Los tacos, como los antojos, encuentran durante el día momentos óptimos que otros para expresarse en su totalidad. No es lo mismo comer un taco al pastor en la noche que en la mañana, lo mismo sucede de manera inversa con las carnitas y así vamos construyendo la estructura mental de cuándo es mejor comer tal o cual cosa, ya sea por su hora de preparación, su propósito –no es lo mismo comer un taco en horario laboral, que un taco para bajar la borrachera– o las razones que cada uno le otorgue al taquito en cuestión.

Taco de guisado

En las últimas semanas, inconscientemente, he recurrido mucho al taco de guisado por la mañana. Sucede que, en mi calle, de la puerta de mi casa hacia Insurgentes, hay seis o siete puestos de tacos de guisado. Cada uno con sus ollas de barro –o bien, bandejas rectangulares de acero inoxidable– que presumen clásicos del taco de cazuela, cubiertos por salsas y adobos concentrados liberando vapor lleno de aromas. Se suele encontrar de huevo revuelto, pollo con mole, rollito de jamón capeado, pipián, papa con chorizo, albóndigas, chile relleno, salchicha con papas, chicharrón en salsa y un largo, largo etcétera. Siempre una difícil decisión.

Fuimos a los ‘Tacos Culeros’ para ver si neta no rifan

Hay taquerías, como El Jarocho, que tienen clásicos propios, como el legendario campechano con morita (éste merece un libro entero), el de moronga y el de carne tártara. En los Hola, sobre Ámsterdam, está el famoso de hígado encebollado y el de quelites, con la recomendación del taquero de añadir frijoles negros y queso doble crema. En la Hortaliza, por el metro Chapultepec, tienen el de lengua y el de chile relleno, que es de chile ancho, con un dulzor, un ahumado y un picante extraordinarios. Los de guisado generalmente se acompañan con frijol o arroz (o los dos, según la generosidad del taquero). En La Hortaliza tienen un arrocito rojo fantástico que va de poca madre con el chicharrón prensado: carnoso, grasoso y húmedo. Al tiro.

Mi favorito

En esta breve adicción que no sé cuándo terminará (o si terminará), he descubierto que el taco que no me perdono es el de huevo. Me encanta. Pensándolo, es un taco que he comido toda mi vida por la mañana. Y aquí cabe recordar que probablemente hemos comido más tacos en casa que en taquerías y en la calle, y esa es la razón por la cual los tacos de guisado son tan entrañables: son la forma económica y práctica de comer lo que comemos en el hogar: un guisado y un montón de tortillas a un lado para acompañar. Ese es nuestro verdadero pan de cada día.

A veces paso por la noche, caminando de regreso a mi casa por la calle de Puebla, y ahí siguen, los guisados renovados soltando ese mismo vapor de amor. Casi nunca me detengo, pero siempre le guiño el ojo al de huevito en salsa verde. “Ahora ya es tarde, mi amor, pero mañana echamos un mañanerito”.

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