nuestras relaciones y, para romper con esta insensibilidad de origen, tenemos que repensar el sistema y hacer un sistema económico y social que sea feminista y que esté basado en las igualdades”, asegura Frida.

Precisamente para romper con las desigualdades, las integrantes del Frente subrayan la importancia de la educación digital en todos los sectores de la población, pues los casos más dolorosos a los que se han enfrentado son los de las mujeres que están en contextos rurales, quienes son violentadas digitalmente sin su consentimiento.

Que una persona no tenga redes sociales o acceso a internet no evita que sea víctima de ciberacoso o explotación, porque el hecho de coexistir en un momento en el que hay teléfonos celulares y red, implica que todas somos vulnerables a estas violencias.

El Frente Nacional para la Sororidad aclara que no pretende derrocar internet, Google o a las redes sociales, sino abolir la idea de que los cuerpos de las mujeres son para consumo; también, exigir al Estado mexicano que proteja a sus ciudadanas en los espacios en que están siendo vulneradas.

“Nos han tachado hasta de moralinas por querer quitar videos no consentidos en internet de personas que explotan nuestros cuerpos de manera virtual”, lamenta la vocera Marcela Hernández.

“No estamos de ninguna manera ante cualquier tipo de erotización, el punto con esto es que el placer que se busca, y me parece muy evidente con este mal llamado ‘etnoporno’, no es el placer por el erotismo, es el placer por la humillación, es el placer por el sometimiento, es el placer de vulnerar a una persona que consideran inferior y exhibirla, es el placer por la violencia”, aclara.

Foto: Cynthia Peralta

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El espejo y el amor

El Frente Nacional para la Sororidad convoca todos los días a todas las mujeres, todas las causas, todos los liderazgos, todos los derechos. Las voceras entrevistadas –sin titubear– ofrecen un abrazo y una sonrisa, tienen entre 26 y 34 años y, sin dejar de ejercer sus profesiones, acompañan a una amplia gama de mujeres, con énfasis en las que viven en comunidades rurales, y se especializan en tecnologías de ciberseguridad.

Juntas han descubierto que no hay sueño demasiado grande, que actualmente han logrado causar incidencia en la reorganización de los espacios de las mujeres gracias a constancia, amor y disciplina, a pesar de no contar con los recursos que tienen las instituciones. Para llegar a ese punto, cuentan, tuvieron que enfrentarse primero a sí mismas.

“La batalla también es con una misma, es interna, el deconstruirte día con día y saberte como humana y saber que también la cagas y que también tienes muchas cuestiones de machismo interiorizadas, que las repites y que has dañado a otras mujeres, a otras personas y te has dañado a ti misma inconscientemente, eso es muy difícil asumirlo”, confiesa Nidia Rosales.

Sin embargo, la clave para que su organización siga creciendo está en resistir juntas, a través de la creación de redes de apoyo, pues no es fácil enfrentar a la sociedad ni a las familias, porque pueden llegar a ser muy violentas.

“Nos amamos entre nosotras, primero que nada, a nosotras mismas y entre nosotras, y nos rodeamos de gente que nos ama, por eso estamos juntas”, dice Marcela.

“Las mujeres no solo somos chingonas porque sabemos hablar fuerte, porque sabemos mover gente, no, también somos chingonas porque, cuando vemos a alguien llorar, sentimos su dolor y eso nos hace inmensas, eso genera sinergias entre las personas, genera que algo así chiquito se vuelva valioso, poderoso. Eso somos las mujeres: inmensamente poderosas, inmensamente valiosas”.

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