Llegar al tercer piso, como muchos de ustedes llaman a cumplir 30 años, no es tarea fácil. Tampoco es que sea difícil. Vamos, cada quien tiene su momento de “crisis de la edad”. Hay a quienes les pega hasta los 40, a quienes la vivieron a los 18, a quienes se los cargó el payaso a los 25… Y, no, sabemos que no tiene nada de malo ni de grave llegar a las primeras tres décadas de vida, al contrario son los nuevos 20, dicen. Es entonces cuando consigues la libertad familiar, la madurez emocional, la independencia financiera, blah, blah, blah…

Pero es también cuando todo empieza a moverse de donde estaba, cuando todo lo que viviste de los 15 a los 29 se te nota clarísimo en la cara, el cuerpo, en las crudas (físicas y morales), la vergüenza y todo lo demás. Por todas aquellas que estamos que nos aventamos al vacío por haber llegado a los 30 es por quienes escribimos esto.

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Veamos qué es lo que no debemos hacer a partir de los 30.

Vivir con tus papás. A todos nos encanta tener a alguien que nos mantenga, porque eso implica que todo el dinero que ganamos en la chamba podremos usarlo en nuestros caprichitos. ¿Eres de esas? ¡Pues tache para ti! A los 30 ya no estás para seguir escuchando aquel popular: “Mientras sigas viviendo bajo mi techo…”; o el también famosísimo: “Porque lo digo yo…”. Además, qué chafa que tu mami te siga lavando los calzones.

Emborracharte como si no hubiera mañana.No pensemos en el espectáculo que darás con esos diecisiete chupes que llevas encima, más bien enfoquémonos en lo mal que te sentirás por haber retado así a tu suerte. A pesar de que ya no estás para responder el “Chichis pa’ la banda”, lo harás. Pero eso no será lo peor, lo será el que tengas que dormir durante tres días enteros para recuperar tu estado físico y encerrarte por meses para salvar tu reputación.

Desvelarte.Una palabra: ojeras. Otra: arrugas. ¿Debemos decir más?

Vestirte como adolescente.“No hay nada más lindo” que una minifalda de mezclilla encima de unas mallas fucsias. O una ombliguera negra. Dios, no. ¡Error! Error y horror. Ok, no estamos diciendo que se vistan como treintañeras (¿cómo diablos será eso?), de lo que hablamos es del modo, mujeres, del modo. Dejen de llamarnos superficiales y sepan que hay miles de post que manejan el tema.

Salir con mushashos de 20.No, no pienses en sus cuerpos ni en que no tienen el colmillote de uno de 30, piensa en los de 40 y todo lo que te pueden ofrecer, enseñar, comprar, jeje.

Mover tu cuerpo de manera desenfadada. No, más bien enfádate contigo misma por no haber levantado una sola pesa en tus treinta años de vida. ¿Ubicas el monederazo (también conocido popularmente como ‘murcielagueo’)? Y mira que nada más nos estamos refiriendo a tus brazos, ya no hablemos del resto de tu cuerpo. Tal vez ya es hora de que te pongas a hacer ejercicio.

Enamorarte estúpidamente.O sea, tuviste 29 años para hacer millones de tonterías, entre ellas enamorarte como una idiota, entregar tu tiempo, dinero, inocencia, corazón, cuerpo, alma, etcétera, como para que a tus 30 quieran venir a verte la cara. No, chava, ya no estás para esto, a estas alturas tu corazón ya debe de estar curado de espanto; además, los males de amor saben más sabrosos con botellas de tequila, y eso ya lo tienes prohibido. (Ir al punto dos)

Perder el estilo en el antro. Ya, tuviste tu momento, déjale lo lobuki a las veinteañeras.

No saber controlar tus emociones. Ya no estás para actuar como emo, para emocionarte como entachada o parahacer berrinches de quinceañera. Toma tu cabeza, respira y madura. Piensa en todas las oportunidades que podrías perder solo por tomar una decisión con las entrañas. Lo mismo que en el punto siete: tuviste 29 años para pasar por miles de experiencias, ahora sácales provecho.

Creer en los Reyes Magos: A los 30 ya eres colmilluda, no te hagas. Maleada estás, pero no por eso vas a perder la bondad de tu corazón. Está padre imaginar que existen unos seres que te sacarán de la cotidianeidad de tus regalos del año pasado, pero tampoco se trata de vivir esperándolos. Lo bueno de los 30 es que ya sabes cómo conseguir las cosas. Al menos. Si no, sería como vivir en el mundo y no saber qué pasa en él.