por Xavi Ayén.

En un apartamento en la colonia de Aoyama, en Tokio, hay un hombre frente a su computadora y suena Brahms de trasfondo. Hace una pausa en su cotidiano para responder una entrevista que no se lleva a cabo por videollamada ni teléfono sino por escrito. Las estrellas, ya saben, pueden escoger ese tipo de cosas, y el japonés Haruki Murakami lo es. Si nos gustara hacer listas, por ejemplo, la de ‘los diez escritores globales del planeta’, uno de ellos –y de los pocos no anglosajones– sería, sin duda, este japonés nacido en Kioto en 1949.

Imaginamos el bullicio que lo rodea en Aoyama, una zona de tiendas de ropa, tecnología y restaurantes, con muchísima gente joven por la calle, vestidos de forma vanguardista el fin de semana y más formalmente los días lectivos (hay allí varias universidades y escuelas)… Murakami tal vez los vea desde la ventana (“el cielo está despejado”, dice) mientras nos responde. Este hombre esquivo con la prensa es autor de libros difíciles de olvidar, como ‘Tokio blues’, ‘Kafka en la orilla’ o ‘1Q84’, entre muchos otros. Ahora acaba de publicar un nuevo libro de relatos, ‘Primera persona del singular’ (Tusquets).

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Haruki Murakami en exclusiva con Chilango

Cortesía: Planeta Libros.

¿Es este uno de sus libros más autobiográficos? Aquí parece que cuenta cosas íntimas.

Puede que parezca que esté repleto de elementos autobiográficos, pero ello no significa que uno deba tomárselo como que ha sucedido tal y como está escrito. Partí de la idea de simulación biográfica, es decir, hacer que los engranajes ficticios a los que acudo para tejer las tramas sean percibidos por el lector con un halo de realidad biográfica que, en realidad, no es más que puro engaño. Es cierto que uno puede encontrar, salpicados aquí y allá, detalles y pormenores que experimenté en mi propia vida, pero son los menos. Créanme: no se trata más que de un truco novelístico.

¿De dónde surgen los tanka, esas composiciones poéticas que escribe un personaje en el relato ‘Áspera piedra, fría almohada’? ¿Los ha escrito usted?

Nunca antes había elaborado ese poema de métrica tradicional, el tanka, pero resultó que una noche tuve el capricho de escribir uno y, dicho y hecho, en aproximadamente una hora concebí una docena de ellos. Lo hice sin ningún propósito en mente, pero al releerlos unos meses después se me ocurrió la posibilidad de utilizarlos como base para un relato. De modo que, efectivamente, los tanka que aparecen en el libro no son obra de ninguna misteriosa joven, sino de mi puño y letra.

‘Flor y nata’ empieza como un relato kafkiano y acaba siendo otra cosa, con moraleja incluida. Cuando empieza a escribir, ¿ya sabe usted el final?

Tanto al abordar los relatos como las novelas, nunca anticipo el desenlace que les voy a dar. En esa irresolución preconcebida radica gran parte de la gracia misma del proceso de escritura. La fascinación se encuentra en no saber qué va a encontrarse uno al doblar la siguiente esquina. Ni siquiera yo mismo lo sé. Ahora bien, sea lo que sea aquello que le aguarda al protagonista, trato siempre de hacer de ello un elemento transformador para el personaje.

Fotografía por Iván Giménez.

Este cuento va claramente sobre el sentido de la vida. Pero, en realidad, todos los demás también, ¿no?

Este relato trata de subrayar que el desconocimiento que uno tiene de sí mismo como individuo, en su temprana juventud, no debe suponer un obstáculo para el tránsito hacia delante por la vida. No nos queda otro remedio que avanzar pese a nuestra ignorancia de lo que somos, y el relato muestra esta necesidad en la figura de un joven perplejo ante sí mismo. Se trata de una historia de iniciación en la que el protagonista es puesto a prueba y guiado, arrastrado quizás, por las circunstancias y por quienes lo rodean.

La música y la escritura son lenguajes muy diferentes, pero usted los une en ‘Charlie Parker plays bossa nova’, sobre la aparición de un supuesto disco inédito donde el músico de jazz se atrevió con este estilo brasileño.

Escribí este relato a partir del título, tratando de ceñirme a una historia que lo justificara. De hecho, a menudo escribo guiado por el título; se me ocurre este primero y decido, después, adoptarlo y crear una historia a su alrededor. Es un truco que me funciona como estimulante para la imaginación.

¿Escucha música mientras escribe? ¿Cuál?

Lo primero que requiero cuando me pongo a escribir es silencio. Ni siquiera echo mano de música de fondo, excepto cuando escribo otra cosa, algo no literario, como en este mismo instante. En casos como este, suelo decantarme por la música clásica, más que por el jazz o el rock.

