«Mi vida gira alrededor del temblor», dice Natalia Tovar, una joven que trabaja en producción audiovisual. Como muchos de nosotros, se siente impotente, a pesar de que ha estado ayudando en centros de acopio, en edificios derrumbados e, incluso, en pueblos afectados en Morelos. «Siento que hay cosas más importantes que lo que hago en el trabajo», cuenta. «No dejo de ver noticias todo el día».

Basta con que revises tu feed de Facebook para darte cuenta: no eres el único con ansiedad, insomnio y miedo. Lo mismo le ocurre a Eva Bermúdez. Ella entró con los Topos al multifamiliar de Tlalpan. No ha estado en casa y no ha asistido al laboratorio donde hace su doctorado; sin embargo, dice que ha valido la pena ayudar en lo posible. «La culpa viene al volver a las actividades cotidianas, sabes que hay mucha gente que necesita ayuda y se siente remordimiento por no estar ahí», confiesa.

Sin embargo, minimizar la ayuda que has ofrecido te desgasta mental y físicamente. De acuerdo con Mijal Schmidt, psicoanalista fundadora de Lazo y voz, vivir un evento como el sismo del pasado 19 de septiembre causa un gran impacto en las personas, pues nos deja una sensación de peligro y alerta constante.

Ayudar como voluntario, donar recursos, convivir con víctimas, no soltar el tema… todo eso consume mucha energía emocional y afectiva. Nos orilla a pensar en que nos pudo pasar a nosotros o peor aún: estar expuesto todo el día a la inmensa cantidad de noticias en los medios impresos y digitales genera aún más estrés. Siempre es importante estar informados, pero no debemos excedernos porque podemos entrar en shock. Para evitarlo, la psicóloga Michele Escamilla recomienda eliminar la sobreexposición a esta información.

¿Por qué sientes culpa?

Muchos chilangos, mexicanos y extranjeros estamos ayudando como podemos en las zonas afectadas por el sismo, tanto en CDMX como en Morelos, Puebla, Oaxaca y Chiapas. No obstante, muchos creen que no hacen lo suficiente; no importa si ya donaron dinero, se unieron a alguna brigada, ayudaron a clasificar víveres en centros de acopio, regalaron su trabajo de algún modo o incluso abrieron su casa o negocio para ayudar a afectados, brigadistas y voluntarios. Esto se debe a la sensación de alivio por estar a salvo, lo que causa culpa y un sentimiento de egoísmo por «no pensar» en las víctimas.

Esta culpa o remordimiento puede provocar más angustia que te impide ayudar más. Según Mijal, es normal que nos comparemos con otros voluntarios y por eso buscamos dar todo de nosotros. Lo mismo piensa Escamilla: «No visualizan ni valoran toda la ayuda que dan, debido a que sienten culpa». Es importante que ayudes, pero debes entender que hay un límite y pensar en ti. No puedes ayudar si no te encuentras bien.

Ansiedad, insomnio, fantasías de lo que pudo haber pasado, falta de apetito o dolores físicos son síntomas de agobio y, si no se tratan, pueden convertirse en estrés postraumático. Si te encuentras en esta situación, lo recomendable es hablar con seres queridos sobre las experiencias vividas y pedir ayuda especializada. Mantente alerta, pues los síntomas de estas crisis aparecen hasta tres semanas después del evento. «Es de suma importancia que las personas se valoren», comenta Mijal, «y que vean hasta qué punto están afectadas».

¿Qué hacer para eliminar la culpa?

Ambas especialistas concuerdan en que es inevitable regresar a nuestra vida cotidiana. Hacerlo no quiere decir que olvidemos lo que sucedió ni que nos deje de importar. «La vida normal no significa que sea igual que antes», explica la psicóloga Michele Escamilla. Para retomar poco a poco tu vida toma en cuenta estos pasos:

  • Valora qué tan afectado estás. Busca ayuda con amigos, familiares o psicólogos (hay varias instituciones que la ofrecen). Debes estar alerta de los síntomas que presentes, hablar de lo sucedido te beneficiará.
  • Crea un plan de protección civil para casos de emergencia, ya sea en casa o en tu trabajo. Arma una mochila de emergencia, te hará sentir seguro.
  • Toma pequeñas decisiones al día: qué tienes que hacer y qué no, hasta qué punto puedes ayudar física y emocionalmente. Mantente ocupado, aunque tampoco te niegues a pensar en lo que pasó.
  • Evita exponerte todo el día a la información que hay en televisión, radio, periódicos e internet.
  • Retoma tu rutina: si vas al gimnasio, a clases o cualquier otra actividad que hacías antes, regresa. Eso te ayuda a sentir que tienes, otra vez, el control de tu vida.
  • No te exijas más de lo que puedes dar. Date el tiempo para descansar. También aliméntate bien. Después de generar mucha dopamina, inevitablemente sentirás un bajón, por ello debes descansar y comer lo más saludablemente posible.
  • Escribe sobre lo que has hecho, te ayudará a darte cuenta de que sí has apoyado.
  • Haz ejercicio y utiliza técnicas de relajación y respiración, con esto dormirás mejor. No te automediques, es normal que tengas insomnio, pero pasará. Si persiste, ve con un médico.
  • Retoma tus relaciones sociales, sal a restaurantes, a festejar un cumpleaños, al cine… Piensa en ti. Habla de otros temas, ríete.

Valora tu esfuerzo y tu ayuda. Recuerda: para ayudar, debes estar fuerte emocional y físicamente.