David Alfaro Siqueiros fue uno de los tres grandes muralistas mexicanos que le regaló a la CDMX algunas de sus piezas más sobresalientes, como La marcha de la humanidad.

Al pintor generalmente lo asociamos con sus impresionantes obras, pero otra cosa que lo hizo destacar fue su radical postura política y su espíritu revolucionario. Debido a esto tuvo desacuerdos y problemas con las autoridades capitalinas que lo llevaron hasta el ‘Palacio Negro’. Aquí te contamos todo sobre esta parte de su vida.

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Los primeros conflictos en los que Siqueiros se involucró

Su carácter combativo se empezó a notar desde una temprana edad. Con tan solo 11 años participó en una importante huelga en la Academia de San Carlos en donde estudiaba por las noches. En ésta, los alumnos demandaban cambios en los métodos de enseñanza.

Más adelante, a los 18 años, luchó junto al ejército constitucionalista durante la Revolución Mexicana. Esta experiencia influyó en los temas que optó capturar en sus murales, los cuales generalmente rescataban aspectos de la cultura del país.

Años después se convertiría en miembro del Partido Comunista de México, lo cual marcó el inicio del deterioro de su relación con el gobierno mexicano. Asimismo, fundó el periódico ‘El Machete’, un medio de comunicación que sin duda denotaba su postura marxista y anti sistémica.

En 1930 llega su primer problema fuerte con las autoridades, ya que ese mismo año participa en una manifestación realizada con motivo del Día del Trabajo. Por ello, el muralista estuvo encarcelado en Lecumberri durante prácticamente un año entero.

A pesar de esto, Siqueiros no desistió de involucrarse activamente en los movimientos políticos con los que simpatizaba. Para 1936 ya se encontraba luchando voluntariamente en la Guerra Civil Española junto al ejército republicano y con el cargo de teniente coronel.

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Un intento de homicidio y un arresto más

Sin duda, uno de los actos más controversiales del artista fue su participación en un primer atentado contra León Trotsky. El 24 de mayo de 1940, el pintor, quien prefería a Stalin, irrumpió en la casa del soviético junto a un grupo armado que pretendía herirlo de muerte.

Casi a modo de milagro, el pensador y su familia salieron ilesos. Al darse a conocer su implicación en dicho incidente, el muralista huyó a Chile. En este país permaneció hasta 1944 y pintó la obra titulada ‘Muerte al invasor’.

En agosto de 1960 fue acusado por el gobierno del presidente Adolfo López Mateos de portación ilegal de armas y por promover la ‘disolución social’. Siqueiros aseguró que una de las razones por las que lo tenían en la mira era debido a que fungía como presidente del ‘Comité de Presos Políticos y la Defensa de Libertades Democráticas’.

Fue condenado a ocho años en prisión, sin embargo, solo cumplió la mitad de su sentencia en el ‘Palacio Negro de Lecumberri’. Durante su estancia se le permitió recibir algunas visitas y seguir pintando.

De este periodo de encarcelamiento resultaron dos biombos. Estos se usaron como escenografía en la puesta en escena llamada ‘Licenciado, no te apures’ del taller de teatro de la prisión. Curiosamente, tras utilizarse en la obra, las piezas se perdieron.

En 1986 uno de los biombos fue hallado por el abogado y pintor Alberto Antebi y posteriormente lo donó. Veintinueve años después, el segundo fue encontrado por el Archivo General de la Nación. Tristemente, este último se encontraba en un terrible estado y nunca pudo exhibirse.

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Su vida después de la cárcel

Tras ser liberado, se concentró en uno de sus proyectos más importantes: el Polyforum Cultural Siqueiros. Este edificio completamente cubierto por murales fue una de sus ideas más ambiciosas que concretó con ayuda de un talentoso equipo de artistas.

siqueiros
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Su expresión artística estuvo fuertemente influenciada por estos enfrentamientos, creando pinturas cargadas de una ideología política que muchos considerarían radical. Eso sí, siempre fue congruente y se mantuvo firme en sus posturas hasta su muerte en 1974.

Resulta increíble pensar que aún con todo el activismo político que rodeó su vida, el muralista aún tuviera tiempo de pintar. El arte de Siqueiros es el producto de una personalidad disruptiva que en más de una ocasión fue reflejada en sus piezas.

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