Territorio ideal. José María Velasco, perspectivas de una época

septiembre, 2014

10sep - 14dicTodo el díaTerritorio ideal. José María Velasco, perspectivas de una épocaEl objetivo de la muestra es explorar las diversas modalidades y disciplinas que convergieron en buena parte del siglo XIX y a principios del XX, y que generaron una serie de estrategias figurativas y simbólicas para la reproducción paisajista, a un alto nivel sugestivo y naturalista, del vasto territorio nacional. Esto desde diversas panorámicas conceptuales y estéticas.

Territorio Ideal / INBA

Detalles del evento

Por Luis E. Pineda

Odio la velocidad a la que crece la ciudad. Los edificios ocupan los espacios que antaño correspondieron a las casas: donde antes cabían 5, ahora caben 50 ó 500. Este nido de ratas llamado ciudad –como dice mi amiga Monserrat Mondragón (artista visual)– es cada día más inhabitable, pese a la insistencia de construir tantas viviendas en él. Lo constato en mi recorrido diario por la Calzada de Tlalpan –entre otras vialidades– para llegar hasta Xochimilco: edificios, caos vial, basura (humana y orgánica-inorgánica), contaminación.

Quizá sea por eso que cuando me encontré con la pintura El Valle de México desde el cerro de Santa Isabel la piel se me erizó y una gran nostalgia me invadió. Lo cual resulta absurdo si consideramos que, ni remotamente, alcancé a presenciar aquel Valle de México que, en 1857, José María Velasco plasmó en el lienzo.

En el primer plano, el más cercano, dos perros juegan alegres. Los siguen un niño que carga leña y una mujer que lleva un bebé en brazos y una canasta en la espalda. Suben por el cerro que colinda con una laguna. Alcanzamos a ver el cerro del Tepeyac ya con la antigua basílica construida y un poquito más lejos un pequeño pueblo. Un camino y terrenos irrigados lo separan de la gran ciudad, esa con la que hoy llevo una relación de amor y odio. A la izquierda un lago el cual hoy sólo existe en nombres y recuerdos; al fondo Popocatépetl, Iztaccíhuatl y el resto de las formaciones montañosas que rodean al Valle.

Puede que la iluminación, de estilo romántico, haya influido en mi sentir. Quizá sea sólo la añoranza de una ciudad en la que se pueda vivir. De cualquier manera, nunca pensé que una pintura tan vieja despertaría semejante experiencia estética en mí.

Forma parte de Territorio ideal, la sala con la que el Museo Nacional de Arte comienza la reestructuración de la exhibición de su colección permanente, abarcando un periodo que va de 1830 hasta 1920 y que comprende el nacimiento, desarrollo y consolidación del paisajismo en México que encuentra en José María Velasco a su mayor exponente.

Velasco es quizá uno de los artistas más dedicados que su época conoció. Estudió –aparte de pintura y dibujo– anatomía, botánica, zoología, matemáticas y física con el ánimo de conocer mejor el mundo que lo rodeaba; de esa forma llegó a representar mejor cada elemento de los paisajes que dibujó, pintó o grabó.

No es el único que encontraremos en esta nueva sala, pero todo gira alrededor de él. También hay otros artistas que lo influyeron, como Eugenio Landesio o Pietro Gualdi, y a quienes influyó, como a Cleofas Almanza, José Guadalupe Posada o Luis Coto.

El paisaje se aborda no sólo como una expresión romántica donde la naturaleza es una musa, en la que el elemento hombre puede retirarse a fin de exaltar la armonía de ésta: es también una suerte de memoria, de registro, de ver y pensar el territorio que hoy ocupamos. Nos evocan los usos y costumbres ahora perdidos, las escenas que tanto sorprendieran a los europeos en las nuevas tierras; también nos recuerda, con cierta nostalgia, las imágenes de Valle de México que se transformo en una Ciudad que secó lagos y ríos, que negó otras formas de vida ahora relegadas a vivir sólo en esas pinturas.

Tal vez resulte interesante ver cómo eran algunos de los lugares que hoy conocemos. Por ejemplo, en la pintura Iglesia de la Romita de Luis Coto (1857) podemos ver esa iglesia que hoy está escondida, entre tanto edificio, en la Colonia Roma. O en La Alameda de México (Velasco), cómo lucía el emblemático parque en el siglo XIX.

No todo es paisaje, pues también se exhiben ilustraciones que Velasco hizo para las revistas científicas más importantes del país. De las más sorprendentes, están las ilustraciones y diagramas anatómicos que hace del ajolote.

Pese a que hay más de 100 piezas, es una exposición que se recorre fácilmente, sin dificultad ni tedio y en la que hay mucho más de lo que nos esperamos de las pinturas, pues éstas nos hablan del desarrollo de las ciencias sociales y humanas, que al fin y al cabo tienen una repercusión en la forma en que se pinta y en las ideas de progreso que chocaban con la naturaleza.

Cuando salí de la exposición y regresé a la realidad del tiempo presente, miré a mi alrededor, suspire y pensé: “Aquí nos tocó vivir”.

Horario

Septiembre 10 (Miércoles) - Diciembre 14 (Domingo)

Ubicación

Museo Nacional de Arte

Tacuba 8 Entre Donceles y 5 de mayo, esquina con Eje Central

Precio

Compra de Boletos