noviembre, 2013

Detalles del evento
Por Roberto Marmolejo Guarneros Cuando uno asiste a una función de Proyecto Chejov: Vanya le queda claro que Antón Chejov sigue siendo un dramaturgo excepcional, capaz de los personajes más contemporáneos y
Detalles del evento
Por Roberto Marmolejo Guarneros
Cuando uno asiste a una función de Proyecto Chejov: Vanya le queda claro que Antón Chejov sigue siendo un dramaturgo excepcional, capaz de los personajes más contemporáneos y mejor construidos de la literatura dramática moderna. Y eso que nació en 1860 y murió en 1904 en un país que no tenía una fuerte tradición dramatúrgica: Rusia. ¿Cómo logró condensar en unas cuantas obras maestras – a saber Las tres hermanas, El jardín de los cerezos, La gaviota, Tío Vania– el sufrimiento, frustración, temores y mezquindades de los habitantes de nuestra época? Con un enorme talento –casi científico- para la observación del corazón humano y una exquisita técnica dramática. Sólo así.
Aunque, se tiene que decir, muchos de sus recursos estilísticos ya no funcionan en el teatro actual. Eso lo sabía Diego del Río, jovencísimo pero muy fino director, que ha tomado diferentes traducciones del Vania chejoviano y montado una versión que lo actualiza sin traicionarlo.
Para contarnos desde su perspectiva la historia de un hombre que ha trabajado toda su vida para perderlo todo en un momento, Diego edita soliloquios, acorta actos (¡son cuatro en el original!), precisa situaciones y ajusta parlamentos para lograr una puesta en escena muy fluida, con un tono melancólico y ritmo cinematográfico; que oscila entre el naturalismo sucio de Daniel Veronese -parlamentos atropellados o incompletos y situaciones estresantes emocionalmente- y el realismo del mejor Xavier Rojas, ese director irrepetible del teatro mexicano que dejó escuela.
Lo mejor es que sus actores responden muy bien a esta propuesta: Moisés Arizmendi es un extraordinario Astrov; cínico y vencido, con mucho el mejor del reparto. Gabriela de la Garza como Elena es detallada y entrañable; con el personaje de la nana, Conchita Márquez demuestra una vez más que su talento no depende de la obra sino de su propia experiencia escénica, que es vasta. Víctor Huggo Martín como Vanya es destacable, pero en esta ocasión, creo que el personaje interpretado por el maestro Arturo Ríos, en la versión de la misma obra que dirige David Olguín, sí es por mucho, un trabajo más profundo: Víctor Huggo se queda un poquito corto y su Vanya a veces resulta superficial. Lo mismo se puede decir de Fernando Becerril como Serebriakov y Paloma Woolrich como María, aunque salvan mejor sus deficiencias por su colmillo de actores de trayectoria extensa.
Adriana Llabrés simplemente es mejor actriz en cada uno de sus trabajos. Si en Tribus sorprendía, con el personaje de Sonia redondea sus cualidades y dotes: sensibilidad, una corporalidad muy expresiva y bien manejada, impulso e intuición actoral.
Para cerrar, la escenografía de Atenea Chávez y Auda Caraza es el mejor de sus trabajos recientes. Si el espacio que crearon para Razones para ser bonita, era aburrido y plano, en Proyecto Chejov: Vanya, recuperan algo de eso que distinguió a este dueto: la sencillez creativa de un espacio dramático. No necesitaron nada más que una mesa, un piano falso y una gran rama seca para arropar la melancolía de una propuesta inevitablemente conmovedora.
Horario
noviembre 22 (Viernes) - 30 (Lunes)
Ubicación
Foro Shakespeare
Zamora 7 y 9 Entre Veracruz y Agustín Melgar



