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‘With the Beatles’ sí es un disco real. Esta banda ya dio título a una novela suya, ‘Norwegian wood’ (‘Tokio Blues’ en español). ¿Cuál fue su relación con los Beatles?

La década de 1960 fue la de mis años de juventud y, tanto para mí como para el resto de mi generación, la música de los Beatles constituyó un elemento decorativo en nuestras vidas, tan habitual como el empapelado con que solían revestirse las paredes de las viviendas. Su música formaba parte del paisaje natural del acontecer diario, y esto es lo que me propuse contar.

Aquí, el narrador muestra su estupor ante el envejecimiento de las chicas, ve cómo mujeres bonitas se transforman en ancianas y eso le perturba más que su propia vejez. ¿Le ha sucedido algo así?

Sí. En cuanto a mí, puedo admitir y aceptar, hasta cierto punto, que las huellas de la vejez se afiancen en mi rostro con el transcurso de los años, o cualquier otro cambio ligado a la edad. Pero constatar el deterioro del paso del tiempo en el cuerpo y el rostro de los demás me produce una honda impresión, difícilmente admisible y asimilable.

A su narrador no le va mal con las chicas, aunque no sea muy lanzado y a veces hasta tímido. ¿Por qué?

Jamás había reparado en ello. ¿Por qué será?

El trastorno de dislocación de la memoria, que padece un personaje, ¿existe realmente?

Quién sabe si no existe realmente una enfermedad de tal tipo. Toda enfermedad susceptible de ser imaginada podría también tener existencia en el mundo real, ¿no cree? Yo, al menos, así lo creo.

Dice usted que su equipo de béisbol es el peor equipo de Tokio, y dibuja una bella poética de los segundones. ¿Le atrae la figura del perdedor?

Una de las ventajas de animar a un equipo de segunda fila, como el mío –que a veces ha tenido más seguidores del equipo visitante que propios en su mismo estadio– es que sueles encontrarte las gradas medio vacías y no hay esperas innecesarias a la hora de comprar entradas. Un equipo así te otorga la oportunidad de aprender el bello arte de la derrota, que es de una profundidad mayor que el de la victoria.

En ‘Carnaval’ se detiene en la belleza femenina, describiendo a una mujer fea, sin eufemismos de ningún tipo, pero atractiva por otras cosas. ¿Podría haber escrito ese relato de joven?

A veces, tengo la sensación de que mi criterio estético no coincide del todo con el del común de los mortales. Aquellas personas a las que se les atribuye una belleza incuestionable a menudo no son en mi opinión especialmente bellas y, por el contrario, aquellas a las que se supone feas no lo son tanto para mí. Dicho desajuste me ha permitido vivir alguna que otra experiencia peculiar e interesante, y la escritura de este relato supuso, en cierto modo, una oportunidad para reflexionar sobre tales vivencias.

¿Le critican por no ser políticamente correcto? Pienso en el relato de la mujer fea, o en varias de sus novelas…

Llevo más de cuarenta años escribiendo novelas y he percibido claramente una notable evolución en cuanto a lo que se considera o se deja de considerar políticamente correcto y, debido a esos cambios, algunas de mis obras primerizas tal vez no gocen hoy en día de una prensa demasiado buena entre cierto sector de lectores. En cualquier caso, no uso las redes sociales ni estoy, por tanto, pendiente de quién me critica ni exactamente por qué motivo (y, naturalmente, me congratulo de no saberlo).

Aunque su literatura no es política, usted se ha comprometido con diversas causas, por ejemplo donó los 80.000 euros del premio Catalunya a las víctimas de Fukushima. ¿Qué tema social o político le preocupa en estos momentos?

Considero importante oponerse a movimientos y propuestas que, con la ley en la mano, reducen y limitan la libertad individual en aras de un supuesto beneficio social. No me parece aceptable ni en mi país ni en otros. Como señaló en su día Martin Luther King: “No olvidemos que todo lo que Hitler hizo era legal”.

¿Le molesta que salga tanto su nombre en relación al premio Nobel? ¿Le gustaría ganarlo?

En lo que se refiere a los premios, los hay suculentos y los hay raquíticos. A quién conceder tanto unos como otros está en manos de gente ajena a mí. Y uno de mis principios es preocuparme solo de aquello que está en mi mano decidir o sobre lo que puedo intervenir… De modo que, ya ve, soy una persona bastante individualista.

¿En qué proyecto está trabajando?

Permítame no revelar el secreto.


“Primera Persona del Singular”de Haruki Murakami ya está a la venta y puedes conseguir tu copia a través de Planeta Libros.

¡Gracias por participar! Los ganadores serán contactados por correo.