NOTA DEL EDITOR: El siguiente texto fue publicado en Chilango.com con motivo del 85 cumpleaños de Gabriel García Márquez. Decidimos retomarlo para recordarlo mediante sus anécdotas literarias en el día de su muerte. Descanse en paz.


El escritor más popular y leído de nuestros días, Gabriel García Márquez, cumple hoy 85 años de vida. De ellos, 60 los ha dedicado a regalar sus letras al mundo como periodista, escritor, cuentista, editor y guionista.

Es dueño y señor del realismo mágico, sin embargo ha dicho que “los escritores en América Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la mano en el corazón, que la realidad es mejor escritor que nosotros”.

Reciclar, reutilizar

De su primera novela, “La hojarasca” (1955), García Márquez retiró un capítulo entero y años después fue encontrado en un canasto de papeles rotos por el poeta Jorge Gaitán Durán, quien le dijo que lo publicaría como si fuera un cuento. Lo titularon “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” (1968), el texto recibió buenas críticas y elogios.

De un burdel oriental a uno en el Caribe

García Márquez reconoció que le hubiera gustado escribir “La casa de las bellas durmientes”, de Yasunari Kawabata, historia de ancianos que acuden a una casa de citas para acostarse con jóvenes vírgenes y poseerlas con la imaginación mientras ellas duermen. Este libro le dio las bases para escribir “Memoria de mis putas tristes” (2004), también se apoyó en “La educación sentimental” (Flaubert) y en “Los sufrimientos del joven Werther” (Goethe) para entender el comportamiento sexual de los ancianos.

Caso de la vida real

En 1955, en Austria, conoció a Frau Roberta, una joven colombiana radicada en Viena, quien, desde que aprendió a hablar, instauró en la casa paterna la buena costumbre de contar los sueños en ayunas e interpretarlos, misma acción que repitió en un hogar austriaco ya en la edad adulta. Ella lo inspiró para escribir “Me alquilo para soñar”, publicado dentro de los “Doce cuentos peregrinos” (1992).

La primera vez del Coronel

En una parranda (a los 16 años) conoció a una niña de 11 que era prostituida por una matrona que la tenía aterrorizada y con quien viajaba en un burdel ambulante que seguía el itinerario de las fiestas patronales, y a quien, al parecer, había seducido a los 10 años un tendero libidinoso que le cambió un plátano maduro por su virginidad. Años después cuando escribió “Cien años de soledad” (1967) le pareció adecuado utilizar este episodio para la iniciación sexual de un adolescente que más tarde habría de convertirse en el coronel Aureliano Buendía.

El libro fantasma

En 1980 apareció publicado bajo el sello editorial Bruguera el libro “La batalla en Nicaragua”, que además de contener anunciado “el último texto de Gabriel García Márquez” incluíaun estudio de Gregorio Selser, un ensayo de Daniel Waksman Schinca y una denuncia de Ernesto Cardenal.El agente literario del colombiano autorizó la inclusión de un reportaje sobre la toma del Palacio Nacional de Managua en el libro, pero nunca pensó que se utilizaría la fama de García Márquez,por encima de los demás autores,para comercializarlo.

Juego de palabras

Una editorial intentó vender el libro de la extensa entrevista realizada a García Márquez por su compadre Plinio Apuleyo Mendoza como si fuera una novela del colombiano. En la caratula habían resaltado con grandes letras: “Gabriel García Márquez. El olor de la guayaba”, y en la orilla inferior, casi inadvertido, el crédito del entrevistador. Se corrigió la portada en la versión castellana “El olor de la guayaba. Conversaciones con Gabriel García Márquez” (1982), pero no en la edición francesa.

¿Cómo la llamamos?

La imagen de la niña que era prostituida y la matrona siguió rondando en la cabeza de García Márquez, a pesar de que ya la había utilizado, y con el paso de los años decidió darle un tratamiento novelado. El nombre de la menor –Eréndira, de origen tarasco– se le ocurrió en México. Sin embargo, nunca pensó en el de la abuela, por lo que el relato quedó como “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” (1983).

Le cuentan el final

Se enteró de un crimen y tuvo la idea de contar la historia pero aún no se había decidido a dedicarse al oficio de escritor. Ya con varios libros publicados en los 70 retomó el argumento pero le faltaba algo. Poco antes de morir, su amigo Álvaro Cepeda Samudio le dio la solución final de la “Crónica de una muerte anunciada” (1981), le dijo: “Bayardo San Román volvió a buscar a Ángela Vicario, están viviendo juntos en Manuere”, prosiguió, “viejos y jodidos pero felices”. Era el punto final para la historia del crimen que había presenciado 23 años atrás y en el que murió Santiago Nasar.Después de que le contaron el final de aquel homicidio, Gabo esperó siete años más para escribir la historia.

Dificultad de las traducciones

Sus libros han sido traducidos a más de 35 idiomas y quienes lo han hecho han tenido dificultades con palabras como “astromelia” (El otoño del patriarca, 1975), para la que el traductor brasileño explicó a pie de página: flor imaginaria inventada por García Márquez. Otro ejemplo es en “Crónica de una muerte anunciada” (1981) con “conduerma”, “cruda” y “hacerse bolas”: la primera es un venezolanismo entendido como tormento ineludible; la segunda es un malestar que se padece al día siguiente (que en Colombia se le dice “guayabo” y en EU “hangover”), y la tercera es un mexicanismo para el que no se ha encontrado una traducción al inglés.

