Desde muy temprana edad, Alonso Ross (Ciudad de México, 1979) tomó los lápices para hacer con ellos todo tipo de trazos. Como todos. Pero también a temprana edad (tendría unos nueve años) empezó a notar que sus dibujos se diferenciaban de los de otros chavitos. Para entonces ya había descubierto en el periódico que leían sus papás, La Jornada, el suplemento Histerietas, que publicaba el trabajo de moneros como El Fisgón o Magú. Su sección favorita era “Gárgaras”, de Jis y Trino.

“Me di cuenta de que era muy fácil dibujar al Santos y a La Tetona —cuenta en entrevista—. A partir de eso empecé a hacer mis propios personajes, pero siempre en una línea muy sencilla. Empecé a dibujar directamente con estilográfos, sin usar jamás bocetos previos”. Dibujaba de forma automática y luego inventaba diálogos que le daban sentido a lo dibujado. Así que el impulso por crear historias estuvo siempre ahí.

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En su casa no había televisión y su “patio de juegos” era el bosque. Creció en Valle de Bravo, en una familia hippy, así que su relación con las historias fue siempre a través de la literatura y de aquel bosque. “Lo que sí veíamos era muchísimo cine”, aclara.

Cuando llegó la hora de decidir qué estudiar al concluir la preparatoria (que estudió en un Cedart, en Morelia), se encontró ante una disyuntiva. ¿Ir a la Sogem para convertirse en guionista? ¿Buscar una opción para seguir estudiando dibujo? Pero tenía claro que a él le interesaba una mezcla de ambas cosas. Su máximo interés era el cómic.

“En esa época no se llamaba novela gráfica, todavía no existía el término, pero en mi casa siempre hubo cómics españoles, argentinos, mucho cómic europeo. Entonces, cuando decidí hacer cómic, mi idea siempre estuvo en ese canal”.

Cuando ingresó a la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) se encontró con un rechazo a su interés y pronto se dio cuenta de por qué. “Sí es un trabajo muy pesado o complicado, pero no deja de haber cierto infantilismo dentro de ese rollo que es innegable. Honestamente yo no soporto, hasta la fecha, los cómics de superhéroes o las películas de Avengers y esas cosas. Soy demasiado crítico con el cine. Ahorita trabajo como director de arte en un estudio de animación que, desgraciadamente para mí, tienen esa escuela estadounidense de que todo lo que sea dibujitos debe ser infantil, tiene que utilizar un lenguaje masticado, digerible para el público general, toda la familia. Y mi relación con el cómic no es esa”.

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En Hambre. Vida, evolución y capitalismo, su exposición actual para Vértigo Galería, podremos tener un asomo a esa visión del dibujo y del cómic que ha cultivado Alonso Ross con el paso de los años, después de una maestría en Artes Visuales y estudios en cómic en Escola Joso (Barcelona), y sobre todo después de una profunda reflexión sobre lo humano que lo llevó a desarrollar una teoría personalísima sobre el hambre, ese impulso primigenio.

“El propio cuerpo de los seres vivos está diseñado para solucionar el hambre y para no ser la solución del hambre de otro —asegura—. En mi teoría, hasta la fecha, y lo estuve pensando a lo largo de esta serie de dibujos, es el hambre el motor inicial de la evolución, de la forma de las cosas. Casi podríamos ver al ser humano como un tubo, en el que por un lado entra comida, luego se digiere, y por el otro lado se excreta, y piernas y brazos sirven para que uno se desplace y mantenga vivo ese tubo”.

Entrevista Ilustrada

¿Qué te da miedo?

alonso ross entrevista

Ilustración: Alonso Ross

Cuando eras niño, ¿qué querías ser de grande?

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Ilustración: Alonso Ross

Describe con un dibujo tu relación con el cómic.

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Ilustración: Alonso Ross

Dibuja el sueño más perturbador que hayas tenido.

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Ilustración: Alonso Ross