Miedo al contagio, hospitales saturados y protocolos más estrictos: un parto en la pandemia no solo aumenta el riesgo de contagio para la mamá, también las posibilidades de que algo salga mal en el proceso.

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Andrea supo que estaba embarazada en junio de 2020. En ese entonces imagino que la pandemia sería solo un mal recuerdo para cuando su bebé naciera. Pensaba en que todo regresaría a la ahora vieja normalidad y que no tendría que preocuparse por el virus.

Sin embargo, Andrea dio a luz el 19 de enero, días después de que toda su familia se había contagiado de covid-19 y cuando las hospitalizaciones y decesos en CDMX estaban en su punto más alto.

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“Ya estás en la recta final, felicidades. Solo cuídate, evita salir de casa para no contagiarte, porque entonces sí todo se complica”, le dijo la ginecóloga a Andrea durante su revisión en la semana 34 de embarazo.

Hasta ese punto, todo parecía ir bien. Días después, Andrea le escribió a su doctora. Había posibilidades de que estuviera contagiada.

Sus papás, sus dos hermanos, su abuela y un cuñado tenían covid-19.

La última vez que la joven los vio fue en la cena de Navidad. El 25 de diciembre, su papá comenzó con síntomas de covid y el virus se esparció entre los demás integrantes de la familia que habitan en la misma casa.

De inmediato, la ginecóloga trató de calmar a Andrea y le recomendó esperar cinco días para realizarse una prueba PCR. Además debía monitorear constantemente su temperatura y oxigenación.

Aunque Andrea no presentaba síntomas, no dejaba de pensar en qué pasaría si salía positiva.

No podría atenderse en el hospital que tenía planeado, ya que no aceptaban pacientes con covid. Todos los riesgos que implica el virus para una embarazada la tenían atemorizada.

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De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las mujeres embarazadas tienen un mayor riesgo de presentar cuadros graves de covid-19 y por ende ser hospitalizadas y admitidas en unidades de cuidados intensivos.

A eso, hay que sumarle que en México el coronavirus fue la principal causa de muerte materna en 2020, con un total de 934 fallecimientos, por encima de causas como preeclampsia y hemorragias, señalan datos de la Secretaría de Salud.

La idea de tener un parto en la pandemia en un hospital público era lo que más aterraba a Andrea.

En los primeros días de enero, la ocupación hospitalaria en la Ciudad de México estaba en su punto más crítico, con 90% en camas generales y 85% en camas con ventilador. Además, los contagios crecían a un promedio de 4 mil 872 casos por día, según datos del Gobierno de CDMX.

La joven cuenta que en caso de tener covid, su única opción era atenderse en el IMSS, porque su seguro de gastos médicos no cubría la enfermedad. En ese escenario existía una posibilidad muy alta de no encontrar hospitales con camas disponibles.

A esa angustia se sumaron otras. Su doctora le informó que era posible que adelantaran la cesárea, programada para los últimos días de enero, ya que su bebé no crecía según lo esperado.

De ser así, Andrea no podría contar con la ayuda de su familia durante el parto, ya que seguían en cuarentena. Además, tendría que buscar quién le ayudara a cuidar de su hija de cuatro años durante los días que estuviera en el hospital.

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¿Cómo es un parto en la pandemia?

Cuando al fin pasaron los cinco días que tenía que esperar para realizarse una prueba de covid-19, Andrea acudió junto con su esposo al Instituto Nacional de Nutrición, donde se realizaron una prueba PCR gratuita. Ambos salieron negativos.

Andrea sintió un alivio cuando supo que no estaba contagiada.

El sabor de la buena noticia le duró poco. Días después, tras realizarse un ultrasonido, le confirmaron que su bebé tenía restricción de crecimiento. Era necesario adelantar la cesárea. La cirugía se haría dos semanas antes de la fecha prevista.

Ahora tenía que preocuparse por alistar lo necesario para su parto en la pandemia, es decir, varias visitas a la clínica del IMSS para tramitar la incapacidad, estudios preoperatorios necesarios y otra prueba PCR.

“Cuando acudí a la clínica 31 del IMSS por mis incapacidades, las filas para el triage respiratorio eran más largas que las de los consultorios generales. Me daba miedo estar ahí, pero era necesario.

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“Tuve que regresar al menos tres veces porque me exigieron otros documentos y estudios de laboratorio”, cuenta la mujer de 32 años.

La mañana del 19 de enero, Andrea ingresó al hospital. Solo la acompañaba su esposo. Debido a las medidas sanitarias del semáforo rojo, solo se permitía la presencia de un familiar.

“¿Trae su prueba de covid?”, fue lo primero que escuchó cuando llegó al mostrador en el área de admisión.

Después de llenar los formatos y presentar los documentos necesarios, Andrea pasó a un cuarto del hospital. Llevaba cubrebocas doble y solo esperaba para ser llevada al quirófano.

A las 10:22 nació su bebé. Apenas pesó 2 kilos 285 gramos. Fue ahí cuando Andrea supo que todo estaba bien, después de semanas de angustia por dar a luz en el punto más alto de la pandemia.

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