¿Cuánto ha durado tu aislamiento por covid-19? Marco lleva 139 días sin salir de casa. Julieta acumula cuatro meses encerrada. Mateo, un niño de 12 años, tampoco ha salido de su casa. Esta es la historia de cómo ha cambiado su vida desde hace cuatro meses .

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Los últimos 139 días han sido iguales en la vida de Marco. Se levanta a las 9 de la mañana. Camina cuatro pasos y llega a su lugar de trabajo: una mesa que está a dos metros de su cama. A las 10 de la mañana hace una breve pausa para desayunar y regresa a su labor como editor de videos. 

Dependiendo de la carga de trabajo, el joven de 28 años come entre las 3 y las 5 de la tarde. A las 19 horas apaga la computadora. Su día laboral ha terminado. Entonces comienza con su rutina de ejercicio. Luego cena. Regresa a su habitación. Pone un videojuego o ve un documental. Poco después de medianoche se duerme. Al día siguiente todo se repite.

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Lo único que cambia en la vida de Marco es cuando descansa del trabajo y cambia su labor de edición por cursos en línea, series, películas o videojuegos. 

La rutina, el aislamiento y la pandemia han mermado su estado de ánimo. “Ha sido difícil estar anímicamente bien, creo que todos hemos sentido un bajón emocional, tristeza por no sentirnos seguros o libres de salir, sin poder ver a compañeros de trabajo, amigos, familiares. Es difícil”, detalla.

La vida de Marco cambió el 23 de marzo. Ese día, el dueño de la productora donde trabaja reunió a todo el personal y los mandó a trabajar desde casa “hasta nuevo aviso”. Tras el anuncio, los empleados se repartieron responsabilidades, tomaron su equipo de trabajo y cerraron la puerta de la oficina sin saber cuándo podrán volver.

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Foto: Cortesía.

Llegando a casa, Marco comenzó con su aislamiento y convirtió su cuarto de apenas 20 metros cuadrados en su oficina. La mesa de madera donde tenía una televisión, ahora alberga dos computadoras, bocinas, discos duros, un par de audífonos e infinidad de cables. 

Desde el 24 de marzo, Marco se ha mantenido en casa. Aislado. Sabe que por tener 40 kilos de sobrepeso es parte de las personas más vulnerables a covid-19. Por eso, procura seguir las indicaciones y evitar salidas innecesarias. El joven vive con su mamá y entre ambos se cuidan. Sólo salen de casa por despensa o para cobrar sus sueldos.

Durante el confinamiento, Marco ha tenido tiempo para reflexionar sobre su vida y la de los demás. “Siento que nos hemos vuelto más conscientes. Creo que nos cayó el veinte de lo que tenemos, de nuestra rutina y aprendimos a valorar. Para mí es el cambio más grande que ha generado el aislamiento”, explica.

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Aislamiento por covid-19: estar en casa es tiempo ganado

Julieta lleva encerrada 129 días. Lo más importante para ella es cuidar la salud de su mamá, una mujer de 69 años que padece diabetes e hipertensión. La edad y esos padecimientos hacen que la señora tenga un riesgo “muy alto” de presentar un caso grave de coronavirus en caso de contagiarse, de acuerdo con la calculadora de complicación de salud del IMSS.

La última ocasión que Julieta salió a la calle fue el 2 de abril. Ese día, sus jefes le indicaron que tenía que trabajar a distancia y ella decidió permanecer en aislamiento. No ha salido ni una sola vez.

Desde entonces, Julieta y su mamá se han ingeniado maneras para tener el contacto mínimo con otras personas. Para comprar frutas y verduras, Julieta contactó a una hermana de su mejor amiga, quien tiene un local en la Central de Abasto con entrega a domicilio. 

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Lo demás lo piden por internet o lo compran con los vendedores que van de puerta en puerta, mientras que las consultas médicas de su madre las toman por videollamadas, gracias a la sugerencia de sus médicos.

