Hace 13 años, Fershow Escárcega pisó el FARO de Oriente para tomar su primer curso de fotografía y desde entonces no ha parado. Su obra aborda temáticas como la diversidad, la identidad y la contracultura, pero sobre todo rompe esquemas, etiquetas y estereotipos de belleza. Ha logrado retratar a la periferia y sus habitantes de una manera divertida, honesta, poderosa y digna.

Por Miguel J. Crespo

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Un tipo delgado cruza la calle con una caguama en la mano. Lleva puesta una camisa con estampado de pañuelo, atiborrada de colores y formas. Un pantalón negro entallado con agujeros en las rodillas. Tiene rapados los costados de la cabeza y el copete teñido de verde. De su cuello cuelgan un par de cadenas hasta el pecho, donde un corazón dibujado se conecta a dos torres de luz. Sobre sus dedos hay tatuajes y sobre los tatuajes anillos. Podría ser un rockstar, un gurú de la moda, un rapero o todo junto, pero es Fershow, el fotógrafo a go-gó.

“No pude dormir pensando en lo que te iba a responder sobre mí. Así que les hablé a mis amigos para saber qué pensaban de mí, ¡y ay no!, me hicieron llorar”, dice Fershow antes de saludarnos y me ofrece un sorbo de cerveza. Luego entramos a su casa y subimos decenas de escalones hasta llegar a la azotea. El paisaje es gris y áspero; tinacos, tanques de gas, tendederos, un módulo de policía desierto y perros abandonados. Ciudad Nezahualcóyotl nos abraza y nos consume.

Fershow fotógrafo

Foto: Miguel J. Crespo.

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Fernando Manuel Escárcega tiene 32 años, es artista visual, fotógrafo y dueño de una tienda de ropa vintage de los años 60 y 70, su época favorita. Hace 13 años pisó el FARO de Oriente para tomar su primer curso de fotografía y desde entonces no ha parado. Su obra aborda temáticas como la diversidad, la identidad y la contracultura, pero sobre todo rompe esquemas, etiquetas y estereotipos de belleza. Ha logrado retratar a la periferia y sus habitantes de una manera divertida, honesta, poderosa y digna.

“La fotografía es una forma de expresar tus sentimientos, sirve para hacer realidad las cosas que te imaginas. A veces me preguntan si mi trabajo es de moda, diseño o documental. Y no creo hacer nada de eso, más bien mi foto es de autor. Entonces le pongo el nombre que yo quiera y por eso me considero un fotógrafo a go-gó ¿No lo conoces? Hola, mucho gusto”.

Fershow Escárcega nació y creció en Neza. Manuel, su padre, es mecánico y de él aprendió a mirar texturas y escenificaciones como la de un auto destartalado siendo reparado. Tere, su madre, es estilista y sus revistas de moda y peinados le enseñaron un mundo del que se enamoró desde niño.

“Antes de ser mecánico, mi padre fue rescatista de la Cruz Roja y mi madre antes de ser estilista se dedicó al trabajo social, entonces me enseñaron que el otro Importa, aunque no sea tu familia, aunque no lo conozcas”.

A los 18 años Fernando estudiaba el tercer semestre de ingeniería en sistemas computacionales, pero después de su primer taller de fotografía abandonó la carrera. Sus padres se asustaron. De pronto el niño genio se volvía hippie, loco, extravagante, curioso y rebelde. “Ahora hago una asociación del arte y las matemáticas; es un acto creativo, descubrí que estaban más cerca de la locura que de la cordura”.

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“Era un morro, pero no me detuve y lo di todo”, dice Fershow mientras forja el segundo porro de la tarde. Estamos sentados en el estudio de su departamento en Ciudad Neza. Una habitación amplia de paredes color menta, con un sillón, plantas, una bocina gigante, fotografías, un globo, una pierna de plástico con medias, una palmera, luces y varias sillas acapulco, que lleva a una cocina que no es cocina y luego se conecta con un cuarto que es bodega, donde guarda toda la ropa que vende. A la derecha está el baño, una cortina de lentejuelas verdes simula la puerta y dentro una luz neón del mismo color rebota en el agua del excusado. A la izquierda está su cuarto, pero ahí pocos pueden pasar “es el templo de la lujuria y el amor, ustedes saben si entran”, advierte.

