LETRAS CALIENTES: Una selección de textos por plumas reconocidas de México, Argentina y España les suben la temperatura a las páginas de Chilango. Abajo, puedes leer el microrelato de la mexicana Ana Negri. En colaboración con el Hay Festival, cinco escritorxs y pensadorxs contemporánexs comparten con Chilango sus ideas y fantasías sobre el sexo, el deseo y los vínculos. El Hay festival se presentará del 1 al 5 de septiembre en una modalidad híbrida: conjugará actividades presenciales (con aforos reducidos y medidas biosanitarias) y brindará un sinfín de actividades en sus plataformas digitales.

El nutrido programa de la sexta edición cuenta con más de 170 participantes (procedentes de 19 países), 27 de los cuales son originarios de Querétaro, y propone conversaciones sobre literatura, educación, género, ciencia y tecnología, cine, música, libros y otros temas y disciplinas. Contará con la presencia de cuatro premios nobel (Svetlana Alexiévich y J. M. G. Le Clézio, de Literatura; Joseph Stiglitz y Esther Duflo, de Economía) y grandes participaciones de figuras de gran trayectoria y del talento emergente de la escena internacional y local.

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Letras Calientes de Iberoamérica para Chilango

¿De qué manera nos afecta el afecto o la falta de él? ¿Qué buscamos en la cama o fuera de ella? ¿Se coge distinto en la ficción? Quizá no existan respuestas definitivas a estos interrogantes pero presentamos aquí unos intentos de acercamiento que, a través de la creación, proponen vuelos y revuelos en torno a las relaciones humanas cuando de sexo y de amor se trata.

Chilango invitó a Alejandro Morellón, Aura García Junco, Eduardo Rabasa, Ana Negri y Tamara Tenenbaum a compartirnos sus letras más calientes para que nos enciendan con sus escritos y reflexiones.

¡Aguas!, que esta nota arde… y sobre todo nos invita al disfrute.


Punto de apoyo

por Ana Negri

Giró la llave y entró con prisa sin evitar que se azotara la puerta detrás de ella, pues ya tenía una mano en otra cerradura. Entró al baño y prendió la luz. Con más calma, dejó la bolsa junto al lavabo y buscó el celular. Sus ojos, que por unos segundos permanecieron fijos, expectantes, se deslizaron del teléfono hacia el espejo. En esa posición, con la cabeza gacha y la mirada al frente, Verónica midió la complicidad con que la imagen la observaba. ¿Te parece que estás en condiciones de juzgarme? La boca se torció un poco hacia un costado, en un gesto que bien pudo ser una sonrisa o un reproche. El teléfono vibró en su mano y volvieron los ojos a la pantalla. Una nueva mueca, esta vez más claramente una sonrisa, se dibujó en la imagen reflejada en la superficie de vidrio, aunque entonces Verónica no le prestaba atención. Tampoco vio cómo la imagen se mordía el labio inferior, ni la coloración gradual que pintó sus mejillas. Los dedos hicieron algunos trazos sobre la superficie táctil y Verónica guardó de nuevo el aparato en la bolsa. Un momento de suspensión, la respiración contenida y la bolsa aferrada entre las manos. Con una exhalación profunda, el cuerpo se le venció contra el mueble, y así, contra ese borde templado de madera restregó el abdomen un par de veces para arriba y para abajo, hasta  encontrarse de nuevo con la imagen, esta vez tan cerca que casi se golpean las frentes. ¿Qué te pasa? ¿Qué haces frotándote así, no te da pena? Verónica apartó los ojos por un momento, pero estos, traicioneros, se buscaron de nuevo en el reflejo. Entonces sonrió plenamente y el placer ocupó su cuerpo desde los pies hasta los hombros, adonde acudieron las manos para esparcir con ternura la sensación hacia el cuello, la nuca, las mandíbulas y el cuero cabelludo. La sonrisa seguía grande en el espejo, con la cabeza echada un poco hacia atrás y la barbilla elevada. Verónica se detuvo de nuevo para mirar, esta vez con atención, la imagen frente a ella. La piel no parecía dar cuenta de nada; el pelo, como siempre bajo la luz de ese baño, parecía un poco más cobrizo de lo que era, pero fuera de eso, tampoco lucía distinto. A cada lado de los ojos, desde las comisuras que funcionaban como puntos de fuga, corrían algunas arrugas que desde hacía tiempo intentaba suavizar con cremas y mascarillas. Esta vez le parecieron lindas, marcas de una sonrisa continuada. No había nada distinto y, sin embargo, una modificación inminente se empezaba a generar en algún lado imperceptible de ella, de la imagen o de vaya a saber qué Verónica. Era un cambio sutil, algo así como un cambio en el punto de apoyo, pero quien alguna vez haya intentado bailar casi cualquier cosa sabe que ese traslado invisible del peso hace la diferencia entre un giro y un sentón.

La bolsa vibró y Verónica la abrió ansiosa. Sacó el teléfono y antes de que pudiera tocar la pantalla la sorprendieron un par de golpes en la puerta.

—Amor, ¿cenaste o cenas con las niñas y conmigo?

De frente al espejo, Verónica se mira una vez más.

—Ya cené, pero los acompaño.


Este contenido es parte de “Letras calientes”, una selección de textos de plumas de México, Argentina y España que le entran de lleno al sexo, al deseo y las relaciones. ¿Quieres subirle la temperatura a tu pantalla? Te invitamos a leer la Chilango de agosto. ¿No la tienes aún?! Encuentrala en Starbucks, Sanborns, Puestos de Revistas y Aeropuerto. O lee nuestros especiales online aquí.