A través del megáfono, afuera de la sede de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en la Ciudad de México, Michelle del Cueto grita: “Tenemos un mensaje para la industria animal: que les quede claro que vamos a seguir protestando y exigiendo justicia por los animales. No les tenemos miedo y seguiremos luchando por cada una de las vidas que están en los centros de explotación. Aunque nos encarcelen, nos asesinen, intimiden o desaparezcan, seguiremos luchando”.

Con 26 años de edad y cinco como activista, la experiencia y el compromiso de Michelle con la causa son incuestionables: ha participado en 40 vigilias (esperar afuera de los mataderos para despedir a los animales antes de que los maten), 27 acciones directas (protestas en lugares estratégicos con actos performativos) y dos ocupaciones (irrumpir pacíficamente en las instalaciones de un matadero para frenar sus actividades por algunas horas). Actualmente, junto con cuatro activistas más, dirige el capítulo DxE CDMX, la mayor red mundial de activistas contra el maltrato a los animales, con presencia en 71 países.

Foto: Arturo Alvarado

Su labor, tan cuestionada como aplaudida, denuncia el sufrimiento de los animales que viven confinados en granjas, que padecen enfermedades o reciben golpes, descargas eléctricas y degollamientos mientras están conscientes. Para dimensionar el problema que tenemos en la ciudad, entre enero y agosto de 2019 se interpusieron 3 mil 488 denuncias por maltrato ante la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial capitalina: golpes, laceraciones, falta de alimento y atención médica, venta de animales enfermos, criaderos ilegales, falta de aire o abrigo y, en general, malas condiciones de vida.

Te recomendamos

Actuar ante la barbarie

En 2015, luego de convertirse al veganismo, ante las críticas que recibía por no comer carne y la ansiedad de “no hacer nada” contra la violencia que se ejerce sobre los animales, Del Cueto decidió comprometerse con el activismo. Su iniciación ocurrió durante un viaje a los Estados Unidos, donde atestiguó un activismo más fuerte y organizado.

“Recuerdo que cuando llegamos al final de una marcha en San Francisco había un stand de DxE con unos visores de realidad virtual. A través de ellos se veían las diminutas jaulas industriales donde las cerdas daban a luz entre su propio excremento. Me saqué de pedo cabrón, pero ver a los activistas dentro de las naves (granjas de animales) fue lo que me hizo pensar que yo quería hacer eso”, indica.

Foto: Arturo Alvarado

La lucha no es fácil, pues requiere asumir que, pese a los esfuerzos, las matanzas de animales no paran. A Michelle esto le genera ansiedad: “En estos últimos meses sí siento que estoy valiendo verga, pero también me doy cuenta de que no puedo vivir sin esto. No sé si llegará el momento en que ya no pueda más, pero por ahora no puedo parar porque todo el tiempo estoy pensando en los animales”. Los esfuerzos de DxE y otras organizaciones, como Animal Save, a la cual también pertenece Michelle, han logrado pequeñas-grandes victorias, como el encadenamiento que llevaron a cabo frente a la puerta Mariana del Palacio Nacional en octubre del año pasado, gracias al cual obtuvieron una buena presencia mediática en medios de comunicación y redes sociales.

Te recomendamos

“Me mantiene fuerte observar que que cada vez que rescatamos a un animal la industria se tambalea. Esto parece interminable, pero también nuestra pasión lo es”, afirma Del Cueto, quien tiene la certeza de que el mensaje más importante para la sociedad es que reconozcamos el poder que tenemos para cambiar la realidad. “Cambiar es un poder cabrón. Es común la idea de que nada cambia, pero yo sí creo en esa capacidad. Por supuesto, no llega de la nada: tenemos que construirlo, centrarnos en hacer algo contra toda esta violencia”, alienta.