Si hablamos del origen de las gorditas de chicharrón tenemos que dar un salto cuántico a cuando los guerreros aztecas traían antojo de garnacha. Esta historia culinaria se remonta a tiempos politeístas cuando Tláloc, Huitzilopochtli, Coatlicue, fueron deidades que segurito terminaban por empinarse alguna cosa frita de maíz allá en el Tlalocan.

Nuestro paladar chilango, como buena herencia mexica, nos exige por lo menos —y eso ya viéndonos muy miserables— 1 vez a la semana una garnachita. ¿Ya cumpliste tu cuota esta semana? Juramos que ya te dieron ganas de ingerir chicharroncito prensado. Pero, es momento de ponerle seriedad a este antojo… así es el origen prehispánico de esta frita exquisitez.

Vamos a ponernos lingüistas hablando de lenguaje garnachero… ¿Sabes por qué se llaman ‘garnachas’?

Relléname la gordita

Todo apunta a que en tiempos prehispánicos era muy popular rellenar tus tortillas o tus masitas de maíz con deliciosos guisos. Según apunta el historiador y escritor José N. Iturriaga, quien es autor del libro La cultura del antojito: de tamales, tortas y tacos, formaba parte de la cultura gastronómica la extensa variedad de tortillas de diferentes tamaños y colores a las cuales se les añadía otros ingredientes. Pensemos en chapulines, guajolote, frijolitos, nopales y una diversidad de quelites comestibles que tenemos aquí en nuestra gran Tenochtitlán.

Y ojo aquí porque esto puede parecer simple, pero estamos ante el pasaje histórico de la invención del taco. ¿Y por qué nos concierne hablar del taco? Porque es quizá aquí donde todo comenzó. Realmente no hay mucha distancia culinaria entre un taco, un sope y una gordita. ¿Qué es lo que varía? ¡Muy fácil! El grosor de la masa. No por nada se llaman así, “gorditas”, infladitas de masita de maíz rellenas.

Dato garnachoso: Sabías que… el taco prehispánico se armaba con una tlaxcalli (tortilla) de maíz rellena. ¡¿Ah verdad?! El mero parecido con una gordita de chicharrón es una coincidencia.

Si se te está abriendo el apetito por algo frito, lee: En este puesto de la CDMX van a freír cualquier cosa que les lleves.

¡Ay garnacha, ya me volviste a dar!

Si sucumbimos a la gula, ahora solo nos queda ir a nuestro puesto de garnachas predilectas, pedir una gordita de chicharrón con queso, cebolla y crema si quieres, abrirla delicadamente con los dedos —así calientita y escurriendo en grasita— y embutírnosla en la boca. Seguro después de conocer el origen y la historia de las gorditas de chicharrón, podrás degustarlas con mayor exquisitez. Pues siempre el conocimiento antropológico hace que todo sepa mejor… algo así como la manteca intelectual de tus garnachas.

Después de esa gordita de chicharrón que te vas a comer al terminar de leer esta nota, ¿qué tal te caerían unas gorditas dulces de La Villa? Como ves, la variedad en esta garnachita popular es amplia, ¡hay gorditas para todos los gustos!

Si sigues teniendo hambre echa ojo a: Gordita gigante de 3 kilos busca retador. ¡1500 pesos si te la acabas!