El profesor (Yepeto)

vie 19 y 21 h, sáb 18:30 y 20:30 h, dom 17:30 y 19:30 h.      

Por: Roberto Marmolejo

Lo escribí en la versión impresa de Chilango, El profesor o Yepeto, su título original, es el estreno en México de un clásico latinoamericano, escrito por Roberto “Tito” Cossa, uno de los dramaturgos argentinos más populares en el mundo.

Es una pena que conozcamos tan poco de su obra, enorme y magistral, porque nos hemos perdido de un gran escritor.

El montaje mexicano retoma la segunda versión de su obra, en la que Cecilia, personaje ‘pivote’ de este texto, sí aparece y no sólo es un fantasma que recorre la acción. Para actualizarlo -el original está fechado en 1986- el director le metió mano aunque él mismo comentó que lo hizo con mucho respeto y sin alterar el espíritu de Tito Cossa, según la entrevista que le realizó su servilleta.

Pero como Jack el Destripador, vayamos por partes. Lo que sobresale de este estreno es la calidad de la dirección de Luis Eduardo Reyes, el mismo dramaturgo que hace las veces de director o viceversa. Con una mano sutil, apenas detectable, pone en acción a los actores y plantea un desarrollo que va de menos a más y termina como una elegía del amor del hombre maduro. No es vana la referencia de Tito a un poema del siglo XVI (¿u obra de teatro?): Diálogo entre el amor y un viejo, del judío converso Rodrigo de Cota. Es elogiable el control actoral sobre un actor experimentado como Alcázar (el profesor) y un intérprete con un rango dramático tan corto como Mariano Palacios (Hugo Antonio).

Ese es otro elemento admirable de El profesor: Damián Alcázar muestra y demuestra unas tablas como pocos; su colmillo raya el piso y sale adelante con un personaje que a veces es “chistoso” a huevo (perdón mis expresiones en francés). A partir de los segundos 30 minutos –de los 60 que dura la obra-, Alcázar se convierte en un tipo entrañable que puede tocar fibras muy emotivas. Mariano Palacios ha mejorado mucho si lo comparamos con su trabajo anterior (El principio de Arquímedes); aunque entra dubitativo y muy convencional, va creciendo hasta dominar cada escena donde participa. Menos mal. Eleane Puell está a 0 grados: ni frío ni calor con ella, sus intervenciones no aportan ni restan y ni falta que hace. El personaje de Cecilia, tan importante en el imaginario de los personajes masculinos, se diluye en el escenario. Una cosa debo decir: ni Palacios ni Puell parecen jovencitos de 17 y 20 años… Se les nota el kilometraje, pero demos cabida a la convención teatral porque funcionan en este montaje.

Puede resultar convencional por momentos; con un humor un tanto gastado, cierto, pero El profesor es una obra bien hecha, que resulta divertida y conmovedora.

Para los hombres de cierta y respetable edad, hasta parece una advertencia, que suena desde hace cinco siglos en los octosílabos de un gran poeta español (el mencionado Rodrigo de Cota): 

“Tú traidor eres Amor
de los tuyos enemigo,
y los que viven contigo
son ministros de dolor.

“Sábete que sé que son
afán, desdén, deseo,
suspiros, celos, pasión,
osar, temer, afición,
guerra, saña, devaneo,

“tormento, y desesperanza,
engaños con ceguedad,
lloros y cautividad,
congoja, rabia, mundanza

“tristeza, duda, coraje,
lisonja, trueque y espina,
y otros mil deste linaje,
que con su falso visaje,
su forma nos desatina”…