Si has ido al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México o has transitado la zona oriente de la CDMX por la Avenida Ignacio Zaragoza, seguramente te habrás encontrado con una obra urbana que seguro sería uno de los lugares preferidos de Spider-Man en nuestra chilanga capital. Nos referimos a la Colonia Federal, única en su tipo en nuestro país. Pero lo que la hace tan peculiar no solo es su extraordinario trazo en forma de telaraña, sino la historia que tiene detrás y algunas joyas escondidas que hay en ella.

Colonia Federal: una telaraña urbana

Ubicada en la Alcaldía Venustiano Carranza, para la Colonia Federal no existen las medias tintas: o la amas por su unicidad que la distingue entre todas las otras colonias de la capirucha, o la detestas porque al entrar en ella —a menos que seas residente— muy probablemente tu destino será perderte. Las numeraciones saltan, van en reversa, en fin: es una maravilla del urbanismo pero también puede ser un laberinto sin salida para los no experimentados.

El tipo de trazo de este tipo de colonias se llama “radiocéntrico”. Es decir, que todas las calles tienden a unirse en formal radial hacia un punto único (en este caso la Plaza del Poder Ejecutivo Federal, que tiene biblioteca, cancha y centro cultural). Con esto se buscó originalmente que todas las calles tuvieran fácil acceso al centro. Derivado de este trazo, las manzanas quedan dispuestas en forma de trapecio y no de cuadros o rectángulos como estamos acostumbrados. Y de las perdidas que te das si no le sabes, mejor ni hablamos.

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Uh, la la: una colonia de orígenes burgueses

Aunque el oriente de la CDMX no se distingue por ser una zona conocida por ser de alcurnia, La Federal tuvo un origen que bien podría hacerla portar monóculo y levantar el meñique. Ella fue construida sobre terrenos que originalmente fueron haciendas propiedad de la familia Braniff, y se conocía entonces como “Los llanos de Balbuena”.

Ya de por sí acaudalados, esta familia amasó una fortuna considerable en el país durante la época porfiriana. Para darse una idea de cuánto poseían, sobra decir que el actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez y las colonias Aledañas fueron alguna vez propiedad suya. Hijo del industrial Thomas Braniff, quien construyó el ferrocarril de Veracruz, Alberto Braniff fue un aeronauta mexicano y también considerado el primer aviador de Hispanoamérica. No es de gratis que el aeropuerto esté construido ahí: la familia Braniff tuvo mucho que ver en esto.

La Colonia Federal debe su nombre gracias a la que, una vez que estos terrenos pasaron a manos de la Federación, varios empleados de la Secretaría de Gobernación se organizaron para solicitar al gobierno que estas tierras —que al momento no tenían ninguna utilidad y se llamaba simplemente “llano de los Cuatro Árboles”— se convirtieran en un lugar para edificar las casas de los empleados federales y funcionarios públicos. Así fue como la colonia adquirió sus nombres, como ‘Hacienda y Crédito Público’, ‘Trabajo y Previsión Social’ o ‘Contraloría’.

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Lo que alguna vez fueron latifundios pertenecientes a ricas haciendas, finalmente fueron fraccionados por Raúl Romero Erazo. Como era la moda en aquellos ayeres, Romero Erazo se habría inspirado en el urbanismo francés. Tomando como modelo la Plaza Charles de Gaulle, que da hogar al Arco del Triunfo, en París. Si algo hemos de decir en favor de la nuestra versión chilanga, es que mientras el trazo francés tiene algunas irregularidades, en el caso de La Federal, el trazo resultó en un octágono perfecto, lo que le da su peculiar foma de telaraña.

Este trazo tan perfecto se debe a que en el México posterior a la revolución se habían adquirido pensamientos del positivismo, cuyo pensamiento sintetizó en México Gabino Barreda bajo el lema “Libertad, orden y progreso”. Inspirado por el pensamiento de Augusto Comte y por la revolución francesa, Romero Erazo llevó el orden hasta las últimas consecuencias. Y se tuvo como resultado el trazo de una colonia octagonal minuciosamente trazada y que sigue sorprendiendo hasta hoy.

¿Qué hay hoy en esta peculiar colonia?

Aunque hoy por hoy fuera de su peculiar forma que remite a las trampas de los arácnidos la colonia podría parecer una más de la Ciudad de México, no niega la cruz de su parroquia y guarda algunos tesoros que remiten a que alguna vez fue propiedad del primer aeronauta de nuestro continente. Debido a su proximidad con el aeropuerto ahí se encuentran varias escuelas para pilotos. Tal es el caso de El Centro de Adiestramiento Aeronáutico Profesional, La Escuela de Vuelo Aeropacífico o la Escuela de Vuelo Aeronática Vitar.

Y para los que no buscan volar pero son de buen diente, están las archifamosas Aerotortas, en la Calle de Procuraduría General de Justicia. Tan famosas son sus tortas de flautas (¡sí, flautas adentro de una torta!) que pilotos, sobrecargos y otros trabajadores del aeropuerto se dan cita para degustarlas.

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