Fershow tenía dos hermanas, pero la mayor murió joven hace varios años y eso lo marcó. Sobre la ceja izquierda lleva tatuada la palabra “Valiente”, para él eso significa agarrar al toro por los cuernos, enfrentar los problemas. “La vida se volvió más intensa, más en el momento”, recuerda y recarga la barbilla sobre su mano.

“Es muy curioso como mi identidad se forjó a partir de la ciudad y no de mi sexualidad. De pronto te das cuenta que no importa la nacionalidad, ni la edad, cuando estamos compartiendo un mismo espacio. Porque yo no soy un artista mediocre, soy un gay empoderado, con amigos chingones en una ciudad que ofrece la posibilidad de ser quien quieras ser”, sentencia Fershow Escárcega.

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Fernando Escárcega es licenciado en Arte y Patrimonio Cultural por la UACM, cursó el Seminario de Fotografía Contemporánea 2009 del Centro de la Imagen, obtuvo la beca del Fonca en 2011 y mención honorífica en el segundo concurso El México de los mexicanos. Participó en el proyecto iberoamericano Saltando muros. Su trabajo ha sido exhibido en México, Estados Unidos, España, Colombia, Ecuador, Francia y Costa Rica. Este año, en el marco del Festival Internacional por la Diversidad Sexual, participó en la exposición colectiva “Viviendo de noche”, que tuvo como sede el  Museo Universitario del Chopo y en la residencia artística “Me sobra barrio”, organizada por el Centro de la imagen.

La obra de Fershow está inspirada en la música a go-gó. Un movimiento de los años 60 también conocido como movimiento ye-yé o la nueva ola. Sinfonías con influencias del funky rock & roll,que se volvieron populares por su vestimenta llena de colores y por la actitud palpitante, frenética y desenfrenada de sus seguidores.

“Durante más de 10 años he sido fan, tengo amigos que son coleccionistas de viniles y arman fiestas en las que sudamos hasta las tres de la mañana y eso no es una opción, es una forma de vida”, dice Fer emocionado, luego se pone de pie y se acerca a su computadora. Segundos después comienza a sonar “Go Go Gorilla” de The Shandells. “Esa canción es mi corazón loco”.

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Cuando Fershow era niño les inventaba historias a sus juguetes. “Ese fue mi gran curso de arte”. Luego creció y siguió contando historias, pero a través de sus imágenes. “Un fotógrafo no es solo el que dispara la cámara. Es un narrador, es un poeta, es alguien que tiene la capacidad de escribir e idear proyectos, de vivir de esto, de deducir impuestos, es una máquina”.

“Yo soy los males de toda esta sociedad: desempleado, homosexual y tatuado”, dice Fershow, mientras mira a la cámara y camina por las calles de Ciudad Neza en el documental Nezayork(2015), realizado por canal 22 y dirigido por David Pablos, quien en 2017 ganó el Premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana porLas elegidas.

“Nezayork” es una escenificación salida de la imaginación de Fershow. Para esta serie fotográfica trasladó su cama de una calle a otra, de una pared rotulada a otra grafiteada, con el objetivo de crear escenas que representaban una “desfragmentación de los parámetros establecidos de la belleza”.

—¿Cómo vas a retratar a los pobres, a los nacos de Neza? —le cuestionaron quienes no creyeron en su proyecto.

—Sí viven los nacos aquí, y sí, viven los pobres aquí, y sí, viven los excluidos aquí, ¿y?, ¿Alguien de ustedes les va a solucionar la vida? ¿Entonces?

