Abrir, cerrar, inflar, desinflar. Así va la respiración, se agita cuando la ansiedad abruma y se relaja cuando vuelve a la calma. Así también va la prosa de Alaíde Ventura Medina en Autofagia (Random House, 2023), su novela más reciente donde la corporalidad permea desde la historia de las protagonistas hasta la forma del texto que les da vida. Una vida con ausencias.

“Es una novela sobre cómo lo que hacemos con nuestro cuerpo incide en nuestras conductas y pensamientos. Es sobre cómo hacemos edición de los recuerdos; así como modelamos nuestro cuerpo, modelamos nuestra historia y lo que somos ante otrxs y al final podemos perdernos en eso”, dice Alaíde.

Autofagia es una novela de mujeres. Empieza cuando una joven llega a casa y descubre que su pareja se ha ido. En su espera, decide dejar de comer. En Como caracol y Entre los rotos, sus dos primeros libros, la autora también urde tramas con la genealogía de sus mujeres (la figura de la abuela, la herencia de mujeres como tribu), pero esta vez lo hace más consciente:

“En este caso quise explorar un mundo de mujeres. Ellas están presentes y los hombres ausentes y solamente podemos ver las repercusiones de sus actos. Ellos tienen incidencia en el mundo, pero no los vemos. Eso era importante para mí”.

“Mujeres” y “cuerpo” son palabras históricamente inseparables, en el libro de Alaíde no solo se explora la unidad de estas, sino sus efectos. “Mientras que yo venía de escribir sobre recuerdos e imaginaciones, en este libro no me pude escapar al cuerpo —como toda la humanidad, en la pandemia la pasamos tan mal—. Siempre he padecido ansiedad y tuve unos picos muy altos en los que padecí todo tipo de trastornos, desde hipomanía hasta insomnio crónico, con la conducta alimentaria, y todo lo que pasaba en mi cuerpo se fue convirtiendo en una voz de la que no me pude zafar y que luego se convirtió en un personaje que fue creciendo y creciendo”, explica la escritora.

Autofagia es también una novela donde la autora pudo experimentar en la forma y dejar que la corporalidad se adueñara de cómo fluyen las palabras. “Con este libro quería aturdir, incomodar, ya no tanto hacer llorar. Este libro es ese que yo quisiera leer, no es una lectura fácil. La sintaxis de la respiración sigue a los picos de ansiedad: cuando va para arriba, hay una respiración agitada, y cuando va para abajo hay una respiración lenta y son evocaciones más brumosas”.

Esta tercera novela es muy distinta a la primera, pues, explica Alaíde, ella ya es otra persona. “Así como ha cambiado mi escritura, yo he cambiado. Cuando escribí el caracol, era una oficinista freelancera en mis veintes, en talleres autogestivos de escritura, no tenía un oficio. Este oficio se profesionalizó con los rotos y ahora así me gano la vida, me pagan por leer y escribir”, dice con los ojos bien abiertos y esa gran sonrisa que la caracteriza.

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—¿Cómo son las mujeres de Autofagia?

“Me cansó un poco esta idea del catálogo de la literatura de mujeres, como estar al margen, de no ser parte de LA literatura sino ser ‘literatura de mujeres’. Además, hasta en la horizontalidad hay clases, matices, desbalances. No hay necesidad de que entren los hombres, tenemos nuestro propio sentir y nuestro sufrimiento”. 

―¿Es una novela que alguna vez pensaste que ibas a escribir?

“La traje atorada casi cuatro años, desde que estaba en UTEP (Universidad de Texas en El Paso), donde yo estaba respirando cortito. La novela iba respirando cortito también, pero por fin fluyó y ahora le pertenece al mundo. Y yo en el mundo, a otra cosa mariposa”.

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