Justin Bieber en el Foro Sol

Por: Uriel Waizel

El niño de cabello liso y ondulado extrañamente relamido hacia adelante, ya no lo es más: no busquen al chamaquito que subía videos a YouTube cantando rhythm & blues. Tampoco al autor de la inocente “Baby”, quien juró casarse virgen fiel a sus principios cristianos y a sus millones de #beliebers quienes mantenían la ilusión de que aún siguiera disponible. Ése, es el “Biebs” del 2010.

El de 2017 es una bestia aparte: abdomen marcado, cabello teñido, cruces tatuadas, modelo de Calvin Klein y maneja un Ferrari (que ya chocó). A punto de cumplir los 23 –es piscis del 1o de marzo, por si se lo preguntaban–, el canadiense lucha por mantener la cordura ante la tormenta mediática que su condición implica, de ahí el título de su cuarto álbum y gira, Purpose.

Mantener el propósito de su vida profesional y espiritual entre escándalos por responsabilidad de paternidad, maltrato a fans, persecuciones de paparazzi y chismes sobre la relación que sostuvo con Selena Gomez.

No deja de ser morbosa y fascinante la manera en que la carrera de un popstar adolescente se tuerce y resignifica, conforme la vida le va dejando cicatrices.

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