Nunca en la pantalla grande

En 1982, Anthony Quinn reveló en una revista española: “Cien años de soledadsería ideal para un serial de 50 horas de televisión, pero García Márquez no quiere venderlo. Yo le ofrecí un millón de dólares y no quiso, porque él es un comunista y no quiere que se sepa que recibió un millón de dólares”. El colombiano calificó la declaración como una “tontería” y un “infantilismo”. Posteriormente señaló que la reticencia para adaptarla se debe a que desea que los lectores imaginen a los personajes como quieran y no con la cara de un actor en la pantalla.

Anticonceptivos de Aureliano

En el diccionario “¿Desde cuándo?” del francés Pierre Germa (que cataloga el origen de 800 objetos y costumbres de la vida cotidiana), encontró un artículo sobre anticonceptivos y descubrió que el más primitivo estaba hecho con cataplasmas de mostaza y sus vapores debían ser recibidos en la vagina poco antes de hacer el amor. Lo puso al servicio del coronel Aureliano Buendía en Cien años de soledad (1967).

Una obra musical

La novela “El otoño del patriarca” (1975) tiene la misma estructura del concierto de piano de Béla Bertók. Además, el muelle de la Bahía de las Ánimas en Cartagena de Indias es el remanso nocturno donde monseñor Demetrio Aldus, auditor de la Sagrada Congregación del rito y promotor y postulador de la fe, se peleaba a trompadas con los marinos. Para la construcción del libro, leyó durante 10 añossobre las dictaduras de América Latina y el Caribe, con el propósito de que se pareciera lo menos posible a la realidad; sin embargo, la realidad superó a la literatura.

Concursos literarios raros

En 1954 la Asociación de Escritores de Colombia lanzó un concurso literario pero, ante la falta de textos de calidad, el secretario de la asociación le pidió al joven periodista y escritor García Márquez que participará. Él entregó “Un día después del sábado” sin terminar y semanas después ganó el premio. En 1962, ante ninguna obra que valiera la pena, su amigo Guillermo Angulo lo invitó a otro concurso, le entregó una novela terminada y también lo ganó, al publicar el documento lo tituló “La mala hora” (1962).

Cola de cochino

Pensó que el temor al nacimiento de un hijo con cola de cerdo era lo menos probable que podía ocurrir en la realidad y puso este estigma en la estirpe de los Buendía. Sin embargo, al comenzar a circular “Cien años de soledad” surgieron en distintos lugares de América confesiones de hombres y mujeres que tenían algo semejante a una cola de cerdo.

Simbolismo e interpretaciones

La versión argentina de “Cien años…” tiene una letra invertida en el nombre. Al preguntarle a Vicente Rojo, creador de la portada, el simbolismo, éste señaló que lo ignoraba. En “El Coronel no tiene quien le escriba”, el gallo del coronel simboliza la fuerza popular reprimida. La abuela que explota a Eréndida para cobrarse una deuda representa al capitalismo insaciable.

Pregunta sin respuesta

Página 239 de “Cien años…”: “Y cuando llevaba toda su ropa a casa de Petra Cotes, Aureliano Segundo se quitaba cada tres días la ropa que llevaba puesta y esperaba en calzoncillos a que estuviera limpia”. Pregunta: ¿Cuándo se cambiaba y lavaba Aureliano Segundo los calzoncillos?

Remedios para volar

En octubre de 1965, Gabriel se sentó a escribir “Cien años…” y se levantó hasta concluirla 18 meses después. Un día no sabía cómo resolver el ascenso de Remedios, la Bella, así que miró por la ventana y vio como el viento jugaba con las sábanas mientras las tendía una trabajadora doméstica, de ahí tomó la idea de la elevación. Hay quienes dicen que este fragmento describe una transposición poética de la ascensión en cuerpo y alma de la Virgen María.

La tragedia de Ciénaga

Desde que su abuelo le contó sobre la represión a balazos de una manifestación de obreros colombianos de la United Fruit Company en la estación del ferrocarril de Ciénaga, los distintos modos del poder y los militares han estado en su obra: En “La hojarasca” refiere la convalescencia del pueblo después del éxodo de las bananeras; en “El coronel…” y La mala hora” hace una reflexión sobre la utilización de los militares para una causa política, y en “Cien años…” utiliza a Aureliano para hablardel fragor de sus 33 guerras.

¿Las victorias de Aureliano Buendía?

Ha declarado que la única criatura mítica que ha producido la América Latina es el dictador militar y que está “convencido de que el coronel Aureliano Buendía habría sido uno de ellos sihubiera ganado siquiera una de sus 33 guerras”.

Libros de carne y hueso

Con “El general en su laberinto” cumplió su sueño de escribir sobre los últimos días del libertador Simón Bolívar. Para “Noticias de un secuestro” (1996) se inspiró en las experiencias de Maruja Pachón y su esposo Alberto Villamizar, quienes fueron privados de su libertad durante 6 meses. Y “Relato de un naufrago” compila un reportaje publicado en 1955.