Para combatir el aburrimiento, Julieta, su madre y su mascota, han aprovechado el jardín de su casa. Cuando necesitan despejarse o simplemente tomar aire fresco salen a tomar el sol y olvidar el cierro. Además, ven películas o leen. “Siempre hay algo que ver o que hacer”, dice Julieta. Están tranquilas en casa y se sienten seguras.

A cuatro meses de que inició su aislamiento, Julieta confiesa que lo más complicado ha sido estar lejos de su familia. “Tengo un tío que falleció por coronavirus. Vivía en Mérida con su familia y es difícil no poder acompañarlos, no estar físicamente con ellos en estos momentos”, explica. 

A cuidar a los demás

Desde que comenzó su confinamiento en marzo, Mateo, de 12 años, ha visto cientos de veces la misma escena desde su ventana: personas que caminan en la calle sin ninguna medida de precaución. 

Él ha procurado no salir de casa y protegerse, pero también quiere cuidar a los demás. Así que tomó sus colores y pintó un cartel con recomendaciones básicas como usar cubrebocas y lavarse las manos. Lo colocó en la ventana con la esperanza de que la gente lo vea y se cuide más. “Tal vez se queden con el mensaje y hagan caso”, le explica el pequeño a su tía Evelyn, de 28 años, quien vive con él. 

Ambos están en aislamiento junto con otros tres familiares. Salvo el papá de Evelyn, todos han tenido la opción de trabajar desde casa. Cuando ella no está trabajando ni Mateo está estudiando, procuran mantenerse ocupados viendo series, haciendo ejercicio o hasta pintando. Todos los días intentan hacer algo diferente.

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Evelyn encontró en la pintura con acuarelas su nuevo pasatiempo favorito. Él lo intentó pero volvió a los lápices. Para nadie de la familia ha sido fácil el encierro, menos para el pequeño quien se aburre y enoja por la situación pero sabe que por ahora lo mejor es estar en casa, así que se entretiene con sus juguetes o viendo videos para cuidar mejor a sus gatos.

En el caso de Evelyn prefiere no guardarse ningún sentimiento, sabe que es normal sentirse enojada, triste o desanimada en estas circunstancias, así que intenta analizar sus sentimientos y entender la razón de ellos. 

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Foto: Cortesía.

“He aprendido a valorar más todo, mi salud, familia, la gente que quiero y dar abrazos. Extraño mucho salir a platicar con mis amigas”, explica.

Aunque desde el pasado 1 de junio comenzó la #NuevaNormalidad y con ella la reapertura de negocios y la reanudación de actividades, Julieta aún se siente insegura para salir de casa.

“Cada vez hay contagios más cercanos. Primero era un conocido y ahora ya es familia. Creo que hay mucho riesgo todavía, preferimos no exponernos. Sé que eventualmente vamos a adaptarnos, pero entre más tiempo podamos estar sanas es tiempo ganado. Me da miedo pensar que mi mamá pueda contagiarse. Mientras no me pidan ir al trabajo, no pienso salir. Sé que va a tardar una posible vacuna o alguna solución pero no tenemos la urgencia de estar afuera”, dice Julieta. 

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Evelyn y su familia permanecerán en casa hasta que les hablen del trabajo. “Lo hacemos por amor propio y consideración hacia los demás. Este obstáculo no se puede superar de manera individual, es trabajo de equipo. Hay personas que deben salir a trabajar para comer. La consideración es con ellos, porque también tienen familias a las que deben proteger”, finaliza.

Pese a estar harto del encierro, Marco tampoco quiere salir, aunque sabe que en algún momento tendrá que hacerlo. Por ahora analiza qué medidas tomará cuando eso ocurra, ya que ir de su hogar en Ecatepec, Estado de México, a su trabajo en la Condesa le toma dos horas de camino en transporte público solo de ida.

Hasta el 6 de agosto pasado, la pandemia por coronavirus ha dejado un saldo de 77 mil 790 casos confirmados y 9 mil 246 decesos. Desde el 29 de junio pasado, la CDMX permanece en el color naranja del semáforo epidemiológico.