Verificaciones que fueron pasadas por alto, falta de protocolos para dar seguimiento a las recomendaciones… la cadena de omisiones en el Colegio Rébsamen implica a varias autoridades.

Sobrevivir al colapso de un edificio es traumático y recuperarse conlleva meses de estrés, asistir a una terapia tras otra, resistir el alud de miedos que caen todos los días. Sobrevivir a un derrumbe no es fácil, mucho menos si apenas tienes 3 años.

Días después del terremoto del 19 de septiembre, con palabras apenas aprendidas, Álex le contó a su familia cómo vio caer las rocas de su escuela, el Colegio Enrique Rébsamen; cómo lo envolvió la oscuridad. Fue al salir de su clase de computación cuando la tierra pareció abrirse: el edificio administrativo se le vino encima junto con el departamento donde vivía la directora de la escuela. Fue su aparente fragilidad lo que lo salvó de morir: apenas un metro de estatura y complexión delgada hicieron que los escombros se acumularan a su alrededor y no sobre él.

Sobrevivir no quiere decir escapar de la tragedia. Entre las ruinas de su escuela, Álex avanzó en la oscuridad como pudo, gritando el nombre completo de su hermano: Eduardo Díaz Velázquez. No recibió respuesta.

Colegio Enrique Rébsamen: «sin daño estructural»

Ocurrió cuatro años antes de que la escuela quedara reducida a polvo.

Colegio Enrique Rébsamen

Foto: Cuartoscuro

Maricela Contreras ocupaba el cargo de delegada en Tlalpan; era jueves, 12 de diciembre de 2013. Ese día, Marisela Mosco González se presentó en el Colegio Enrique Rébsamen y –según consta en su reporte, del que Chilango tiene copia– encontró a siete trabajadores realizando labores de remodelación: ninguno usaba guantes, casco y tampoco contaban con equipo de seguridad.

No era raro que Mosco González se fijara en estos detalles. Era su trabajo como verificadora del Instituto de Verificación Administrativa (Invea). En su reporte, describió a detalle el edificio administrativo: «el primer nivel está ocupado por oficinas de la propia escuela, el segundo es ocupado como salón de usos múltiples, en el tercero y cuarto se están realizando trabajos de herrería, aplanado de muros, colocación de estructuras para colocación de tablaroca de división de muros (…) se observa demolición de muro sin afectar elementos estructurales».

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Mosco también detectó un agujero entre el tercer y cuarto piso: se iba a colocar una escalera. Señaló, además, que en aquel momento no se encontraba el Director Responsable de Obra –no precisó si la obra contaba, en efecto, con uno–. Luego de pedir los permisos para realizar esa construcción, un particular exhibió un «Aviso de Realización de Obras que no requieren Manifestación de Construcción», firmado por Mónica García Villegas, la dueña y directora del Colegio Enrique Rébsamen. Días después, este documento fue desestimado por la delegación.

La visita provocó que el director jurídico de Tlalpan, Miguel Ángel Guerrero, solicitara al personal del Invea ejecutar una «suspensión temporal de actividades en materia de construcción». Así se hizo el 10 de enero. Semanas después, ordenó cambiar los sellos de suspensión por sellos de clausura; aunque tardó cinco meses, la orden se cumplió.

La ampliación de los departamentos sobre el edificio administrativo –el mismo que cuatro años después caería sobre el pequeño Álex– fue posible debido a un señalamiento de la misma verificadora del Invea. Mosco González aseguró que: «… se observa demolición de muro sin afectar elementos estructurales». Esta frase fue clave. De acuerdo con el expediente de la verificación TLP/DJ/SVR/VA-C/771/2013, obtenido a través de una solicitud de transparencia (0414000054718), la defensa legal del colegio utilizó la observación de Mosco para inconformarse: si no había afectación a elementos estructurales, la clausura era improcedente.

