La gaviota

diciembre, 2015

11dic - 9enTodo el díaLa gaviotaKostia anhela convertirse en dramaturgo y está enamorado de una aprendiz de actriz de nombre Nina. Vínculos sentimentales principian mientras que reproches del pasado afloran. Dos años después los personajes vuelven a reunirse en la casa de veraneo sólo para darse cuenta que las aspiraciones no siempre se realizan.

La gaviota. / Cortesía.

Detalles del evento

lun-sab 20:30 h, dom 18 h. 

Por: Roberto Marmolejo

Salimos después de la función rumbo a nuestras casas, casi era medianoche. No dijimos mucho. Una despedida amistosa, un abrazo y un “nos hablamos mañana”. Pero ninguno de los dos pudo dormir cuando llegó a su respectiva casa. Anabel Caballero –amiga queridísima y promesa indiscutible de productora teatral-, yo, cada quien en su habitación, no pegó un ojo. Como a las 2 de la mañana comenzamos a chatear por Facebook. “Estoy rara”, me dijo. “Yo también, La gaviota golpeó no sé qué oscuros rincones de mi vida”, le contesté. “¿Pues qué vimos?”, inquirí. “El reflejo de la vida y de nuestros monstruos”, escribió. Con esa frase rotunda me quedé el resto de la noche.

Si alguien puso frente a nosotros la personalidad contemporánea fue ese ruso enfermizo que nació en el siglo XIX. En cuatro obras, Las tres hermanas, El jardín de los cerezos, Tío Vania, pero principalmente en La gaviota –que paradójicamente fracasó en su estreno-, Antón Chéjov reflejó sin rebuscamientos ni héroes de epopeya, la condición existencial de los seres humanos del siglo venidero.  

Con detallada sabiduría artística, Chéjov desnuda el teatro de su tiempo y deja quintaesenciado el discurso dramatúrgico para convertirlo en un análisis escénico –por tanto sin pretensiones documentales- de la vulnerabilidad, los sueños rotos, las ilusiones perdidas, el desamor y la obsesión egocéntrica de los tiempos que corren.  

El logro de Chéjov trasciende hacia otras artes: la principal temática del cine está contenida en su obra. La gaviota, como en un Aleph dramático, se condensa más de un siglo de teatralidad y creación fílmica. Allí está todo, hasta la ausencia de amor y la soledad de las ciudades post Facebook.  

En La gaviota resuenan nuestras vidas y sus fracasadas aspiraciones.

El montaje de Diego del Río muestra ese universo teatral sin teatralidades en dos horas y 10 minutos. Un riguroso examen de las herramientas chejovianas, que se ponen al día gracias a este director de mano firme y claridad de objetivos.

Nada sobra, nada falta: una iluminación sencilla del gran Matías Gorlero; la supervisión musical mínima y necesaria de Iker Madrid, una escenografía dura y concisa del dueto Caraza-Chávez.  

Hay claras referencias a la estética del incomparable Daniel Veronese, el argentino que nos ha llevado por otros caminos del hiperrealismo teatral y a las propuestas de El espacio vacío, del indispensable Peter Brook (“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que necesita para realizar un acto teatral”). Aunque Diego del Río tiene sus propios recursos y así los hace patentes.  

El ensamble actoral es uno de los mejores del año: Blanca Guerra, Adriana Llabrés y Odiseo Bichir no necesitan de mi análisis ni elogios. Brillan por su talento mayúsculo. Mauricio García Lozano, Pablo Bracho, Pilar Flores del Valle y Carlos Valencia, se la rifan en cada escena.  

Salvo por los jóvenes Paulette Hernández y José Sampedro, que están “verdesones” para sus personajes (atormentados cuando no patéticos), todos están en el nivel necesario para mostrar la verdad desnuda de Chéjov (nuestros monstruos).

No podía terminar mejor el año teatral. La comunión y rito ancestrales del teatro se vuelven a cumplir con este montaje. Prodigioso.

Horario

Diciembre 11 (Viernes) - Enero 9 (Sábado)

Ubicación

Foro Shakespeare

Zamora 7 y 9 Entre Veracruz y Agustín Melgar

Precio

Compra de Boletos