“El mensaje es haz lo que puedes con lo que tienes. Si yo tengo una pared gris, voy a hacer una foto en la pared gris y de mí depende que se vea increíble”, dice Fershow y me pide que destape otra caguama. Me cuenta que durante un tiempo su obra no recibía más que pedradas y él se preguntaba porqué. Hasta que alguien le dijo: “estás rompiendo el estigma, estás empoderando a la gente que nadie quiere ver, estás retratando lo que nadie quiere ver y además lo haces de una forma digna, fashionista, divertida y pareciera que te ríes de las reglas”.

Fershow Escárcega logró retratar la Neza sonidera, la Neza y sus aguas negras, la Neza rebelde, la Neza y sus tianguis y sus ferias, la Neza gay, trans y queer, la Neza kitsch, la Neza y su gente. Una zona conurbada donde habitan más de un millón de personas. Uno de los municipios del Estado de México con más índice delictivo, solo por debajo de Ecatepec y que se encuentra entre los tres con más feminicidios en los últimos dos años, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Por eso cobra importancia el trabajo de Fernando, porque muestra dignamente a una periferia que recibe todo lo que la metrópoli escupe. Porque enaltece a la gente trabajadora que solo llega a soñar a sus casas. Porque como decía Edward Said “no se puede juzgar al otro desde una superioridad”.

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—¿Consideras que tu fotografía es kitsch? —le pregunto a bote pronto antes de que escupa el humo.

Fernando contiene el tufo. Sus ojos rojos y brillosos miran hacia el techo y antes de contestar me pide otro sorbo de cerveza.

—En la vanguardia, cuando las grandes artes se popularizaron, era un piropo decir que tu obra era avant gardey una ofensa decir que tu obra era kitsch. Yo no sabía si cuando me decían que mi obra era kitschme ofendían o me halagaban. Era muy divertido porque de pronto conozco a Las Pokiankitsch, que son tres artistas diseñadores que hacen arte kitsch. Ellas utilizan todos estos elementos de la cultura popular mexicana para expresarse. Lo primero que me dijeron cuando las conocí fue “hay que hacer un calendario”,  y de ahí salió una foto que se llama “Acapulco en la azotea” que se hizo muy famosa. Fue algo muy chingón porque no sabía que ser yo era ser punk, no sabía que ser yo era ser kitsch, no sabía que ser yo era incomodar al otro, no sabía que ser yo era darle en la madre a otros que llevaban cinco o seis años estudiando fotografía e intentando lograr algo. Y yo lo había hecho en unos días con mis amigas en un acto de amor.

Acapulco en la azotea

Foto: Fershow Escárcega.

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“Echense el ventilador amigos, ya fumamos mucho y estas fotos van a salir como en una nube blanca”, advierte Fershow y luego revela sus formas de ligue: “El fercho Escárcega está padre, pero Manuel me gusta porque sé que soy mi papá y se me hace súper machín. Entonces cuando estoy ligando no les digo soy Fershow, les digo: ´Hola, soy Manuel´,  identidad secreta, why fucking not”, dice y suelta una carcajada.

Durante su carrera recibió la etiqueta de fotógrafo queer, fotógrafo gay, entre otros, pero no lo entendía hasta que se dio cuenta que a través de su obra existía un diálogo que compartía con la comunidad LGBTTTQA y lejos de alejarse lo abrazo. “Claro, soy parte de una comunidad diversa y soy una forma distinta de ser gay. Esta comunidad que te ayuda a no tener miedo y que te permite ser quien eres, porque en esta ciudad ser gay ya no significa agachar la cara”.

El cielo está opaco y los rayos comienzan a tronar a la distancia. Fershow Escárcega está sentado junto al tinaco, ahora viste un pans y una sudadera fluorescentes que resaltan entre el paisaje de concreto. Sin rodeos me asegura que el amor es arte, el barrio es el mundo y la imaginación es el amor. A esta altura, desde su azotea, empiezo a comprobar lo que alguien alguna vez me dijo: “Neza siempre huele a mierda, pero es el abono de todas las cosas chingonas que estamos cultivando”.

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