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Gracias a este argumento y al pago de $21,000 por concepto de multa, la misma delegación ordenó retirar los sellos de clausura y también dio el visto bueno al «Aviso de Realización de Obras que no requieren Manifestación de Construcción», así que los trabajos de ampliación se reanudaron a finales de 2014. Ni la Delegación ni el Invea se presentaron de nuevo en el Colegio Rébsamen para verificar que la estructura del inmueble siguiera sin romperse.

Después del temblor

Han pasado seis meses. La vida, dice en entrevista Ana Velázquez, es una montaña rusa desde entonces.

Colegio Enrique Rébsamen

Foto: Cuartoscuro

«Hay días en que estás bien. Otros días no sabes si quieres continuar o si quieres morirte con tu hijo», cuenta. Se refiere a Eduardo –«Eddie»– Díaz Velázquez y cursaba el segundo año de primaria en el Rébsamen.

Otras 19 familias atraviesan un luto paralelo. Juntos Somos Más Fuertes es el nombre del grupo de Whatsapp por medio del cual se comunican los padres de los niños fallecidos con el colapso de la escuela. Nadie, dice Ana, sabe mejor lo que están pasando que ellos mismos. Están zurcidos al mismo dolor: «tuvimos la misma pérdida, en el mismo día, en el mismo lugar, de la misma forma».

A través de la Fundación Acompaña, especializada en procesos de duelo, los padres se reúnen para compartir experiencias. El cambio abrupto en las dinámicas familiares, después de la muerte de un hijo, es difícil de digerir. En casa de Ana, por ejemplo, Eddie, de 7 años, solía ser el protector de su hermano menor, Álex. Ambos alumnos del Rébsamen, Eddie solía fingir ir al baño sólo para cerciorarse de que su hermano estaba bien.

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Eddie también era un vínculo natural con el hermano mayor, Raúl, un adolescente de 16 años, quien después del terremoto se ha vuelto más cariñoso con la familia. Su padre, médico, a veces piensa que no debió haber perdido tanto tiempo en el trabajo, que debió dedicar más tiempo a sus hijos. Ahora procura salir temprano.

Desde el 19 de septiembre, Álex –ese niño de tres años, poco más de un metro de altura– no logra conciliar el sueño. Hacía tiempo que había dejado de dormir con sus padres, pero hoy no puede dejar de buscarlos en las noches. Perder a un hermano a los 3 años es perder un compañero de juegos, que es lo mismo que decir un aliado que te ayuda a entender el mundo. Ahora está inquieto, tiene que asistir a terapias y ser acompañado en todo momento por otros miembros de su familia. Cuando sus padres lo inscribieron a un nuevo jardín de niños, antes de conocer los métodos de enseñanza, preguntaron por los permisos de construcción. Alex lo primero que preguntó fue si esa escuela también se iba a derrumbar.

Larga serie de omisiones en el Colegio Rébsamen

Pocos días pasaron después del terremoto para que las familias comenzaran a hacerse preguntas.

Colegio Enrique Rébsamen

Foto: Cuartoscuro

Se enteraron, por ejemplo, de los sellos de clausura que el colegio había tenido ya años antes o del departamento de lujo construido sobre la parte administrativa y sus remodelaciones. Fue difícil los primeros días, pero pronto se convencieron de la urgencia de emprender acciones legales.

De septiembre a la fecha, los padres de los niños del Rébsamen han abierto tres frentes legales. Una familia sigue un procedimiento por sí sola; otro grupo, integrado por Alejandro Jurado y Miriam Rodríguez –entre otros– está representado por el Bufete Fuentes León, y 17 familias de niños y adultos fallecidos están con la Fundación Barra Mexicana Colegio de Abogados.

Juan José Serrano Siles, presidente de la fundación, señala que, además de seguir la denuncia penal por la muerte de los 19 niños y siete adultos, se prepara una acción colectiva contra diversas autoridades, la cual se presentará antes que termine marzo.

