Un expresidente decidió que Santa Claus ya no era bienvenido en México y en su lugar el dios Quetzalcóatl entregaría juguetes a los niños del país. El plan obviamente fracasó.

Aunque hoy las familias mexicanas reciben a Santa Claus con entusiasmo, hubo un tiempo en el que se intentó adoptar a Quetzalcóatl como el protagonista de la Navidad. La propuesta causó reacciones poco favorables entre la gente y confundió a las y los más peques en una época que debía ser mágica para ellas y ellos.

Para contar esta historia debemos remontarnos a 1930. La Revolución acababa de concluir y en el aire se sentía una necesidad de regresar a nuestras raíces. El gobierno de aquel entonces tenía una enorme inquietud por resaltar la ‘mexicanidad’ y fomentar el nacionalismo en el país.

Sin duda algo que iba en contra de este deseo era la muy reciente llegada de Papá Noel a nuestra tierra. Pese a que dicho personaje aún no se popularizaba a nivel global, ya comenzaba a generar ruido entre los mexicanos.

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Nace la idea de deshacerse de Santa

En una comida por ahí de noviembre de 1930, el expresidente Pascual Ortiz Rubio y Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, el entonces subsecretario de Educación Pública, discutieron acerca de este ‘problema’. Entre lo dialogado en aquella ocasión surgió una curiosa idea que consideraron promovería el amor a la patria en lxs más chicxs durante la época navideña.

La iniciativa consistía en desechar la imagen americanizada de Santa Claus para reemplazarla con algo que representaría mejor nuestras fiestas decembrinas: Quetzalcóatl. Incluso se planteó que con este plan la figura de los Reyes Magos tampoco sería necesaria.

Lo que ahora tal vez parece una broma, se tomó con tal seriedad que la Secretaría de Educación Pública compartió la leyenda del dios prehispánico en las escuelas por medio de circulares.

Por otro lado, la publicidad de la temporada empezó a usar su imagen para anunciar diferentes productos y servicios. También la Lotería Nacional utilizó ésta en el billete del sorteo extraordinario como un pequeño guiño a la nueva tradición.

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Una Navidad protagonizada por Quetzalcóatl

Un día antes de Nochebuena, el Estadio Nacional de la colonia Roma se convirtió en el nuevo Polo Norte, pero con algunos ‘ligeros’ cambios. Lo que más destacaba era una pirámide ubicada en el centro del recinto. En la música, el Himno Nacional y como parte del espectáculo, bailes regionales.

Guerreros aztecas, tehuanas y hasta sacerdotisas acompañaron a la primera dama, Josefina Ortiz, quien estuvo encargada de repartir los presentes. A los alrededores se encontraban unos árboles decorados con esferas y luces que definitivamente desentonaban con todo lo demás.

El lugar recibió a centenares de niñas y niños, principalmente de escasos recursos, que llenos de curiosidad subieron al templo azteca. Ahí eran recibidos por un hombre que representaba a Quetzalcóatl y que, tras abrazarlos, les entregaba dulces y juguetes por parte del gobierno de la República.

Con tan solo una barba y un penacho pretendieron humanizar a la deidad, pero solamente lograron confundir a lxs peques que esperaban ver una serpiente emplumada. Aún con esto, lograron reunir a alrededor de 15 mil asistentes.

Aunque el evento parecía haber salido bien, existieron sectores de una población mayormente católica que nunca estuvieron de acuerdo con la decisión. Incluso llegaron a manifestar sentirse ofendidos a través de los medios de comunicación.

En estos argumentaban que la Navidad era en realidad una fiesta perteneciente a dicha religión y no tenía nada que ver con la deidad mencionada.

Tal vez fue el descontento de la gente o que las autoridades se dieron cuenta de lo absurdo del asunto lo que no permitió que Quetzalcóatl regresara para el siguiente año. Por otro lado, la figura de Santa Claus solo tomó más fuerza y hasta el día de hoy es el mayor referente navideño alrededor del mundo.

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