«No me gustaría, como abogados, declarar qué sucedió y en qué momento. La carpeta de investigación se ha integrado de manera puntual. Aquí los responsables son varias autoridades: el Invea, la Delegación, también es tema de Seduvi y de Protección Civil. Me parece que también la Secretaría de Educación Pública que tuvo que hacer verificaciones», señala.

Desde 1997 el Programa Delegacional de Desarrollo Urbano de Tlalpan indica que en la colonia Nueva Oriental Coapa, donde operaba la escuela, sólo pueden construirse hasta tres niveles. El Colegio Rébsamen debió tramitar un Certificado de Uso de Suelo por Derechos Adquiridos, para informar a las autoridades que desde 1984 el edificio ya contaba con cuatro pisos, construidos 13 años antes de la entrada en vigor dicha disposición. Sin embargo, el expediente que la delegación Tlalpan entregó vía transparencia (0414000054718) no incluye ese permiso.

El documento más reciente dentro del expediente hecho público es el Aviso de Visto Bueno de Seguridad y Operación del 2 de junio de 2017, avalado por el Director Responsable de Obra, Juan Apolinar Torales Iniesta, sobre quien pesa una orden de aprehensión, debido a que revisó el edificio ya remodelado y reportó que todo estaba en orden.

De acuerdo con la Fundación de la Barra del Colegio de Abogados, existe una cadena de irresponsabilidades y omisiones en el Colegio Rébsamen. Por ejemplo, el Invea y la delegación debieron haber tomado medidas luego de la primera orden de demolición del gimnasio. A nivel federal, señalan, el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFE) también debe velar por la calidad de los inmuebles educativos.

Claudia de Buen, otra de las abogadas involucradas en la defensa de las 17 familias, es enfática en esto: se trata de un caso, sí, ligado a un desastre natural. Pero fue una cadena de negligencias y omisiones la que hicieron posible el derrumbe.

Superar la impunidad tras las omisiones en el Colegio Rébsamen

Mónica García Villegas, dueña y directora del Colegio Enrique Rébsamen, continúa prófuga de la justicia.

Los padres de familia tienen que lidiar no sólo con su luto, sino con la idea de que una de las responsables de la muerte de sus hijos continúa libre.

Para la tanatóloga Gabriela Pérez Islas, quien atiende a tres familias que perdieron a sus hijos en el terremoto, este hecho ha dificultado que los padres superen las pérdidas. Si en un duelo natural, se atraviesan cinco etapas –negación, enojo, negociación, depresión y aceptación– y muchos no han podido avanzar debido a que la falta de certezas sobre el caso vuelve a abrir la herida.

«La impunidad lo que provoca es reforzar la segunda etapa: el enojo. A algunos me los está dejando ahí atorados. Se tienen que dar cuenta de que deben llevar un duelo paralelo que no dependa de la justicia», explica Pérez Islas. Las familias han logrado crear sus propios grupos de apoyo, agrega, no sólo desde el enojo y la exigencia de justicia, sino desde la solidaridad. Se comparten películas, libros, anécdotas.

Las escuelas suelen ser el segundo hogar de los alumnos, pero también de los padres de los niños. Se supone que allí sus hijos están seguros. Se desconfía de las plazas comerciales, de los bares, de las calles; nunca del colegio. Por eso, dice la tanatóloga, los padres sienten que no hicieron nada mal. La tristeza se combina con la indignación. «Este enojo persiste a seis meses porque los papás están esperando que encuentren a la directora», cuenta Pérez Islas.

«Seis meses han pasado y las decisiones que tomaron muchos funcionarios públicos posibilitaron que nuestros hijos perdieran la vida. No señalamos a nadie, pero sí pedimos apoyo para que cualquier ciudadano que viva en lo éticamente correcto informe o denuncie el paradero de la dueña», dice un mensaje firmado como Familia en Terapia, enviado a Chilango por algunos de los deudos.